Isidoro de Sevilla y su tiempo
Las Etimologías
Isidoro de Sevilla está entre los grandes intelectuales europeos de su tiempo. Destacó en la Historia y en la Liturgia, en la Astronomía y en la Geografía, en el trabajo enciclopédico (Las Etimologías), estudios sobre la Biblia, y un largo etcétera. El obispo de Zaragoza, Braulio, contemporáneo de Isidoro, dice que éste es el hombre elegido por Dios para que no se pierda el saber clásico, que estaba en peligro por las invasiones de los bárbaros del norte de Europa; en el VIII Concilio de Toledo, del año 653, Braulio manifestó su admiración por Isidoro: «El extraordinario doctor, el último ornamento de la Iglesia Católica, el hombre más erudito de los últimos tiempos, el siempre nombrado con reverencia, Isidoro».
Las Etimologías fueron escritas entre el 627 y el 630. Trata de recoger todo el conocimiento desde la Antigüedad hasta el siglo VII. En total cita 154 autores, y con su apoyo trata de demostrar que el significado de las palabras está en su etimología. De ahí que la gramática sea el saber fundamental: "es la ciencia de la expresión correcta, también es el origen y el fundamento de la cultura" (Etimologías)
La obra consta de 20 libros (parece ser que esta división la hizo Braulio, quien revisó la obra) con 448 capítulos: “el ejemplar manuscrito de las ‘Etimologías’, de unas dimensiones enormes, se encontraba dividido ya por él por títulos y no por libros. Todos los que, con una atención constante, lean entera esta obra, perfectamente apropiada a la filosofía, merecerán no ignorar la ciencia de las cosas divinas y humanas. Se encuentra en ella una selección superabundante de las diferentes artes: en ella ha recogido y reunido casi todo lo que se debe saber”. La importancia de las Etimologías reside en que ha servido para conservar en la Edad Media la cultura de la Antigüedad, griega y romana. Es una síntesis del saber clásico, tomando como punto de partida el saber en el mundo romano. En este sentido, las Etimologías representan una evolución del enciclopedismo antiguo, que, siguiendo el ejemplo de Aristóteles, trata de recopilar el saber universal.
“La idea de realizar una obra enciclopédica donde “se contenga ese círculo de conocimientos que llaman los griegos ‘enkyklios paideia’”, según la clara fórmula empleada por Quintiliano en el primer libro de la ‘Institución oratoria’ (1,10,1), se remonta a la cultura griega de la era helenística. Es posible que este idea ya fuera perseguido por Catón el Censor y, sobre todo, por Varrón en sus dos colecciones de las ‘Antigüedades’; más tarde por Plinio el Viejo y por Suetonio, por Aulo Gelio, y Nonio Marcelo. (…) Ya desde comienzos del siglo V, Agustín había recomendado a los cristianos adquirir la mayor parte de sus conocimientos profanos, y en especial las siete “artes”, como una preparación indispensable para la comprensión de la Sagrada Escritura; de manera particular en su tratado ‘De doctrina christiana’, carta magna de la “cultura cristiana” o más bien de “la enseñanza del cristianismo”, que fue conocida y utilizada asimismo por Isidoro. No se debió, por tanto, en primer lugar, a una curiosidad intelectual renovada del ideal griego de un conocimiento “enciclopédico” (tomando la palabra en el sentido que le damos hoy) el que Isidoro emprendiera la larga redacción de sus ‘Etimologías’." (Jacques Fontaine, Isidoro de Sevilla, Ed. Encuentro)
Isidoro de coloca de esta forma como la cumbre de los intelectuales que le han precedido. “Entre los latinos, Marco Terencio Varrón escribió innumerables libros (…) Entre los autores cristianos, Origenes, en su labor exegética, superó con sus libros tanto a griegos como a romanos por el número de sus obras: Jerónimo proclama haber leído seis mil libros de ese autor. No obstante, Agustín superó en sabiduría e ingenio los estudios de todos éstos: pues compuso tantas obras, que, aun trabajando durante días y noches, nadie sería capaz de escribir un número igual de libros, ni siquiera de leerlos” (Etimologías). En el mismo sentido se manifiesta en el prefacio al primer libro de las 'Diferencias': “Son muchos los autores que se han aplicados a distinguir diferencias entre términos antiguos (…) Ahora bien, los poetas paganos han transformado la propiedad de los términos para obedecer a las exigencias de la métrica (cuantitativa) (…) Sobre este tema fue Catón el primero que escribió entre los latinos; siguiendo su ejemplo, yo mismo he establecido algunas ‘diferencias’; he tomado de otros libros, y las he anotado, lector, para complacerte”
Abarca todos los planos del saber de su tiempo: Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales… El nombre de esta obra viene del método que utiliza: explicar las palabras por su etimología, aunque muchas veces el resultado es muy poco científico. Es una obra de madurez de Isidoro, escrita pocos años antes de su muerte. Parece ser que el obispo Braulio de Zaragoza le animó a llevarla a término. Una de las motivaciones más importantes para escribir las Etimologías era proporcionar un compendio de todo el saber desde la Antigüedad a la aristocracia laica y eclesiástica de la España visigoda, que sirviera de instrumento cultura y consolidara su hegemonía como clase social.
