Castillo de Miravet (Tarragona)



Un poco de historia


El castillo de Miravet


El castillo de Miravet es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura militar templaria en Catalunya. Su origen es más antiguo: aún se pueden contemplar algunas partes de la muralla íbera (conforme se llega a la puerta de entrada), que podrían ser del siglo II a.n.e. Posteriormente aquí también se levantó un castro romano.


La base de la muralla en alguna de sus partes mantiene aún restos de la primitiva muralla íbera

Con los musulmanes, el castillo fue reformado a finales del siglo XI y comienzos del siglo XII, para resistir los continuos ataques de los condes catalanes. Parte de las edificaciones de la plataforma superior y de las murallas son de esta época.

El nombre de “Miravet” es de origen árabe. Ya en el siglo IX se habla de este lugar como “Murabit” o lugar de peregrinación donde residía un asceta o ermitaño. "Tras la fortificación del lugar por Abderramán II (siglo IX), en el siglo XI el emir de Tortosa Abd al-Mallik al-Gabali lo convierte en un lugar de peregrinación para quienes no pueden viajar a la Meca.

"Tras la invasión almorávide en el siglo XI se amplía hacia poniente con una gran cisterna, una torre, patio y un musalí interior (espacio destinado a la oración y cementerio donde enterraran a los santos mártires de Alá: los Murab Ab-Ribbat). De ahí le viene el nombre definitivo y la categoría del castillo como centro religioso-militar que profesa la guerra santa (la Djihad)." (1)

La Corona de Aragón tenía como gran objetivo a mediados del siglo XII la conquista de Tortosa, que, junto con Lleida, eran hasta entonces dos bastiones inexpugnables de la presencia musulmana en las tierras del este peninsular. “El reino de Portugal ya había ocupado prácticamente todo su actual territorio, el de Castilla sobrepasaba el valle del Guadiana y el de Aragón señoreaba tierras de la orilla derecha del Ebro desde hacía tiempo. En Cataluña, sin embargo, los musulmanes seguían manteniendo los principados de Lérida y Tortosa, situados sobre la vía fluvial que une ambos núcleos” (2). Y Miravet era un problema, puesto que con seguridad que acudiría en defensa de Tortosa si esta ciudad era atacada; por ello, Ramon Berenguer IV tomó el castillo de Ascó, a pocos kilómetros de Miravet, con lo que las tropas de este castillo no se pudieron mover en auxilio de Tortosa si no querían correr el peligro de ser conquistados por los cristianos de Ascó.

La muralla norte y la muralla sur 

En el siglo XII y tras la conquista de Tortosa y Lleida, quedaban solamente como últimos reductos musulmanes en Catalunya el castillo de Miravet y Siurana. El castillo de Miravet fue tomado el 24 de agosto de 1153, quedando aislada la fortificación de Siurana, que cayó a continuación. Ramon Berenguer IV, donó Miravet y los castillos y términos de Gandesa, Corbera, Algars, Batea, Pinell y Rasquera a la Orden del Temple. En otros lugares de la zona, como Flix, la Palma, Garcia, Mora y Tivissa, que no estaban bajo su jurisdicción, los templarios poseían grandes extensiones de las mejores tierras de cada término. Era una compensación a la Orden del Temple por haber renunciado a sus derechos testamentarios sobre el Reino de Aragón a la muerte de Alfonso I el Batallador, pues se había pactado con la monarquía que recibirían la quinta parte de las tierras que se fueran conquistando.

"Ramon Berenguer IV dejó como recuerdo personal en Miravet un ejemplar de las Sagradas Escrituras y su propia lanza, lo cual confirma el honor y la admiración que el conde barcelonés profesó hacia esta plaza" (3)

Los templarios usaron tácticas militares aprendidas de los musulmanes. En concreto, "este fue el origen de los almogábares (al-Muhabars), unas tropas de élite que desde el siglo X operaban en al-Andalus realizando ataques por sorpresa sobre las posiciones cristianas; sus soldados eran reclutados a partir de los 10 años y sembraron el terror en Catalunya entre el Ebro y el Gaià" (1). Los cristianos copiaron las tácticas y la estructura de este cuerpo militar y de esta forma los almogávares acabaron siendo una de las mejores infanterías de su época.

La presencia templaria se regía por  una ‘Carta de Seguridad’ o conjunto de normas que se caracterizaban por un respeto y una tolerancia hacia la población musulmana –mayoritaria en la zona- como no se ha visto en ningún otro lugar de Europa en toda la Edad Media. Como no podía ser de otra manera los enfrentamientos de los templarios con el resto de señores feudales, tanto con los laicos (los Moncada de Tortosa o los Entença de Mora, por el derecho de peaje de Miravet y Ascó y por los impuestos sobre las mercancías que pasaban por el Ebro) como con los eclesiásticos (el caso de Ponç, obispo de Tortosa, con el que firmó el maestre templario una concordia en 1185 sobre los derechos de cada uno en esta parte de la cuenca del Ebro) fueron continuos.


