El castillo
Un poco de historia
La presencia humana en la zona de Valderrobres está documentada desde el Neolítico, cuando el hombre se hace sedentario y comienza a practicar la agricultura y la ganadería, dejando la caza y la recolección como actividades cada vez más secundarias. Es un período que en la comarca del Matarraña se puede establecer entre el quinto milenio a.n.e. y el segundo milenio a.n.e.
En Valderrobres encontramos como pertenecientes al Neolítico:
Sílex en la zona de la Magdalena. A destacar el taller de sílex de Les Pedrinyeres y los restos de esta roca encontrados por toda esta partida. Por otra parte, esto nos lleva a pensar que la cueva-ermita de la Magdalena fue un centro de culto desde la Prehistoria.
Enterramiento de 13 personas con los cráneos perforados por puntas de flecha de sílex.
El grabado de la diosa-serpiente del entorno de la ermita de Todos los Santos.
La roca del segundo piso del castillo, con sus cazoletas, sería un lugar sagrado en el Neolítico tan arraigado en la población que durante la edificación del castillo en la Edad Media no se atrevieron a tocarlo. Y ahí se ha mantenido a lo largo de los siglos.
En la Edad Media, Valderrobres ocupó un lugar estratégico de primer orden cuando se convirtió en puesto fronterizo en las luchas entre musulmanes y cristianos. De hecho, la ubicación de esta localidad no es casual: domina una parte de la cuenca del río Matarraña y controla los pasos y caminos de Els Ports de Beceite y los que van a la costa mediterránea en dirección Morella.
El castillo
En 1170 Alfonso II de Aragón conquistó toda la comarca del Matarraña a los musulmanes y en torno a un torreón defensivo -posiblemente de origen árabe- se levantó el actual castillo de Valderrobres. Así comenzó el magnífico conjunto del castillo-iglesia de la localidad.
Era un momento de grandes conflictos, pues la España musulmana estaba dominada por los almohades, que habían pasado el Estrecho con la finalidad de detener el avance de los reinos cristianos hacia el sur. Valencia era un centro almohade importantísimo, que frenaba la expansión de la recién formada Corona de Aragón. Alfonso II llevó su empuje militar también a Gandesa, Horta de Sant Joan y llegó hasta el Mediterráneo por Ulldecona. Tortosa ya había sido conquistada por Ramón Berenguer IV en 1148.
Vencidos los almohades en 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa, Valderrobres mantuvo su importancia estratégica como cabeza de puente para la conquista de Valencia en la primera mitad del siglo XIII.
En 1175 Alfonso II donó este territorio al arzobispado de Zaragoza, a cuyo frente se encontraba Pedro de Torroja; en el documento de donación ya se hacía referencia a la necesidad de construir un castillo, lo que se realizó de inmediato.
La repoblación de la comarca corrió a cargo de Fortún Robert, conde de Aragón y canónigo de la Seo de Zaragoza, a quien Pedro de Torroja cedió Valderrobres en régimen de tenencia. En 1183 se concedió la Carta de Población de la localidad, que se rigió por el fuero de Zaragoza, al tiempo que la denominación ‘Valderrobres’ aparecía como tal en los documentos de la época.
Plafón informativo
Aunque Fortún Robert dividió el dominio del término entre su hija y un sobrino, en 1237 la tenencia fue comprada por Lope Guillermo de Oteyza, descendiente de la hija. Se inició el gobierno de la familia Oteyza, que se extinguirá en 1307, y entonces el monarca y el obispo de Zaragoza entraron en litigio por el dominio de las tierras de Valderrobres. De este enfrentamiento saldrá vencedor el segundo. El dominio eclesiástico se mantendrá hasta el siglo XIX, hasta la Ley de 1811 de abolición del régimen señorial y la Desamortización de 1837. A comienzos del siglo XIV, pues, el arzobispo Zaragoza se reafirma como el señor feudal de Valderrobres: comenzó la construcción del castillo e iglesia góticos tal como hoy los conocemos.