La obra consta de 20 libros (parece ser que esta división la hizo Braulio, quien revisó la obra) con 448 capítulos: “el ejemplar manuscrito de las ‘Etimologías’, de unas dimensiones enormes, se encontraba dividido ya por él por títulos y no por libros. Todos los que, con una atención constante, lean entera esta obra, perfectamente apropiada a la filosofía, merecerán no ignorar la ciencia de las cosas divinas y humanas. Se encuentra en ella una selección superabundante de las diferentes artes: en ella ha recogido y reunido casi todo lo que se debe saber”. La importancia de las Etimologías reside en que ha servido para conservar en la Edad Media la cultura de la Antigüedad, griega y romana. Es una síntesis del saber clásico, tomando como punto de partida el saber en el mundo romano. En este sentido, las Etimologías representan una evolución del enciclopedismo antiguo, que, siguiendo el ejemplo de Aristóteles, trata de recopilar el saber universal.
“La idea de realizar una obra enciclopédica donde “se contenga ese círculo de conocimientos que llaman los griegos ‘enkyklios paideia’”, según la clara fórmula empleada por Quintiliano en el primer libro de la ‘Institución oratoria’ (1,10,1), se remonta a la cultura griega de la era helenística. Es posible que este idea ya fuera perseguido por Catón el Censor y, sobre todo, por Varrón en sus dos colecciones de las ‘Antigüedades’; más tarde por Plinio el Viejo y por Suetonio, por Aulo Gelio, y Nonio Marcelo. (…) Ya desde comienzos del siglo V, Agustín había recomendado a los cristianos adquirir la mayor parte de sus conocimientos profanos, y en especial las siete “artes”, como una preparación indispensable para la comprensión de la Sagrada Escritura; de manera particular en su tratado ‘De doctrina christiana’, carta magna de la “cultura cristiana” o más bien de “la enseñanza del cristianismo”, que fue conocida y utilizada asimismo por Isidoro. No se debió, por tanto, en primer lugar, a una curiosidad intelectual renovada del ideal griego de un conocimiento “enciclopédico” (tomando la palabra en el sentido que le damos hoy) el que Isidoro emprendiera la larga redacción de sus ‘Etimologías’." (Jacques Fontaine, Isidoro de Sevilla, Ed. Encuentro)
Abarca todos los planos del saber de su tiempo: Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales… El nombre de esta obra viene del método que utiliza: explicar las palabras por su etimología, aunque muchas veces el resultado es muy poco científico. Es una obra de madurez de Isidoro, escrita pocos años antes de su muerte. Parece ser que el obispo Braulio de Zaragoza le animó a llevarla a término. Una de las motivaciones más importantes para escribir las Etimologías era proporcionar un compendio de todo el saber desde la Antigüedad a la aristocracia laica y eclesiástica de la España visigoda, que sirviera de instrumento cultura y consolidara su hegemonía como clase social.
“Una de las cuestiones que se abordan en este libro es definir el concepto de Historia y diferenciar los tipos de historia que pueda haber. Isidoro de Sevilla coloca a la historia dentro del género de la Gramática, ya que, al igual que en la Antigüedad, la trata como un género literario. Dice que la Historia es la narración de hechos acontecidos y que etimológicamente significa ver o conocer. Esto difiere de la concepción que tenía Heródoto, ya que para él significaba investigar.