Dibujo del castillo templario, con el Ebro en la parte baja de la montaña.
Fuente: cartel informativo del exterior del castillo


El castillo de Miravet sufrió una nueva remodelación en un tiempo récord en la segunda mitad del siglo XII y el siglo XIII a partir de la llegada de los templarios bajo el mando de Pere de Rovira, maestre de la Orden en Provenza e Hispania: construcción de la iglesia, el refectorio y gran parte de las murallas, aprovechando las edificaciones de la época musulmana. De esta forma, la actual fisonomía del castillo es la que le dieron los templarios hace 800 años.

El castillo de Miravet estaba ubicado en un punto estratégico que dominaba las rutas y el comercio entre el Mediterráneo y el interior de la Península. De esta forma, Miravet fue una de las encomiendas templarias más importantes de la Corona de Aragón: “De la encomienda del Castillo de Miravet dependían 27 casas templarias y durante un tiempo el maestre ostentó el título de comendador de Tortosa-Miravet y el Comendador de la Ribera (del Ebro). Era un amplio dominio que comprendía la casi totalidad de las actuales comarcas de la Ribera d’Ebre y la Terra Alta. Miravet controlaba el paso fluvial y terrestre hacia el interior, al tiempo que funcionaba como un importante centro administrativo y político. Desde finales del siglo XIII residía en Miravet el maestre provincial, se custodiaba el tesoro y los archivos de la Orden en la Corona de Aragón” (4). Es a los templarios a quien debemos gran parte de la estructura económica que se ha mantenido en esta zona durante siglos, pues desarrollaron "las tareas agrícolas, pesqueras y ganaderas, de producción de miel, la industria textil, la alfarería y la elaboración de aceite de oliva" (3)


El Ebro desde el castillo, que dominaba así este importante vía de comunicación

En 1307 el rey Jaume II secundó la iniciativa del rey francés de disolución de la Orden del Temple. El monarca hispano no tenía ninguna autorización papal, pero inició en la Corona de Aragón el proceso de detención de los templarios y confiscación de todos sus bienes. El maestre provincial Ximen de Lenda fue detenido. Miravet resistió hasta que finalmente tuvo que capitular el 6 de diciembre de 1308; aún quedaron 6 templarios (el lugarteniente Ramon Saguardia, el comendador Berenguer de Santjust y cuatro frailes más), pero se rindieron al día siguiente, siendo masacrados en la ‘Torre de la Sangre’ según la leyenda. A partir de aquí capitularon los castillos de Ascó, Monzón y la Xalamera. El Concilio de Tarragona de 1312 declaró inocentes a los templarios, pero la Orden ya estaba disuelta y sus dirigentes detenidos o asesinados. La mayor resistencia armada a las pretensiones de las monarquías europeas se había producido en los castillos templarios de la Corona de Aragón, además del de Jerez de los Caballeros (Badajoz) y de Alba de Aliste (Zamora).

A partir de ahí el castillo quedó bajo la autoridad de la Orden del Hospital, situación que se prolongó hasta la desamortización del siglo XIX, en que se vende a particulares. En 1990 la Generalitat se hace con la propiedad el castillo y se inician los trabajos de restauración y adecuación del edificio.


Miravet y el Ebro vistos desde el castillo

A comienzos del siglo XVII la zona se vio muy afectada por la expulsión de los moriscos. Concretamente, en Miravet eran la inmensa mayoría de la población, por lo que los Hospitalarios tuvieron que repoblar de nuevo la localidad. "En la actualidad, algunos de los descendientes de los musulmanes expulsados a Argelia aún conservan las llaves de sus casas y mantienen vivas las jarchas, romances e historias que hablan de aquel pasado." (1)

En los siglos XVII al XIX la estructura del castillo se ha adecuado a los cambios técnicos que se derivaban de las tácticas militares de cada momento, con la primacía de la artillería y las armas de fuego.

El castillo ha jugado un papel importante en todos los conflictos que han sacudido la zona: en las guerras civiles del siglo XV, la guerra dels Segadors del siglo XVII, la guerra de Sucesión del siglo XVIII, las guerras carlistas del siglo XIX  o la guerra civil de 1936-1939.



El fantasma del castillo de Miravet

El castillo de Miravet también tiene su fantasma. “Dos veces al año, en marzo, cuando empezó el asedio principal del castillo, y en diciembre (entre el 14 y el 28, según versiones diferentes), cuando el sitio fue terminado, a las doce de la noche, sale el fantasma del maestre templario (del último comendador de Miravet, Berenguer de Santjust, o de Ramón de Saguàrdia, quien dirigía la defensa, depende de la fecha) y recorre la fortaleza, pidiendo venganza y convocando a sus compañeros de la Orden a continuar la reconquista de los Lugares Sagrados. Unos testigos dicen que nadie le contesta, por eso el espectro desaparece misteriosamente hasta volver a la noche conmemorativa siguiente. Otros testigos afirman que a la llamada del maestre se presentan los espectros de otros templarios que defendían el castillo, montados en sus caballos. Entonces el destacamento fantasmal se dirige hacia Jerusalén perdiéndose en la oscuridad de la noche entre las nubes...” (2).



NOTAS

(1) testimonio de Aureli López Monge, Lo racó del Temple, Miravet
(2) (Pascual Ortega Pérez, La Orden de San Juan de Jerusalén y Miravet, Diputación Tarragona 1988)
(3) Jesús Ávila Granados, Templers a les terres de l’Ebre, Cossetània Edicions