Un poco de Historia
Estas tierras cuentan con la presencia humana desde la Prehistoria. Encontraremos varios dólmenes no muy lejos de Siresa. La localidad se encuentra cerca de una calzada romana que comunicaba Aragón con Francia. Había un asentamiento romano en la zona, lo que evidencia la importancia de esta vía de comunicación. Esta calzada estuvo operativa durante toda la Edad Media.
Es posible que en estos valles arraigase el priscilianismo, pues en el 380 se celebró un concilio en Zaragoza condenando las ideas de Prisciliano. El priscilianismo fue un movimiento dentro del cristianismo, de corte gnóstico y ascético (frente a la opulencia y corrupción de la Iglesia), que reivindicaba el papel de la mujer y que recogía rituales y prácticas paganas en bosques y cuevas.
Monasterio de San Pedro de Siresa. Es posible que en estos valles arraigase el priscilianismo. |
El origen del templo seguramente es visigótico, a juzgar por el resultado de las excavaciones de 1991 que afloraron una estructura de esa época. Lamentablemente, estos restos se volvieron a soterrar y así quedaron sustraídos a la observación del público.
El primer documento que nos habla de Siresa data del 833: el conde Galindo Garcés y su esposa Guldegrut hacen una donación de tierras y ordenan la edificación de un cenobio. Sería éste un templo carolingio, en un momento en que estas tierras formaban parte de la Marca Hispánica. Se conoce el nombre del primer abad, Zacarías, a comienzos del siglo IX, cuando en el monasterio vivían unos 150 monjes. Los monarcas franceses habían enviado gentes a Aquitania a repoblar estas tierras para impedir el avance de los musulmanes. La importancia de Siresa nos la revela la cantidad de reliquias que llegó a conservar, que provenían mayoritariamente de una serie de monasterios franceses.
Algunos historiadores sostienen que la derrota de Roncesvalles se libró aquí y no en tierras navarras. Esta hipótesis se basa en el hecho de que los ejércitos debían moverse con más facilidad por calzadas transitables en la época (caso de la del valle de Echo) y no por caminos secundarios y de difícil tránsito (caso de Roncesvalles).
Interior del templo. El primer documento que nos habla de Siresa data del 833. |
Eulogio de Córdoba visitó Siresa en el 852. Queda maravillado por el monasterio, el abundante número de monjes que lo habitaban y su biblioteca, según dicen en sus cartas a Guiselindo de Pamplona. Resaltó la autenticidad de la vida monástica que se practicaba aquí: "la caridad, la humildad, la magnanimidad, la obediencia, la solidaridad, la hospitalidad, la ausencia del vicio de la murmuración y la oración continua, incluso nocturna". Siresa conservaba obras grecolatinas que el Califato de Córdoba no había conseguido recopilar. La biblioteca del monasterio contaba con la Eneida de Virgilio, poesías de Horacio y Juvenal, fábulas de Aviano, "La ciudad de Dios" de Agustín de Hipona. Eulogio se llevó algunos ejemplares de la biblioteca para la escuela de San Zoilo de Córdoba. De hecho, Siresa era uno de los focos culturales más importantes de los reinos hispánicos. La biblioteca llegó a contar con más de un millar de libros, cifra muy importante para la época. Eulogio de Córdoba decía que "su biblioteca ilumina todo el occidente".
En el 867, Galindo I Aznárez, hijo del conde Galindo Garcés, cede a Siresa la localidad de Echo, el núcleo de población más importante del valle, además de muchos otros bienes (viñedos y campos). El conde Galindo "dio la tierra donde la casa que se llama Siresa se fundó" y "todo lo que tenía desde Javierregay hasta Aguatuerta y las villas sitas entre Oledola y el monasterio". Los límites de Echo se marcan en este documento: "de illa serra de Araues usque ad illam serram de Aratoreia; et de villa Borbos usque ad intrata de Aquatorta".
Eulogio de Córdoba visitó Siresa en el 852. Queda maravillado por el monasterio, el abundante número de monjes que lo habitaban y su biblioteca. |
Como la sede episcopal de Huesca había desaparecido a consecuencia de la invasión musulmana, el monasterio de Siresa cumplió esta función desde el 922. La historia de Siresa en estas décadas es la historia del naciente Reino de Aragón.
La expedición de Almanzor del 999 desvastó Siresa y le hizo entrar en unos años de decadencia. No es seguro que el monasterio fuera destruido.
Siresa también participó en la polémica de la implantación en la península del rito romano en tiempos de Sancho Ramírez (1043-1094). El monasterio fue uno de los primeros centros religiosos en adoptar este rito. Es por ello que el obispo Galindo de Pamplona (Navarra y Aragón formaban parte del mismo reino en aquel momento) fundó nuevos obispados con el fin de defender el rito mozárabe que se practicaba en estas tierras. El obispado de Siresa desapareció y tal dignidad le fue conferida al monasterio de San Adrián de Sásabe.
En 1063 el monasterio pasó a depender de la diócesis de Jaca. En 1077 Sancho Ramírez estableció una comunidad de religiosos a cuyo frente estaba su hermana Sancha. Siresa era en aquel momento la Capilla Real.