“Para Isidoro, los escritores antiguos sólo escribían de lo que habían visto. Él hace una genealogía de la Historia y cita como primer historiador a Moisés, que es el que hace la historia sobre el principio del mundo. Entre los griegos, el primer historiador sería Dares Frigio, que realmente fue un personaje de la Ilíada, un sacerdote de Troya. Isidoro lo considera así porque en el siglo VI aparece una historia apócrifa de la Guerra de Troya, aparentemente escrita por este hombre, y será la fuente más valorada sobre este hecho durante la Edad Media (incluso más que Homero). El siguiente historiador griego en importancia considera que fue Heródoto.
“En las Etimologías, Isidoro de Sevilla explica que los antiguos dividieron la Filosofía en tres partes, que según el formato de la Tabla de Tríadas se puede presentar así: Física, Lógica y Ética. Cada una de ellas se puede subdividir a su vez:
“• División de la Física: Geometría/Aritmética/Música
“• División de la Lógica: Gramática/Dialéctica/Retórica
“• División de la Ética: Justicia/Prudencia/Fortaleza/Templanza.” (Isidoro de Sevilla, Wikipedia)
“• División de la Lógica: Gramática/Dialéctica/Retórica
“• División de la Ética: Justicia/Prudencia/Fortaleza/Templanza.” (Isidoro de Sevilla, Wikipedia)
“Los primeros tres de estos libros presentan el trivium y el quadrivium. Todo el primer libro es dedicado a la gramática, incluida la métrica. Imitando el ejemplo de Casiodoro y Boecio preservó la tradición lógica de la escuela reservando el segundo libro para la retórica y la dialéctica.
El libro cuarto trata de la medicina y las bibliotecas;
El libro quinto, del derecho y la cronología;
El sexto libro, de los libros eclesiásticos y los oficios;
El séptimo libro, de Dios y de las jerarquías celestes y terrestres;
El octavo libro de la Iglesia y de las sectas y de las más modernas numera no menos que sesenta y ocho;
El libro noveno habla del lenguaje, los pueblos, los reinos y los títulos oficiales;
El libro décimo de las etimologías;
El libro once, del hombre;
El libro doce, de las bestias y los pájaros;
El libro trece, del mundo y sus partes;
El libro catorce de la geografía física;
El libro quince, de los edificios públicos y de las avenidas;
El libro dieceseis, de las piedras y los metales;
El libro diecisiete, de la agricultura;
El libro dieciocho, de la terminología de la guerra, la jurisprudencia, y los juegos públicos;
El libro diecinueve, de los buques, las casas y los vestidos;
El libro veinte, de las proviciones, los utensilios domésticos y agrícolas y los mobiliarios.” (Isidoro de Sevilla, San, http://ec.aciprensa.com/i/isidoro.htm)
El libro cuarto trata de la medicina y las bibliotecas;
El libro quinto, del derecho y la cronología;
El sexto libro, de los libros eclesiásticos y los oficios;
El séptimo libro, de Dios y de las jerarquías celestes y terrestres;
El octavo libro de la Iglesia y de las sectas y de las más modernas numera no menos que sesenta y ocho;
El libro noveno habla del lenguaje, los pueblos, los reinos y los títulos oficiales;
El libro décimo de las etimologías;
El libro once, del hombre;
El libro doce, de las bestias y los pájaros;
El libro trece, del mundo y sus partes;
El libro catorce de la geografía física;
El libro quince, de los edificios públicos y de las avenidas;
El libro dieceseis, de las piedras y los metales;
El libro diecisiete, de la agricultura;
El libro dieciocho, de la terminología de la guerra, la jurisprudencia, y los juegos públicos;
El libro diecinueve, de los buques, las casas y los vestidos;
El libro veinte, de las proviciones, los utensilios domésticos y agrícolas y los mobiliarios.” (Isidoro de Sevilla, San, http://ec.aciprensa.com/i/isidoro.htm)
“La primera serie (libros 1-5) no incluye sólo las siete artes del ‘trivium’ literario: gramática (1), retórica y dialéctica (2), y del ‘quadrivium’ científico (3: aritmética, geometría, música y astronomía); sino también la medicina (4) y el derecho (5, 1-27), libro que concluye con las divisiones del tiempo, antes de presentar una “crónica” resumida de las seis edades, desde los orígenes del mundo hasta el reinado de Sisebuto (5, 28-38). (…) Todo este cuarto de la obra ha de ser puesto aparte, ¡por delante’ del conjunto, como una especie de compendio ‘propedéutico’ destinado a introducir los diferentes saberes, religiosos y profanos, de los libros siguientes (6-20) (…).
