Prisciliano, el primer mártir



Prisciliano y el priscilianismo


 Prisciliano predicaba el ascetismo (negación de los placeres materiales), que socialmente se traducía en la pobreza y la igualdad entre todos los hombres, la participación de las mujeres en igualdad con los hombres en los ritos religiosos y en todos los aspectos de la vida real y el nombramiento de “maestros” o “doctores” entre los laicos.

Condena el sistema esclavista, frente a la corrupción y los lujos de la Iglesia oficial. Es el precedente de los movimientos monacales en Occidente y de movimientos socio-religiosos como los cátaros.

El movimiento ascético y monacal estaba en pleno auge en el Imperio romano de la época, pero normalmente no suponía peligro alguno para las autoridades políticas y religiosas. Como contraste con la suerte que corrió Prisciliano, señalaremos el caso de San Jerónimo, que se instaló en Roma, criticó la vida disoluta de las autoridades eclesiásticas y fundó una comunidad de mujeres que se dedicaron a estudiar la Biblia. Pero no “traspasó la raya” de lo establecido: no condenó el esclavismo ni ciertos dogmas católicos, por lo que no sufrió represión alguna.





En 1885 George Schepps encontró una serie de textos en la Universidad de Würzburg, escritos por Prisciliano o sus discípulos. De la lectura de estos textos no se desprende ninguna postura hereje por parte de nuestro personaje. Pero el contexto en que Prisciliano vivió apunta a que bebió en fuentes no estrictamente católicas, y aún es muy posible que a su muerte, el movimiento priscilianista se radicalizada todavía más en sus posiciones.

Podemos hablar de:

•        Gnosticismo: de carácter iniciático, dualista –oposicion radical entre espíritu y materia-, niega el carácter divino de Cristo, defensa ritos matriarcales que vienen de la prehistoria, recoge aportaciones de los cultos mistéricos egipcios y la tradición griega (tanto en el plano religioso -el pitagorismo-, como en el filosófico –el neoplatonismo). El gnosticismo alcanzó gran predicamento en las comunidades cristianas de Egipto y Siria. Los escritos gnósticos fueron considerados como heréticos por la Iglesia católica.

•        Maniqueísmo: dualismo entre Dios y el Cosmos, entre espíritu  y materia; el demonio y los ángeles malos no son obra de Dios sino que tienen su origen en las tinieblas.

•        Sus ideas en torno a la astrología y a la numerología mística. Los miembros del cuerpo corresponden a los signos del zodíaco (Aries es la cabeza, por ejemplo). La posición de los astros en el momento del nacimiento tenía una influencia decisiva en las personas; ésta es una creencia muy difundida de gran difusión en la Mesopotamia y el Egipto de la Antigüedad. La astrología es una herramienta de conocimiento.

•        La importancia de los textos apócrifos: textos cristianos, de los cuales los gnósticos son los más significativos, declarados heréticos por la Iglesia oficial

•        El “emanatismo”: el alma es de origen divino, surge de una especie de almacén y baja a la Tierra donde es corrompida por la materia y el diablo; reencarnación: el alma es dada a cada cuerpo en función de sus méritos en vidas anteriores; no hay, pues, resurrección de la carne. Los ángeles también era una “emanación” de Dios. La influencia del neoplatónico Plotino es aquí evidente.

•        La negación del misterio de la Trinidad.





Prisciliano consagraba las cosechas al Sol y a la Luna, como lo habían hecho desde tiempo inmemorial sus antepasados paganos en las creencias matriarcales, para garantizar buenas cosechas y ahuyentar a los elementos negativos de la Naturaleza.

Por otra parte, Prisciliano defiende el celibato no con carácter general (pues permite el matrimonio de monjes y clérigos) pero sí como estado ideal del hombre religioso, la dieta vegetariana (ausencia de carne y alcohol), la recepción de la Hostia para consumirla posteriormente y no asistir a los centros religiosos en Pascua y Navidad, momentos en que había que refugiarse en el bosque o en las montañas, donde practicaban el ayuno, la penitencia y sus propios ritos, pues negaban la Encarnación y la Muerte y Resurrección de Jesús. Por el contrario, el día de Viernes Santo, día de ayuno, se daban grandes comilonas.

En su opinión, Prisciliano sólo tenía un objetivo: volver al Cristianismo primitivo:  "Cristo es para nosotros razón de vida, el vivir mismo, la fe misma, nuestra piedra angular, nuestro Dios.." (Tractatus I), escribió.

Una discípula conocida fue Egeria, monja prisciliana que realizó un viaje a Egipto, Sinaí, Palestina y Mesopotamia y que dejó sus notas plasmadas en un libro que constituye el primer libro de viajes de la Historia. Seguramente hizo este viaje –no muy normal para la época, tratándose de una mujer- para acceder a conocimientos o textos gnósticos, que luego traería a Hispania. Egeria escribe para una comunidad religiosa de mujeres, usa textos apócrifos-gnósticos y se interesa sobremanera por la vida ascética de Mesopotamia.
Prisciliano llevó una vida ejemplar: era un hombre humilde que renunció a su fortuna, vivió en la pobreza, comía, bebía y dormía poco y vestía como un pobre.

En la medida en que tiene a la Biblia como guía y a la razón como medio de interpretación, se puede decir que es un antecedente del protestantismo de Lutero. Prisciliano defiende la interpretación directa de los libros religiosos o libre examen, sin intervención de las jerarquías eclesiásticas. Como dice Menéndez Pelayo, gran detractor del priscilianismo: "se presenta como un teólogo protestante que no acata más autoridad que la de la Biblia y se guía al interpretarla por los dictámenes de la propia razón".  

En su afán reformista, creó un movimiento monástico con reglas y vestimentas especiales, compuesto de hombres y mujeres sin distinción.

Por documentos de sus enemigos sabemos que las mujeres asistían a las lecturas de la Biblia “en casas de hombres con quienes no tienen parentesco” (Concilio de Zaragoza de 380), que los priscilianistas andaban descalzos (evocación de cultos agrarios prehistóricos de contacto íntimo con la Madre Tierra), y también “el ayuno dominical y la ausencia de las iglesias durante la cuaresma; la recepción de las especies eucarísticas en la iglesia sin consumirlas de inmediato; el apartamiento en celdas y retiros en las montañas” (Concilio de Zaragoza de 380).

Los priscilianistas se reunían en los bosques o lugares alejados por las noches. La música, los himnos, el baile y, seguramente, los actos sexuales, formaban parte de los ritos religiosos, siguiendo tradiciones muy arraigadas en Galicia y que se pierden en la noche de los tiempos. Tanto las mujeres como los esclavos podían asistir, en pie de igualdad con el resto de fieles, a las reuniones priscilianistas.

En lugar de comulgar con pan y vino, lo hacían con leche y uvas.

Ayudó mucho a Prisciliano en sus predicaciones el hecho de que en el siglo IV era creencia general que el fin del mundo estaba próximo y que era necesario regresar al cristianismo primitivo para salvar el alma. La aparición del emperador Juliano el Apóstata, que trató de volver a los cultos paganos tradicionales de Roma, es vista como la figura del Anticristo; cuando Juliano trató de reconstruir el templo de Jerusalén, aunque con poco éxito, esto reafirmó aún más las tesis del fin del mundo, pues decían que ésa iba a ser una de las señales del Anticristo. Tras la muerte de Juliano en 363, se esperaba la venida de Jesucristo y el fin de los tiempos.