Leyendas
Los templarios custoridaron la espada del Cid en el castillo
En el
castillo permaneció durante muchos años la espada del Cid, 'Tizona', custodiada
por los templarios. El Cid había casado a su hija Cristina con Ramiro Sánchez,
uno de los señores de Monzón; el hijo de ambos sería García Ramírez, rey de
Navarra.
Hasta 8 túneles comunican el castillo con el exterior
La leyenda
cuenta que los templarios excavaron 8 galerías subterráneas. En ellos los
miembros de la Orden celebraban sus ceremonias secretas. Se dice que el
disponer de estos subterráneos les permitió resistir el largo asedio de las
tropas de Jaime II cuando fue ordenada la disolución de la Orden. Uno de los
túneles llegaba hasta la iglesia de Santa María; otros que terminaban en los
barrios de la Trinidad y Santo Domingo y el que alcanzaba la ermita de Santa
Quiteria, a una altura superior a la del propio castillo. Los túneles permitían
a los templarios proveederse de víveres y realizar incursiones por todo el
territorio del término de Monzón.
Plano de castillo. Fuente: cartel informativo del castillo de Monzón
Algunas de
las leyendas están asociadas a Jaime I, durante su estancia en el castillo en
su niñez. Un día, el rey escapó por uno de los túneles de los Dormitios, llegó
al río Cinca y lo atravesó a nado. En otra ocasión, el rey se dirigía a un
santuario cercano acompañado de su tutor -el comendador Guillén de Montrodón- y
otros caballeros templarios y, en el camino, junto a una fuente, se encontraron
con un ermitaño, quien le dijo a Jaime I que sumergiese en las aguas de aquel
manantial la espada Tizona que el grupo llevaba y que ello le proporcionaría
grandes éxitos en todas las batallas que el monarca habría de emprender en su
vida.
El fantasma del último comendador, Bartolomé de Belvís
El fantasma del último comendador, Bartolomé de Belvís
El último
comendador fue Bartolomé de Belvís, con el que el castillo se rindió a las
tropas de Jaime II tras la disolución de la Orden del Temple a comienzos del
siglo XIV. Se cuenta que algunas noches de finales de mayo aparece este
comendador en forma de una figura blanca con el rostro ensangrentado, gritando
y dando fuertes golpes en las paredes. Es su protesta por la injusta disolución
de la Orden del Temple y por la terrible represión que le siguió.