“El ‘tríptico religioso’ forma un conjunto (6-8) firmemente articulado, desde los saberes sagrados –bíblicos y exegéticos, canónicos, litúrgicos (6)-, pasando por las personas espirituales –el Dios trinitario, los santos personajes de los dos Testamentos y de la Iglesia, los monjes, los clérigos y los simples laicos- (7), hasta la Iglesia y las sectas heréticas judías, cristianas, filosóficas, y también los poetas y las sibilas, los magos y los adivinos, los paganos y sus dioses (8). (…)
“En una tercera serie se incluyen seis libros (9-14). Si descartamos, en efecto, un vocabulario alfabético de adjetivos abstractos (10) (…) aparece un conjunto sobre ‘el hombre y la naturaleza animada (libros 9 y 11-14). En primer lugar, tenemos, por decirlo así, una ‘antropología’ social: lenguas y pueblos, estructuras políticas y militares, familia y parentesco (9); sigue una ‘antropología’ física: partes del cuerpo, edades, monstruos y metamorfosis animales (11); vienen, a continuación, los animales, con una distribución casi bíblica (cf. Gn. 1,25-26): cuadrúpedos, serpientes, peces, pájaros e insectos (12). Por último, ‘del universo a la tierra’, según prefacio del autor (cosa excepcional) situado al comienzo del libro (13): “En este librito hemos registrado, como en unas breves tablillas, algunas explicaciones sobre el cielo, la ubicación de las tierras y los espacios que ocupan los mares, para que el lector, en poco tiempo, pueda leerlos, y así, en compendiada brevedad, conozca sus etimologías y sus orígenes” (…) Desde la cosmografía a la meteorología y, a continuación, a la geografía (13), nos encontramos con temas desarrollados asimismo en el opúsculo isidoriano que lleva por título ‘Tratado sobre la naturaleza’. Por último aparece el capítulo “Acerca de la tierra y sus partes”, con la nomenclatura de los topónimos (14): tras un embrión de geografía física, viene una geografía humana elemental que desemboca en las huellas dejadas por las civilizaciones.
“La cuarta y última serie de libros (15-20) está dedicada a la ‘civilización material’, descendiendo desde el urbanismo a la artesanía. Las ‘ciudades’ y sus monumentos profanos y sagrados, civiles, militares, funerarios; sigue la ordenación de las ‘zonas rurales’: los edificios y los campos, su deslinde, su medición, las vías y caminos (15); ‘suelos y minerales’, pesos y medidas (16); ‘agricultura’ y botánica práctica (17); ‘actividades colectivas’ de la guerra y de las armas, de la vida civil y de los espectáculos, de los juegos públicos y privados (18); el libro 19 está dedicado a las ‘artes y técnicas’, desde el armamento naval a la arquitectura y a la decoración (mosaicos y pintura), desde el trabajo de la lana a la ropa y a las joyas (19); y, por último, el libro 20, trata acerca de las provisiones y de los utensilios domésticos y rústicos: mesas y ‘cocina’, recipientes y muebles, vehículos, utillaje. Cierra la serie las espuelas y las almohazas, los hierros de marcas y los cauterios.” (Jacques Fontaine, Isidoro de Sevilla, Ed. Encuentro)
Las Etimologías son la Enciclopedia de la Alta Edad Media. Copias de esta obra se conocieron en toda Europa en las bibliotecas episcopales y monásticas. Su influencia fue hegemónica hasta el siglo XII, en que la cultura europea recuperó la filosofía y la ciencia griegas, gracias al trabajo de los intelectuales musulmanes y judíos. Unas 10 ediciones de sus Etimologías fueron impresas entre 1470 y 1530, muestra de la actualidad que iba teniendo la obra de Isidoro a través de los siglos. “Todos los escritos históricos medievales de España estuvieron basados en las obras de Isidoro. Hasta el siglo XII, fue transmitido mediante traducciones de fuentes árabes, siendo una de las fuentes principales para la penetración en Europa de los trabajos de Aristóteles y otros griegos.” (Isidoro de Sevilla, Wikipedia)
- La Tierra es esférica, no plana
Isidoro se hace eco de autores como el (Pseudo)Higio o Agustín de Hipona, que dicen que la Tierra es esférica. Por otra parte, la Tierra es el centro del mundo: «La Tierra se encuentra en la región central del mundo, concretamente en distancias iguales a todas las partes del cielo, de modo que se encuentra en el medio». También cree que el las estrellas en el cielo están fijas, aunque no lo afirma con rotundidad.
