Iglesia del Santo sepulcro. Torres del Río (Navarra)
El interior
De los 50 capiteles que tiene este templo, sólo hay dos historiados (Descendimiento de la Cruz y Visita de las tres Marías al Sepulcro), así como dos ménsulas en el arco triunfal (la fiera devorando un animal y el sileo o sátiro)
Alrededor de la bóveda aparecen inscritos los nombres de varios apóstoles y la frase “Me fecit”, aduciendo al constructor del edificio. También, un rostro humano y una cruz floreada.
El "Me fecit" (me hizo) alude al constructor del edificio |
La imagen de Cristo crucificado preside el ábside. Es de comienzos del siglo XIII y mide 98 cm. Es una obra de gran belleza, de cierto realismo y en la que Cristo parece más bien estar durmiendo plácidamente que estar sufriendo la tortura de la crucifixión.
En el interior el observador se dará cuenta de que esta obra tiene un sistema de proporciones muy armonioso y una gran perfección arquitectónica.
Numerología
Reproducimos el estudio de Javier Martínez de Aguirre y Leopoldo Gil Cornet “Torres del Río. Iglesia del Santo Sepulcro” sobre relaciones numéricas de esta construcción:
“¿Quedó algún papel a la aritmética? Hasta el momento hemos comprobado que el número predilecto ha sido el ocho: los ocho lados de los octógonos, interior y exterior, y las ocho puntas de cada una de las dos estrellas (las formadas por los dos cuadrados y los cuatro triángulos entrecruzados). (…) Cabría pensar que también se quizo utilizar el doce (cuatro triángulos).
Detalle del interior |
“(…) Es comprobable que el lado del octógono interior, viene a tener entre esquina y esquina 2,95 m, lo que supone diez veces la medida del pie romano (29,5 m), el utilizado según Conant en importantes edificios románicos como Cluny. Y que la apotema de dicho octógono (aproximadamente 3,55 m), además de resultar al multiplicar por doce dicho pie romano (3,54 m), era la medida de la pértiga, que sabemos fue empleada como unidad en la Navarra medieval. Más todavía: algunas de las medidas básicas en la edificación, hasta ahora no consideradas, coinciden con lo hasta ahora dicho. En concreto, el intradós de ls arcos que definen la bóveda, tiene como promedio 30 cm de ancho, medida muy cercana otra vez al pie romano. De ser así, habrían empleado una unidad de medida muy difundida en la Europa culta, multiplicándola por números redondos como diez o doce.
“(…) El diámetro de la circunferencia básica también ofrece una lectura simbólica, pues sus 9,93 cm se aproximan con un margen de error del 0,3% al resultado de multiplicar por treinta y tres el módulo de 30 cm que fue utilizado para trazar los nervios. Treinta y tres fueron los años que vivió Cristo en la Tierra.”
Las ventanas con celosía y un castillo encima (la Jerusalén Celestial) |
El número 8
El 8, que se convierte en 9 al sumarle el centro, simboliza la perfección. El octógono se origina por la rotación de dos cuadrados: es la marcha del cuadrado hacia el círculo, la marcha hacia la espiritualidad suprema. Los celtas construyeron templos octogonales; en el hiduísmo los centros sagrados siguen el simbolismo del 8x8. Platón coloca 8 esferas rodeando el pilar luminoso de los cielos. La propagación de la energía telúrica a partir de un punto central forma a veces un octógono, como es el caso de la iglesia de Torres del Río.
Nombres de apóstoles en la parte baja de la bóveda |
La bóveda central
La bóveda central es un bello ejemplo de bóveda musulmana, en concreto de las que cubren la mezquita de Córdoba, aunque también cabe la posibilidad de la influencia de la Aljafería de Zaragoza. Sus constructores debieron ser musulmanes que permanecieron en estas tierras tras su reconquista por los cristianos (mudéjares), cuya capacidad y pericia profesional era muy superior a la de los constructores cristianos de la época.
La bóveda central es un bello ejemplo de bóveda musulmana |
Los 8 arcos se entrecruzan y forman una estrella que forman un octógono en el centro de la bóveda. Ocupa el espacio entre los arcos 8 celosías por las que entra la luz, coronadas por pequeñas torres que posiblemente hacen referencia a la Jerusalén Celestial. Asimismo, en estos arcos vienen pintados los nombres de apóstoles y también un “Me fecit” que alude al maestro constructor de esta iglesia.
El espacio central de la bóveda estuvo abierto en otros tiempos, para conseguir una luz cenital (desde arriba), algo muy poco habitual en el Románico y que produciría un efecto lumínico extraordinario en el interior del templo.
El arco triunfal
El arco triunfal presenta a ambos lados dos capiteles historiados, que son los únicos de estas características del total de 50 capiteles que podemos contemplar en esta iglesia: el Descendimiento de la Cruz y la Visitación de las Tres Marías al sepulcro de Jesús.
La escena del Descendimiento presenta al fondo un edificio que representa a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén.
El Descendimiento. María Magdalena abrazando el cuerpo de Cristo. A ambos lados del capitel, un personaje con libro cerrado |
Las ménsulas: el monstruo que devora y el hombre feliz
En las ménsulas encontramos dos figuras que simbolizan diversos estados de conciencia. Las podemos contemplar si nos colocamos mirando al ábside, donde está el altar mayor, y con nuestro cuerpo orientado al lado Este del templo.
El monstruo que devora un animal, como en tantas figuras del románico muchas veces a la entrada de las iglesias, simboliza la transformación (la muerte y renacimiento) de la persona que se encuentra en este lugar gracias y que alcanza tal transformación tras una serie de ritos.
El animal que devora representa el ciclo de muerte/resurrección espiritual que tiene lugar en este templo |
El personaje burlón simboliza un estado superior de conciencia, por encima de los demás (y por eso se permite hacernos mofa), en el que ser humano vive en continua alegría y felicidad. Está inspirado en el sileno, un personaje de la mitología griega que siempre está contento gracias a su estado de embriaguez (ha tomado alguna sustancia, diríamos con más rigor). El sileno era un ser muy sabio con el don de la profecía y que, por ello, vivía en un estado de felicidad continua. Concedió al rey Midas la facultad de transformar en oro todo lo que tocase (estamos hablando, pues, de la transmutación alquímica).