Románico erótico
 
Una explicación del Románico erótico
 
 
No hay fuentes documentales que nos indiquen cuál era la finalidad y el significado del “Románico erótico”. No nos queda otro remedio que iniciar una aproximación al tema apoyándonos en lo que vemos en estos templos y en el contexto (histórico, religioso, económico-social) en que se produce.
 
En primer lugar, es difícil entender cómo la Iglesia, que asocia el sexo al pecado, permitió que se esculpieran tal cantidad de figuras con temas sexuales tan explícitos. Pero ahí están las esculturas. Esto indica que había una realidad social que imponía este tipo de manifestaciones, y que la Iglesia no podía hacer nada para evitarlas.
 
Las figurillas eróticas suelen estar en el exterior de los templos (en los canecillos, sobre todo), aunque en algunos casos también aparecen en el interior; otras veces están esculpidas en los capiteles, tanto dentro como fuera de las iglesias y monasterios.
 
Los temas son abundantes:
 
-      Hombres itifálicos (con un gran falo), en muchos casos masturbándose
-      coitos anales y vaginales
-      felaciones
-      mujeres mostrando su sexo o masturbándose
-      personajes enseñando el culo
-      falos
-      monos itifálicos
-      animales copulando
-      sirenas con las piernas abiertas enseñando su sexo
 
Incluiremos también las figurillas con temas más sensuales que sexuales, como:
 
-      mujeres bailando, en posturas sugerentes
-      parejas abrazándose o en cortejo amoroso
-      músicos y saltimbanquis
 
Los músicos y saltimbanquis eran gentes sin patria y “sin honra”. Su libertad de movimientos les convertía en proscritos.
 
Y, por su relación con el tema (la fertilidad), también añadiremos las mujeres pariendo.
 
Desechamos dos tesis:
 
a)   Que el Románico erótico trata de mostrarnos el pecado de la lujuria: es decir, lo que no hay que hacer si no queremos acabar en los infiernos. De la misma forma que se trata de explicar gráficamente los temas de la Biblia, también se estaría haciendo lo mismo con el pecado del sexo. No hay que olvidar que la casi totalidad de la población medieval era analfabeta y que la finalidad del Románico es precisamente la de proporcionar a las gentes unas pautas ideológicas y de conducta acordes con el orden establecido. Pero a cualquier observador no se le escapa que el Románico erótico es más una invitación al sexo que una condena del mismo. Por lo tanto, esta tesis no nos vale.
 
Por otra parte, el arte románico, aunque quiera defender las “virtudes” de la religión,  tiene una gran carga de sexualidad. Y siempre hace esta defensa desde posiciones sadomasoquistas, casi cayendo en la perversión sexual: demonios comiendo a los pecadores o torturándolos, la propia pasión y crucifixión de Jesucristo… No es el caso del románico erótico.
 
b)   Que el Románico erótico obedece a una “necesidad reproductora”. Se trataría de estimular la natalidad, en unos momentos en que hacen falta soldados para enfrentarse al enemigo musulmán o para repoblar las tierras que se van conquistando. Es como si la Iglesia hubiera hecho la “vista gorda” durante una temporada para animar a los campesinos a procrear. Dado que los temas del Románico erótico aparecen en varios lugares de Europa (particularmente, Francia, Gran Bretaña e Italia), donde no se está “reconquistando” nada a los infieles, esta tesis no es válida. Además, tengamos en cuenta que la población ya estaba creciendo debido a la mejora de la productividad del campo y de la consiguiente mejor alimentación de los seres humanos.
 
No nos queda otra explicación que entender que en la Edad Media la sexualidad era algo mucho más natural que lo que nos han querido hacer creer. Todo el análisis que hemos presentado sobre el contexto en que se produce el Románico erótico apunta en esta dirección.
 
Hay motivos muy evidentes: las familias campesinos vivían en una sola habitación, por lo que las relaciones sexuales deberían ser absolutamente naturales (más “públicas”, podríamos decir) y desinhibidas. Las gentes dan como normal una creencia que viene de la noche de los tiempos y que el Cristianismo trata de combatir: que el amor sexual es un camino para el amor a Dios, idea que defiende con toda naturalidad San Bernardo de Claraval, por ejemplo. El concepto de que el sexo no sólo no ofende a los dioses sino que les es grato, está presente en todas las civilizaciones anteriores al Cristianismo: la fertilidad de los campos y de los ganados y el sexo entre personas forma parte de prácticamente todos los  sistemas de creencias hasta la llegada del Cristianismo.
 