Mapa de la Tierra
- La música
En el Libro III Isidoro habla de la Música y la incluye dentro del Quadrivium, al lado de las matemáticas, la geometría y la astronomía. «Sin la música, ninguna disciplina puede ser perfecta, puesto que nada existe sin ella», nos dice. “Junto con las Instituciones de Casiodoro constituyen una fuente de información esencial sobre las siete artes liberales, entre las que se incluye la música. Asimismo, Isidoro hace referencias excepcionales sobre el repertorio litúrgico hispano más acordes con una visión práctica de la música. Esta perspectiva supone un primer paso hacia una nueva concepción de una teoría de la música más ligada a la realidad que a la especulación.
“Al igual que otros teóricos como Boecio, San Agustín o Casiodoro, Isidoro recoge en sus escritos términos como "sinfonia" o "diafonia", que podrían identificarse como el sonar de varias voces, pero siempre son casos muy oscuros. Parece que este tipo de nominaciones podría hacer alusión a la aparición de dos sonidos sucesivos, en vez de simultáneos. El minucioso estudio de estas fuentes es fundamental para determinar con exactitud el origen de la polifonía en la música clásica occidental.” (Isidoro de Sevila, Wikipedia)
- La medicina
Sobre la Medicina, Isidoro expone ideas bastantes interesantes, sobretodo porque destaca la importancia de la dieta en la curación de enfermedades.
"Medicina es la que protege o restaura la salud del cuerpo: su materia versa sobre las enfermedades y las heridas." (Capítulo I.I) (…). A ésta atañen por tanto no sólo las cosas que contiene el arte de aquellos que se llaman Médicos, sino también la comida y la bebida, el techo y el vestido. En fin, toda defensa y fortificación con la que nuestro cuerpo se mantiene a salvo de los golpes y los accidentes externos." (Capítulo I.II)
“Isidoro de Sevilla, el gran compilador y transmisor de la cultura clásica, recoge en De Medicina el pensamiento de los más importantes autores griegos y romanos, como Hipócrates, Celso o Galeno, entre otros. Sigue la teoría humoral, propugnada por ellos y vigente en medicina, prácticamente, hasta bien entrado el siglo XIX y, para hablar del tratamiento, se refiere a los tres métodos terapéuticos tradicionales: la "Pharmacia" o uso de fármacos, la cirugía y, sobre todo, la dieta. Ésta última -teniendo en cuenta las limitaciones que tenían las otras dos en aquella época- era la fundamental para conseguir el "equilibrio" que determinaba la salud; porque la cirugía -aunque ha sido practicada desde siempre- no podría iniciar el desarrollo que la ha llevado a su poderío actual hasta el descubrimiento de la anestesia, la antisepsia y la hemostasia, también en el siglo XIX. Los fármacos eran pocos y se usaban de modo empírico. No obstante, Isidoro de Sevilla menciona distintos medicamentos, ya sea por sus indicaciones, como la triaca, la catártica o el diacodión; o por su vía de administración y presentaciones galénicas, como los electuarios, trociscos, colirios, epítemas, emplastos o cataplasmas.
