Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca)



San Juan de la Peña y el Grial




 San Juan de la Peña y el Grial

En San Juan de la Peña permaneció el Grial durante dos siglos y medio, tras seguir un camino que le llevó a la cueva de Yebra de Basa (Huesca), al monasterio de San Pedro de Siresa, la iglesia de San Adrián de Sásabe, la de San Pedro de la Sede Real de Bailo o la catedral de Jaca. En uno de los capiteles del claustro de San Juan de la Peña está representado el Santo Grial en la Última Cena. Se dice que la catedral de Jaca se construyó con el único objetivo de conservar tan sagrada pieza.

El viaje del Grial había sido aún más largo. Entre el 257 y el 260, en las persecuciones a los cristianos de que fueron objeto por parte de los emperadores romanos, el papa Sixto II entregó el Grial -que entonces estaba en Roma- a su diácono Lorenzo para que lo guardase lejos, en tierras de Hispania. De esta manera, el Grial llegó a Huesca. Pero en el obispo de la localidad, Acisclo, tuvo que llevárselo en el 712 a una cueva-santuario en Yebra de Basa huyendo del avance de los musulmanes, que habían invadido la Península un año antes.


Imagen del Grial, depositado en la catedral de Valencia

El Grial era un reclamo para los peregrinos que hacían el Camino de Santiago. San Juan de la Peña se convirtió en una etapa inexcusable en este trayecto. El culto por las reliquias y los objetos sagrados estuvo muy extendido en la Edad Media; en San Juan de la Peña se podía contemplar, además del Grial, parte de los cuerpos de los siete santos (san Indalecio entre ellos), un retal del vestido de la Virgen, una costilla de san Pedro y unas piedras que estaban junto al pesebre de Nazareth donde nació Jesús.

En 1399, ya en pleno declive de San Juan de la Peña, el monarca Martín el Humano se llevó el Grial a Zaragoza para, después de una breve parada en Barcelona, acabar depositado en la catedral de Valencia, donde se encuentra actualmente. Antonio Beltrán estudió el Grial de Valencia y llegó a la conclusión de “que la copa se remonta a la época comprendida entre el siglo I antes de J.C. y el I de nuestra Era, y que fue labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina, por lo que bien pudo estar en la mesa de la Santa Cena y pudo ser el que Jesucristo utilizó para beber, para consagrar o para ambas cosas”.

El Grial se asocia a la copa en que bebió Jesús en la Última Cena y también al recipiente que recogió su sangre una vez crucificado.





 San Juan de la Peña, el Grial y Alfonso el Batallador

Que Alfonso I el Batallador (1073-1134) es el monarca del Grial y que este cáliz se guardó en San Juan de la Peña parece fuera de toda duda, a la vista de la documentación medieval existente. Las evidencias son abundantes:

- Un documento de 14 de diciembre de 1345 dice que el cáliz está en San Juan de la Peña: "En un arca de marfil está el cáliz"

- Otro documento de la Corona de Aragón de 26 de septiembre de 1399 nos habla del cáliz de la Última Cena, asegurando que se encuentra en San Juan de la Peña y que desde allí fue entregado a Martín el Humano (1356-1410). Este rey quería hacer una capilla al Grial en el Palacio de la Alfajería (Zaragoza) para, dice el documento, “aquel cáliz de piedra en el cual Jesucristo, en su santa cena, consagró su preciosa sangre y se añade “que el prior entregó en sus manos el cáliz lapídeo”. Martín el Humano llevó el Grial a Barcelona, ciudad en la que permaneció un corto espacio de tiempo; de allí el cáliz pasó a Valencia, donde, en 1437, fue depositado en la catedral, lugar en el que permanece en la actualidad.

En tierras pirenaicas existe una gran tradición griálica reflejada en varias iglesias. Sant Climent de Tahull (Lérida)


- El testamento de Alfonso I el Batallador establece que “para la custodia del Grial, no deberán faltar nunca tantos caballeros, lanzas (hombres armados) y arqueros como hiciera falta..."