Hemos de dedicar unas líneas a las figuras en forma de falo, por su presencia en muchos templos románicos. Nos es por casualidad la abundancia de falos o de hombres itifálicos. Tienen su origen en los cultos a la fertilidad, de los que hay noticias en el Neolítico, pasando luego a las grandes civilizaciones: Egipto, Grecia, Roma… Por otra parte, tampoco debemos pasar por alto que la preponderancia de representaciones de falos sobre vulvas es una muestra del triunfo de patriarcado en estas sociedades.
 
En el Imperio Romano una figurilla en forma de falo se usaba como colgante que protegía del mal de ojo –y así continuó durante toda la Edad Media, incluso como amuleto contra las epidemias-; los llamadores de las puertas de las casas tenían (y lo seguían teniendo hasta la aparición de los timbres eléctricos) forma de falo, pues traían buena suerte; en las fiestas romanas de la Phaleporia, las ciudades se engalanaban con falos …
 
Estas costumbres y ritos están muy presentes en la Edad Media “como esos falos de cera que los devotos de San Cosme y San Damián ofrecían cada 27 de septiembre, o aquellos de azabache que colgaban al cuello, o aquellos gigantescos en piedra que sobresalían en los portales de  las iglesias italianas y francesas, o los más modestos –aunque apreciables- de los canecillos españoles de Valdelomar y Perrozo (Cantabria) o de Artaiz (Navarra). Falos pétreos que los goliardos acostumbraban adornar con guirnaldas al son de sus canciones báquicas, y ante los cuales, las sencillas mujeres del pueblo se arrodillaban a rezar para pedirles un pronto embarazo o un buen parto” (10)
 
En casos muy contados, las figuras son imitación de otras romanas. En Frósmista se representa el mito de Orestes con personajes desnudos, copiando una escena de una sarcófago romano encontrado no lejos del monasterio; en Jaca, la figura desnuda es una clara imitación de las esculturas romanas.
 
No queremos dejar de indicar la posibilidad de algunos “matices” en el significado del conjunto de las figuras. Por ejemplo:
 
-      El hombre itifálico masturbándose es lo que en ese momento se entiende como normal, mientras que el mono itifálico masturbándose sería una burla de los hombres que reducen toda su actividad sexual al onanismo; hay que recordar que en la época hay muchos más hombres que mujeres.
-      La mujer que enseña su sexo es lo normal, mientras que la sirena que hace lo mismo es un aviso de lo que puede pasar en ciertas circunstancias (las enfermedades venéreas, por ejemplo, o los problemas que puede traer a la integridad física el acostarse con una mujer casada si se entera el marido…)
-      La mujer a la que dos  serpientes muerden sus pezones es la representación de la Madre Tierra amamantando a los animales o es una condena de los peligros de algunas prácticas sexuales, como nos hemos referido más arriba.
 
En un tono más jocoso, citemos al Arcipreste de Hita en su poema a Aristóteles, que constituye casi un resumen de los que venimos diciendo:
 
“Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por conseguir unión con hembra placentera.
“Si lo dijera yo, se podría tachar,
mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.
De lo que dice el sabio no debemos dudar,
pues con hechos se prueba su sabio razonar.
“Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
desea, por natura, siempre compaña nueva
y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.
“Digo que más el hombre, pues otras criaturas
tan sólo en una época se juntan, por natura;
el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura,
siempre que quiere y puede hacer esa locura.
“Prefiere el fuego estar guardado entre ceniza,
pues antes se consume cuanto más se le atiza;
el hombre, cuando peca, bien ve que se desliza,
mas por naturaleza, en el mal profundiza.
“Yo, como soy humano y, por tal, pecador,
sentí por las mujeres, a veces, gran amor.
Que probemos las cosas no siempre es lo peor;
el bien y el mal sabed y escoged lo mejor.”
 
El cargo de arcipreste es un cargo eclesiástico, similar al de sacerdote. Vale la pena repasar el “Libro del Buen Amor” (siglo XIV) del Arcipreste de Hita, donde van desfilando sus aventuras con varias amantes –entre ellas una monja y mujeres casadas-, cómo protesta porque el obispo quiere instaurar el celibato en su diócesis o, en el tono goliardesco que recorre toda la obra y en su critica “contra la propiedad que el dinero ha”.