“Entre las enfermedades, dedica una atención especial a la peste. Pero, sobre todo, hay que destacar -como lo hace el Profesor García Pérez- que se puede considerar a San Isidoro de Sevilla como un precursor en el estudio de las enfermedades de la piel, como la lepra y la sarna, por su De morbis qui in superficie corporis videntur (c. 621), incluido en las Etimologías, el primer texto de Dermatología en España.” (Una aproximación a la aportación de San Isidoro de Sevilla a la historia de la medicina y de la enfermeríahttp://tiempoparalamemoria.blogspot.com.es/2011/04/una-aproximacion-la-aportacion-de-san.html)
- Los godos
Isidoro da a los godos un origen bíblico y los eleva a la categoría de pueblo elegido por Dios. “Basándose en etimologías de San Ambrosio que había identificado el nombre godo con Gog, y de san Jerónimo que había identificado a los godos con los getas, él deriva su nombre y el de los escitas, con los que supuestamente compartían un origen común, de Magog, el segundo hijo de Jafet y, por tanto, de Noé. Básicamente corresponde esta genealogía al fundamento bíblico según el cual toda la humanidad procede de los hijos de Noé. Sin embargo, en el caso de algunos pueblos Isidoro prescinde del dato del origen, cuando la etimología de su nombre le resulta desconocida. Incluso a los romanos se limita simplemente a retrotraerlos a Rómulo. El remontar a los godos a orígenes bíblicos representaba, sin embargo, para él un deseo especial. La vinculación de los godos con Magog es evidentemente tan importante para Isidoro que no se deja intranquilizar o incluso disuadir por el hecho de que, en Ezequiel, Gog, de la tierra de Magog, tiene la función de látigo de Dios contra Israel, y los pueblos de Gog y Magog en el ‘Apocalipsis’ de san Juan hacen su aparición como instrumentos de Satán. Se limita a indicar que el carácter originariamente bárbaro de los godos llevó a la aparición de este nombre en el pueblo. Pero la alabanza de Isidoro de su fuerza y fortaleza, de su imbatibilidad, que les permite vencer incluso a la propia Roma, cabeza y dominadora del mundo, y de su camino hacia el cristianismo, que conforme a la imagen de Isidoro está basado en sus virtudes y conduce a la victoria total sobre la herejía arriana, confieren a su ‘Historia de los godos’ un aura providencialista. En san Isidoro, los godos, debido a su origen, no pueden ser el pueblo de Israel mismo, pero no por ello dejan de ser un pueblo elegido de Dios, y por ello son favorecidos con la fortuna en la guerra.” (Alexander Pierre Bronisch, EL concepto de España en la historiografía visigoda y asturiana, Internet)
- La sexualidad
En el terreno de la sexualidad muestra la actitud represiva y patriarcal en extremo propia de la Iglesia católica: el matrimonio es aconsejable si tiene una finalidad reproductora y porque evita que el hombre caiga en la homosexualidad. No hay que insistir en que es el hombre el que manda sobre la mujer en el matrimonio y hace una curiosa etimología con el concepto “lecho nucial”: “Hablando con propiedad, ‘lecti geniales’ (tálamos nupciales) son los que se prearan para los jóvenes recién casados; su nombre deriva de engendrar (‘generare’) hijos, o a través de la etimología de “familia”, al afirmar Isidoro que “familia” son los hijos legítimos y deriva de “fémur”, término este último que evoca las partes sexuales. Se considera por lo tanto “ilegitima e impura toda descendencia habida fuera del matrimonio, bien sea de padre conocido o desconocido, fruto de la fornicación y del adulterio, el concubinato o el contubernio, niños que se designan como hijos naturales, bastardos o espurios”.
En consecuencia, el deseo sexual forma parte de los vicios del hombre: es propio de la adolescencia y la juventud, mientras que en la vejez está más contenido. Los diversos concilios tratan como uno de los temas más importantes la condena de los comportamientos sexuales (desde la simple fornicación al adulterio, el incesto y la homosexualidad, sin olvidar la zoofilia). La legislación civil se hace eco obligado de las resoluciones de los Concilios, y así vemos que la ‘Lex Visigothorum’ castiga duramente “las trasgresiones de la moral sexual, cuales son el rapto y la violación de mujeres, los adulterios y la fornicación, el incesto, la homosexualidad o sodomía, la prostitución, la falta de castidad de los clérigos, de manera que lo que para las autoridades eclesiásticas son pecados mortales sancionados en los cánones conciliares, para las autoridades laicas son delitos punibles y de hecho castigados en la legislación civil”. (Henar Gallego Franco, La sexualidad en las ‘Etimologías’ de San Isidoro de Sevilla”, Internet).
“El deseo sexual toma así la forma de lujuria y corrupción libidinosa, una de las tres pasiones, junto la ira y la avaricia, que se hallan en el origen de todos los pecados y llevan al hombre a cometer graves delitos y crímenes: “’Facinus’ (delito) deriva de ‘facere’ (hacer) un mal, porque causa daño a otra persona. ‘Flagitium’ (ignominia) deriva de ‘flagitare’ (intentar seducir); es una corrupción libidinosa por la que uno se hace daño a sí mismo. Estos dos son el origen de todos los pecados”, así como “Dicen también que las Furias son tres mujeres de cabellos de serpientes, como tres son las pasiones que provocan en el espíritu del hombre las mayores turbaciones. Y que a veces lo empujan al delito de forma que no le permite tener en cuenta ni su fama ni el peligro al que se expone; la ira, que ansía la venganza; la avaricia, que ambiciona riquezas, y la lujuria, que busca los placeres”. Sensualidad es así igual a maldad. Además, Isidoro llega a conectar la etimología de los propios términos ‘pecado’ y ‘pecador’, en su sentido genérico, con el pecado concreto de la fornicación: “’Peccator’ (pecador): vocablo derivado de ‘pellex’, es decir, ‘puta’, como si dijéramos ‘pellicator’ (putero); este nombre lo aplicaban los antiguos únicamente a este tipo de pecadores; más tarde el vocablo acabó por designar a toda clase de pecadores”.” (Henar Gallego Franco, La sexualidad en las ‘Etimologías’ de San Isidoro de Sevilla”, Internet).