Más que un castillo se edifica una residencia para el arzobispo, pues las necesidades defensivas habían desaparecido desde la conquista de lo que se llamará Reino de Valencia y de amplias zonas de la provincia de Teruel. Aparte del arzobispo, el castillo también estaba a a disposición de los señores feudales que iban y venían de Aragón o Cataluña a las comarcas valencianas.
"La obra fue realizada en dos fases, la primera, entre 1321 y 1349, coincide básicamente con el arzobispado de don Pedro López de Luna y abarca casi toda la iglesia más alguna pared de la parte baja del castillo (…). La segunda se ejecutó entre 1390 y 1415, coincidiendo con el arzobispado de don García Fernández de Heredia y del Papa Luna y en ella se construyó la zona alta del campanario, el hastial de la iglesia y la mayor parte del castillo" (Manuel Siurana, Guía interptetativa de la iglesia y del castillo de Valderrobres, ed. Centro de Estudios Bajoaragoneses). El Papa Luna trajo 59 esclavos musulmanes para trabajar en las obras.
En 1390 el arzobispo García Fernández hizo la transformación del edificio en un palacio: reconstruyendo y ampliando la planta baja. Las obras se paralizaron con el asesinato de García Fernández en 1411, pero se reanudaron de nuevo en 1430 con el arzobispo Dalmau Mir y Cervellón (1431-1456), quien finalizó la iglesia, reformó la segunda planta del castillo, terminó las estancias altas y el muro del patio de armas con sus accesos. Dalmau Mir fue uno de los grandes mecenas del arte y la cultura del cuatrocientos.
El asesinato del obispo García Fernández se inscribe en las luchas por la sucesión de la corona, que terminarían en el Compromiso de Caspe de 1412.
En 1390 el arzobispo García Fernández hizo la transformación del edificio en un palacio: reconstruyendo y ampliando la planta baja. Las obras se paralizaron con el asesinato de García Fernández en 1411, pero se reanudaron de nuevo en 1430 con el arzobispo Dalmau Mir y Cervellón (1431-1456), quien finalizó la iglesia, reformó la segunda planta del castillo, terminó las estancias altas y el muro del patio de armas con sus accesos. Dalmau Mir fue uno de los grandes mecenas del arte y la cultura del cuatrocientos.
El asesinato del obispo García Fernández se inscribe en las luchas por la sucesión de la corona, que terminarían en el Compromiso de Caspe de 1412.
Plano del castillo y la iglesia, según el plafón informativo
Unos años más tarde, el arzobispo Fadrique paralizó de nuevo las obras por su elevado coste. Se trataba de los proyectos de los maestros Juan de Gil y de Juan de la Mira. Aún en 1429 las Cortes de la Corona de Aragón se reunieron en este castillo-residencia entre octubre y diciembre, siendo monarca Alfonso V el Magnánimo. También sirvió el edificio de prisión de Ximeno Capdete, prior de la Seo de Zaragoza, que se hizo famoso porque se escapó sobornando a los carceleros a través de un pasadizo más tarde conocido como “la mano peluda”.
Hernando de Aragón (1539-1575), ya en el siglo XVI, finalizó el palacio en su forma actual y fue el constructor de la gran cocina. A partir de este momento, el castillo tenía ya como único uso el de servir de residencia del arzobispo de Zaragoza, siendo tan poco utilizado que en realidad quedó abandonado. No obstante, aún en 1656 tuvo lugar aquí el sínodo diocesano, siendo arzobispo Juan Cebrián.
Fachada principal
En el siglo XIX, la desamortización de Mendizábal de 1835 hizo que el castillo pasase a propiedad del Estado y quedase en total abandono, a merced de expolio y de la ruina. Las guerras carlistas también le afectaron seriamente, pues las partidas de Cabrera fijaron en él su residencia.
En 1931 fue declarado Monumento Nacional, a pocos días de declararse la II República, y no es hasta los años 80 del siglo pasado que comienza la restauración, con la vuelta de la democracia. Desde 1991 es sede de actos culturales: exposiciones, congresos, eventos musicales, teatro, danza… Desde 2003 quedó restaurado el patio de armas y el muro contraterreno.