- Alfonso I es el Anfortas de la leyenda griálica, el Rey Pescador que sobrevive gracias al poder del Grial. Alfonso I firmó muchas veces como ‘Anfortius’ en sus documentos, y como ‘Anfortas’ aparece en su testamento. En su reinado se acuñaron monedas con el título ‘Anfos Rex’. Como Anfortas también es conocido en la tradición occitana. Otras veces se le nombra como ‘Anfors’.

- Cuenta la leyenda que Alfonso I tuvo un sueño estando en el castillo de Agüero: se le apareció un ángel con un cáliz y le dijo que el Grial le acompañaría siempre y que le ayudaría en las tareas que emprendiera. Al despertar, se entrevistó con el maestre del Temple y su vida cambió para siempre. Al final de su vida, se cuenta que Alfonso I, gravemente herido en la batalla de Fraga, se refugió en San Juan de la Peña, donde el Grial le curó y le permitió vivir muchos años.

-Otro personaje de la leyenda artúrica, Perceval, sería el noble Rotrou du Vall de Perche, primo de Jaime I: ‘val-perche’ es ‘perce-val’.


- Varias crónicas musulmanas hacen referencia a Alfonso I como el ‘rey-pescador’. Ibn Adari, siglo XIII, nos cuenta que el monarca  “construyó allí una barca pequeña en la que cogió pescado como si fuese un voto que cumplía o una señal que dejaba al que le sucediese”.

- Diversos cantares de gesta occitanos sobre Alfonso I lo sitúan como un monarca que pesca en un río.

- La leyenda del Grial pudo pasar a Francia y resto de Europa a través de los caballeros que participaron en la Cruzada para la toma de Barbastro. Además, algunos de estos caballeros pudieron pasar por San Juan de la Peña y ver el Grial.





La leyenda del Grial

La leyenda del Grial se activó en Europa con la caída de Jerusalén en el siglo XII. Se trataba de poner en pie una leyenda con un fuerte contenido ideológico y religioso que permitiera desviar la atención de la terrible derrota que había sufrido el feudalismo europeo en Oriente Medio.

Chretien de Troyes escribió ‘Li Contes del Grial’ a petición del noble Felipe de Alsacia, conde de Flandes, hacia 1180. El escritor, basándose en la tradición del Grial aragonés, situó la escena en tiempos del rey Arturo (un monarca inglés del siglo VI),  para así crear una historia más acorde con los modos de vida y las leyendas de las sociedades feudales de esa parte de Europa. Fue un gran éxito editorial.

La leyenda del Grial se activó en Europa con la caída de Jerusalén en el siglo XII. (Imagen maxresdefault.jpg)

La gran eclosión de la leyenda del rey Arturo data de 1115, cuando el clérigo anglonormando Wace tradujo al francés la obra que un clérigo galés, Geoffrey of Monmouth, había escrito unos años antes. De esta forma, se trataba de justificar los intereses de los monarcas ingleses Leonor de Aquitania y Enrique II Plantagenet, que pretendían ser los herederos del rey Arturo. Enrique II tenía bajo su dominio una gran parte de la actual Francia y fue el rey más poderoso de su época. Había que adecuar una gran leyenda a los intereses de uno de los monarcas más importantes que ha habido en la Europa medieval. Posiblemente Chretien de Troyes se inspiró en esta obra.

El primer autor que recogió la tradición del Grial fue el poeta francés Kiot (siglo XII), en cuya obra se basó  Wolfram von Esenbach para levantar la leyenda de Perceval y el Grial. Kyot se refiere a Alfonso I, también conocido como Anfortas o el Rey Pescador, quien fue herido en una batalla y custodiaba el Grial.