La sexualidad trae problemas en la salud: “Lujurioso es el que apetece, no el alimento necesario, sino comida suntuosas y caras, ávido de placeres e inclinado a la lascivia”. (…) “Macer’ (delgado) deriva de ‘macies’ (delgadez); y ‘macies’, por su parte, deriva de ‘moechia’ (concubinato), porque una actividad sexual inmoderada produce delgadez”.
También la sexualidad es origen de la ruina económica: “El nombre de ‘nepos’ (manirroto) tiene su origen en una especie de escorpiones que devora a sus crías, excepto a una que se encarama a sus espaldas; y precisamente el que se ha salvado termina por devorar al padre. De ahí que los hombres que, en su libertinaje, despilfarran la hacienda paterna, reciben el calificativo de ‘nepotes’. Por eso también se suele emplear el término ‘nepotatio’ con el valor de lujuria, porque ésta, a la verdad, consumo muchos patrimonios”.
La mujer es objetivo pecaminoso por ella misma: “’Femina’ deriva de denominación de las partes de los muslos, ‘femur’, en que su sexo se distingue del de el varón. Otros creen que la etimología es griega, hacienda deriva el nombre de ‘femina’ de la fuerza del fuego, porque su concupiscencia es muy apasionada: se afirma que las hembras son más libidinosas que los hombres tanto entre las mujeres como entre los animales. Por ello, entre los antiguos, un amor ardiente se llama amor femíneo”. Así, la propia mujer se convierte para el hombre en un peligro, ya que es un elemento que incita a la lujuria. Tal razonamiento presta sin duda soporte ideológico a la realidad legislativa de que en la ‘Lex Visigothorum’ los delitos de adulterio y fornicación parten siempre de la situación creada por la transgresión femenina, que supone un atentado contra la autoridad marital, o contra la moral social y el honor familiar, y aunque normalmente son reos del delito tanto la mujer como su cómplice masculino, no parece despertar la misma inquietud legislativa el adulterio o la fornicación masculina. Igualmente la falta de castidad en la mujer, antes, durante o después del matrimonio recibe sanciones en sus derechos a la herencia y sucesión de sus padres y hermanos o de su marido.”
Y lo peor son las mujeres que beben vino: “Las jóvenes deben huir del vino tanto como del veneno, no vaya a ser que, por la ardorosa fogosidad de su edad, beban y perezcan.”
Algunos animales son especialmente condenables por sus hábitos sexuales: el chivo “animal lascivo, impúdico, animoso siempre de copular; debido a esta sensualidad sus ojos miran siempre aviesamente… su miembro fálico es tan ardiente, que con su sola sangre es capaz de disolver el diamante, que ni el fuego ni el hierro pueden trabajarlo”, la sepia, “clase de animal obsceno en su apareamiento, pues concibe por la boca, como las víboras” o la perdiz, “ave falaz e inmunda, pues el macho monta al macho y se olvida de su propio sexo, empujado por la lujuria”.
Y hasta algunos vegetales son rechazables porque incitan al sexo: “Los latinos aplican a la castaña (‘castanea’) un nombre derivado del griego… porque su fruto, que es doble, se encuentra, a modo de testículos, encerrado en un folículo, que cuando lo sueltan es como si lo castrasen. (…) La aceituna ‘orchas’ tiene una etimología griega, y deriva su nombre de su semejanza con los testículos. (…) El incienso (‘tus’) es un árbol de Arabia… destila un jugo aromático blanco, a manera de almendra… entre nosotros se denomina ‘masculum’ por su conformación redonda, a modo de testículos.”