Alfonso I el Batallador (1073-1134) se educó en este monasterio y fue un gran benefactor del mismo. La guardia real que protegía en todo momento al monarca, tanto en las guerras como en tiempos de paz, estaba formada por gentes del valle de Echo. Es por ello que Alfonso I concedió exenciones de diversos impuestos a las gentes del valle en 1122.
Alfonso I el Batallador (1073-1134) se educó en este monasterio y fue un gran benefactor del mismo. |
La edificación, tal como hoy la conocemos, comenzó en 1082, reformando un edificio de época carolingia. Pero cuando en 1145 el monasterio pasó a unirse definitivamente con Jaca, comenzó su decadencia final: Jaca y San Juan de la Peña fueron el centro cultural y religioso de estas tierras. En Siresa sólo quedaron una docena de monjes. El monasterio vendió muchos de sus bienes, para garantizar sus supervivencia. En 1252 el monasterio estaba en ruinas y por estas fechas se realizaron nuevas obras de reconstrucción. Vidal de Canellas escribió en aquel año que "fundada en la raíz del Pirineo, fue destruida en tiempos lejanísimos y reducida a un estado lamentable por su ruina espiritual y temporal; antiguamente fue princesa y señora de muchos y se halla ahora torpemente sometida y es ignominiosamente tributaria de todos". En 1291 el obispo de Huesca concedía indulgencias a quienes dieran limosnas para la reconstrucción del monasterio de Siresa.
San Pedro de Siresa fue declarado Monumento Nacional en 1931, con la II República.
Cartel informativo: "Siresa se sitúa junto a la vía romana que atravesaba los Pirineos por el puerto de Palo. En el lugar existió un monasterio dedicado a San Pedro visitado en el siglo IX por San Eulogio, que quedaría fuertemente impresionado por la riqueza de su biblioteca. En complejo se mantuvo en pie hasta finales del siglo X, aunque sin conservar la relevancia alcanzada en los primeros momentos. A finales del siglo XI se emprendería una primera reconstrucción a partir de su primitivo estructura arquitectónica, que se retrasa por la dificultad de reunir el dinero suficiente para afrontarla. Con el traslado de la actividad monástica a otros centros religiosos, como la catedral jacetana o San Juan de la Peña, se inicia el inexorable proceso de abandono de Siresa, que termina en el siglo XIII, cuando se acomete una segunda restauración a mediados de aquella centuria, en la que se modificaron importantes aspectos de su fisonomía original. En edificio, declarado Monumento Nacional en 1931, ha experimentado sucesivas intervenciones. En la última, efectuada en la década de los 90 del siglo XX; se sustituyó la bóveda de arista, volteada sobre el crucero, por otra de medio cañón, se le añadió un cimborrio sobre el crucero y se reconstruyó la decoración del pavimento."
El grial
San Pedro de Siresa fue una de las sedes del Grial en estas tierras pirenaicas, junto con Yebra de Basa, San Juan de la Peña, San Adrián de Sásabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo o la Catedral de Jaca. Se trataba de preservar este objeto del avance de las tropas musulmanas.
Concretamente, en San Pedro de Siresa estuvo el Grial de 815 al 922.
El Grial se asocia a la copa en que bebió Jesús en la Última Cena y también al recipiente que recogió su sangre una vez crucificado. Por otra parte, hay quien cree que el Grial sería la propia descendencia de Cristo quien, según la tradición gnóstica, se habría casado con María Magdalena. La leyenda europea del Grial se basa en Alfonso I el Batallador (1073-1134), que sería el monarca que custodió el Grial, lo que no ofrece dudas a la vista de la documentación medieval existente. La leyenda del Grial se activó en Europa con la caída de Jerusalén en el siglo XII. Se trataba de poner en pie una leyenda con un fuerte contenido ideológico y religioso que permitiera desviar la atención de la terrible derrota que había sufrido el feudalismo europeo en Oriente Medio.
El Grial, depositado en la catedral de Valencia |
La serpiente de la mora
En esta zona abundan las historias de brujas. La más conocida es "la serpiente de la mora" (a veces a esta mujer se la representa como una mora y a veces como una bruja).
Cuenta la leyenda que un pastor descubrió una cueva y penetró en ella. Encontró a una mujer que tenía el cuerpo de serpiente y que se estaba peinando mirándose en un espejo. En la estancia había muchos tesoros, pero fue un cáliz lo que llamó especialmente la atención del pastor.
Como la mujer estaba concentrada en su peinado, el pastor aprovechó la ocasión para hacerse con el cáliz y salir rápidamente de la cueva. Pero la mujer se dio cuenta rápidamente de lo que pasaba y salió en persecución del ladrón.
Este llegó corriendo a la iglesia de San Pedro de Siresa, pidió al santo que le protegiera y que abriera las puertas de la iglesia. Cuando el pastor estaba dentro del templo, las puertas volvieron a cerrarse. La mujer-serpiente no pudo entrar, dio un enorme coletazo, cuya huella quedó para siempre grabada en uno de los sillares (posiblemente la huella es la de un fósil).
La huella de la serpiente mora (foto: http://www.piedras-sagradas.es/piedra-de-la-culebra-siresa/#!) |