Wolfram von Esenbach (1170-1220) es autor del ‘Perceval’. Fue uno de los más grandes poetas épicos medievales. Eschenbach explica que Kyot había encontrado un manuscrito árabe en Toledo, cuyo autor era un tal Flegetanis, astrónomo musulmán descendiente de Salomón, que descubrió el tema del Grial escrito en las estrellas. El poeta alemán sitúa la historia en los Pirineos. El Grial estaría custodiado en el castillo de Monsalvat, en Occitania, pero su descripción coincide con el monasterio de San Juan de la Peña: el castillo del Grial está en un lugar bajo una gran roca, con un manantial en forma de V (o sea, en forma de cáliz), cerca del cual se guardaba el Grial.

Wolfran von Eschenbach nos presenta el Grial como una piedra, que es como a veces se explica esta leyenda, y no como un cáliz: “Es cosa bien conocida por mí que unos valientes caballeros moran en el castillo de Monsalvatge, donde se guarda el Grial. Son templarios, que a menudo parten a caballo en busca de aventuras. Sea cual fuere el resultado de sus combates, la gloria o la humillación, lo aceptan con corazón sereno, como expiación den sus pecados. En ese castillo vive una legión de bravos guerreros. Os diré cuál es su medio de subsistencia: todo aquello de que se alimentan proviene de una piedra preciosa cuya esencia es todo pureza. Si no la conocéis os diré cómo se llama. Su nombre es Lapsit Exillis. Gracias a esta piedra, el fénix renace y surge más hermoso que nunca (…) Esta piedra da al hombre tal vigor que sus huesos y su carne recuperan al punto su juventud. La piedra recibe también el nombre de Grial, os diré cómo se le reconoce. Sobre el borde de la piedra aparece una misteriosa inscripción donde se lee el nombre de aquellos muchachos o doncellas a quienes se designa para emprender ese bienaventurado viaje”.

Richard Wagner creó su ópera ‘Parsifal’ situándola en Montsalvat, en las “montañas septentrionales de la España gótica”.

El investigador alemán Michael Hesemann ha demostrado que los lugares, arquitectura y personajes que aparecen en los relatos medievales que tienen que ver con el Grial coinciden con los datos del monasterio de San Juan de la Peña (que sería el Monsalvat de aquellas historias) y con personajes de la época, comenzando por Alfonso I el Batallador.

En castellano antiguo tenemos la palabra ‘grial’: Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita (1284-1351), en su ‘Libro del Buen Amor’, indica que “escudillas, sartenes, tinajas, espetos e griales”  son sinónimos. También aparece como ‘vaso’ en la obra de Cervantes y en el Amadís de Gaula. Por otra parte, Graal en occitano quiere decir ‘plato’ o ‘bandeja’. El origen de la palabra habría que buscarlo en el latín ’cratalis’ o ‘gradalis’, voz que vendría del griego ‘cráter’ o ‘crátera’ (recipiente para beber).





 El Grial tiene sus raíces en Oriente... y quizá en la Prehistoria

La leyenda del Grial no es sólo patrimonio de Occidente. Seguramente tiene sus raíces en sistemas de creencias orientales muy anteriores al cristianismo, pasando por los celtas y su caldero de Keridwen, la diosa (posiblemente equivale a la Ceres romana, diosa de la fertilidad y la agricultura, pues ambas tienen la raíz indoeuropea “ker”, crecer, crear) que prepara en su caldero la pócima con la que se alcanza la sabiduría y la transmutación de las cosas y las personas.

Antecesores del Grial los encontramos en la tradición persa y en la iraní, así como en la escudilla de limosnas que era la única propiedad de Buda. En la tradición hindú tenemos un vaso que contiene la sangre del dios viviente Agni, lo que nos recuerda la tradición cristiana, con el cáliz que contiene la sangre de Cristo. El vaso del Taoísmo es el símbolo de la sabiduría.

Por otra parte, si tenemos en cuenta que la Venus de Laussel, con unos 25.000 años de antigüedad, está representada con un cuerno (que viene a ser un recipiente) en la mano, podemos afirmar que la leyenda el Grial bien un origen muy lejano en el tiempo.

La Venus de Laussel puede ser el referente más antiguo conocido de la leyenda del Grial, con unos 25.000 años