He aquí algunos textos sobre la sexualidad recogidos de varios Concilios en distintas épocas:
Concilio de Toledo IV, año 633: “Cualquier edad del hombre a partir de la adolescencia es inclinada al mal, pero nada más inconstante que la vida de los jóvenes … para que los clérigos (los clérigos adolescentes) pasen los años de la edad resbaladiza, no en la lujuria, sino en las disciplinas eclesiásticas.”
Concilio de Toledo VI, año 638: “La vida es propensa a la voluptuosidad y la naturaleza es imitadora de los vicios.”. Sobre los penitentes adolescentes casados: “hasta que con la madurez del tiempo pueda conseguir el estado de continencia. Lo cual nosotros creemos que ha sido mandado igualmente de los hombres como de las mujeres, aunque no de un modo general y enteramente conforme a la disciplina, sino que consta que ha sido concedido por nosotros a la humana fragilidad.”
Concilio de Toledo X, año 656: condena el “ensuciarse con fornicación de mujer”.
El teatro y los espectáculos en general son equiparables a la prostitución. “Y en lo que respecta a nuestros espectáculos, renunciamos a ellos en la medida en que no nos interesan sus orígenes, que sabemos provienen de la superstición, ni las cosas mismas que allí ocurren. Nada tiene que ver nuestra lengua, vista u oído con la desvergüenza del teatro, con la crueldad de la arena, con la frivolidad del pórtico” (pórticos: lugar donde entrenaban los atletas).
“Los juegos circenses fueron instituidos por motivos religiosos y para celebración de los dioses paganos. Por eso, los que asisten a ellos como espectadores se considera que con su presencia sirven al culto de los demonios. En efecto, antaño, el ejercicio ecuestre era estimado como algo sencillo, y siendo de uso común, no se veía en él malicia alguna; pero cuando su práctica natural se trasladó a los juegos, se convirtió en culto a los demonios”.
“Fijándose en las causas de los elementos, los gentiles trataron también de hacer concordar los colores de los caballos (…). Y así, en este espectáculo, al estar los caballos consagrados a los cultos de los dioses y a los elementos del mundo, aprenden sin duda alguna a rendir veneración a esos mismos dioses, y a esos mismos elementos. Por eso debes darte cuenta, cristiano, de que inmundas divinidades zonas las dueñas del circo. Por eso debe serte ajeno ese lugar que ocuparon numerosos espíritus de Satanás, pues todo él está repleto del diablo y de sus ángeles”.
Las carreras pedestres son asimismo condenables. Los atletas “corren (…) en línea recta, porque entre la vida y la muerte la distancia es mínima. Pero imaginan estas interpretaciones porque tratan de dar una explicación a sus vanas creencias y a sus sacrilegios”.
Sin embargo, se muestra favorable a las competiciones gimnásticas. Isidoro aprueba cinco competiciones, a modo de pentatlón: el salto (‘saltus’), la carrera (‘cursus’), el lanzamiento (‘iactus’), la fuerza (‘virtus’) y la lucha (‘luctatio’).
“El nombre de ‘saltus’ (salto) viene a ser como ‘exilire in altum’ (lanzarse hacia lo alto). El salto puede ser de altura o de longitud. Sobre la carrera. La carrera (‘cursus’) debe su denominación a la velocidad de las piernas (‘crura’)”
“’Lactus’ (lanzamiento) deriva de ‘iacere’ (arrojar). Por eso, a la red de los pescadores se la llama ‘iaculumi. A la práctica de este deporte pertenecen el lanzar lo más lejos posible piedras levantadas a pulso, el arrojar lanzas de determinado peso y disparar flechas con el arco.”
“‘Virtus’ (fuerza) es la demostración de la enorme fortaleza en pruebas de trabajo y de peso”.
“La lucha (‘luctatio’) recibe su nombre de la acción de trabarse los costados, en los que se apoyan los luchadores, que en griego reciben el nombre de atletas”
El teatro es condenable porque en él actúan hombres que “vestidos con ropas femeninas, imitaban los gestos de las mujeres impúdicas”. (…) “Es de todo punto evidente el patrocinio del Líber y de Venus en las artes escénicas y en todo lo propio y privativo de la escena, como son los gestos y flexiones del cuerpo. En efecto, ofrendaban a Líber y a Venus la sensualidad, unos por el sexo, y otros, disolutos, por el fasto (…). Tú, cristiano, debes aborrecer este espectáculo del mismo modo que aborreciste a tus patronos”.