Los suevos en Hispania.
Evolución política del reino suevo.
Hermerico 409-441
Hermerico tuvo el reinado más largo de todo el periodo suevo.
Rekhila 438-448
Rekhila heredó el poder de su padre Hermerico, tres años antes de la muerte de éste; seguramente el motivo es que la condición para ser monarca era estar en plenas condiciones para dirigir el ejército. Rekhila reinó durante 10 años, el segundo reinado más largo después del de su padre.
En el 438 Rekhila inició una campaña de expansión fuera de la Gallaecia. Los vándalos habían pasado a África y había mucha riqueza en el sur peninsular. Para guardarse las espaldas, firmó con la aristocracia autóctona de la Gallaecia un acuerdo de paz en el 440. Aunque comenzó dirigiéndose al oeste y llegando a Burgos en el 438, a continuación siguió hacia el sur, conquistando en 439 Mérida (capital de la Lusitania) y Mértola, tras vencer en el río Genil a las tropas hispanorromanas mandadas por un tal Andevoto. En 440 tomó prisionero en Mértola a Censorio, que había sido enviado como embajador del Imperio; lo retuvo en Sevilla unos años hasta que lo asesinó en el 449. La conquista de Mérida tuvo gran importancia, pues era la ciudad más rica y ocupaba una posición estratégica esencial, además de ser la sede del ‘vicarius Hispaniae’, lo que convertía a los suevos de hecho en ‘vicarius’ de Roma. La conquista de Mértola también era de gran importancia, pues se trataba de un puerto fluvial sobre el Guadiana previo a Mérida. Con ambas localidades, los suevos controlaban la salida al Atlántico de una de las vías comerciales más importantes de la Península.
En el 438 Rekhila inició una campaña de expansión fuera de la Gallaecia. Los vándalos habían pasado a África y había mucha riqueza en el sur peninsular. Para guardarse las espaldas, firmó con la aristocracia autóctona de la Gallaecia un acuerdo de paz en el 440. Aunque comenzó dirigiéndose al oeste y llegando a Burgos en el 438, a continuación siguió hacia el sur, conquistando en 439 Mérida (capital de la Lusitania) y Mértola, tras vencer en el río Genil a las tropas hispanorromanas mandadas por un tal Andevoto. En 440 tomó prisionero en Mértola a Censorio, que había sido enviado como embajador del Imperio; lo retuvo en Sevilla unos años hasta que lo asesinó en el 449. La conquista de Mérida tuvo gran importancia, pues era la ciudad más rica y ocupaba una posición estratégica esencial, además de ser la sede del ‘vicarius Hispaniae’, lo que convertía a los suevos de hecho en ‘vicarius’ de Roma. La conquista de Mértola también era de gran importancia, pues se trataba de un puerto fluvial sobre el Guadiana previo a Mérida. Con ambas localidades, los suevos controlaban la salida al Atlántico de una de las vías comerciales más importantes de la Península.
En el 441 conquistó Sevilla (capital de la Bética), con los que añadió a sus dominios la Bética y a continuación la Cartaginense. Es el momento en que Rekhila trasladó la capital de Braga a Mérida.
El reino suevo abarcaba, al menos desde el punto de vista de la hegemonía –pues otra cosa sería hablar de estructuras de Estado, que no existen- sobre toda la Península Ibérica exceptuando la Tarraconense, muy protegida por las tropas visigodas. El reino suevo había alcanzado su máxima extensión. Lo más probable es que los suevos se dedicaran a realizar expediciones de saqueo a partir de algunas bases militares establecidas en las principales ciudades (Sevilla, Mérida…).
Los suevos se estaban aprovechando de que la rebelión bagauda estaba en su apogeo y centraba toda la atención de las autoridades romanas. A pesar de ello, se produjo un intento de las tropas imperiales y visigodas en el 446 al mando de Vito –que tenía el cargo de ‘magister utriusque militae’-, pero no consiguió echar a los suevos del sur de la Península. No obstante, la población civil se resintió fuertemente de esta campaña: las tropas de de Vito saquearon la Bética y la Cartaginense; después de la victoria de los suevos, éstos volvieron a saquear estas dos provincias.
Rekhiario 448-456
Rekhiario, hijo y sucesor de Rekhila (muerto en Mérida en el 448), se casó con una princesa visigoda, para congraciarse con el Reino Visigodo de Tolosa. También se convirtió al catolicismo –y con él todo el pueblo suevo-, para buscar el apoyo de las aristocracias provinciales hispanorromanas, que profesaban esa religión, aunque ello le costó la oposición de algunos sectores de la aristocracia sueva, entre ellos miembros de su propia familia. Era el intento de consolidar un reino suevo que dominara casi toda la Península. También fue el primer rey suevo que acuñó moneda propia: son monedas de plata (silicuas) con la imagen y el nombre del emperador Honorio, y la leyenda ‘IUSSU RECHIARI REGES’. De esta manera, el suevo aparecía como continuador del Imperio romano.
No obstante, después de su boda apoyó una revuelta de los bagaudas (campesinos pobres de la Tarraconense), dedicándose al pillaje y al saqueo por esta zona, llegando hasta Cantabria y el País Vasco. Cuando los bagaudas fueron vencidos por las tropas visigodas, que actuaban en nombre de Roma, Rekhiario firmó en el 453 la paz con los romanos –representados por el ‘comes Hispaniarum’ Mansueto-, por la que renunciaba a nuevas incursiones por la Tarraconense y les entregaba la provincia de la Cartaginense. De esta forma Roma recuperaba el control sobre la costa mediterránea, fundamental para el comercio y para la hegemonía militar en la zona.
La derrota de Atila en el 451 y la liquidación de la amenaza de los hunos sobre Occidente, dio nuevas fuerzas a Rekhiario y le hizo cambiar de política. En el 456 invadió de nuevo la Cartaginense y la Tarraconense, con grandes saqueos y toma de cautivos que eran vendidos como esclavos. El pretexto era que el emperador Valentiniano III había muerto y ello invalidaba, según Rekhiario, el tratado de paz firmado. Entonces intervinieron los visigodos con su rey Teodorico II al frente, defendiendo el “orden” romano, derrotando a los suevos el 6 de octubre del 456 en la batalla del río Órbigo, cerca de Astorga, para, a continuación hacer retroceder a los suevos hasta Braga. Después de saquear esta ciudad el 28 de octubre y ejecutar a Rekhiario en Oporto en diciembre y a continuación a sus seguidores más destacados en varias partes del país, los visigodos nombraron como gobernador de los suevos a Agiulfo en la ciudad de Portucale. Del saqueo de Braga no se libraron ni suevos ni hispanorromanos, ni sacerdotes ni lugares sagrados; Hidacio mostró su decepción ante unas tropas que actuaban en nombre de la civilizada Roma. Dozy nos cuenta estos hechos de la siguiente manera: “Los visigodos vinieron a combatir a los suevos, venciéndoles en una gran batalla a las orillas del Orvigo. Para los gallegos esto fue, más bien que una liberación, un nuevo peligro. Los visigodos saquearon Braga, y aunque no derramaron sangre, redujeron a la esclavitud a multitud de ciudadanos, convirtieron las profanadas iglesias en caballerizas, y despojaron a los clérigos absolutamente de todo, hasta de su último vestido. Y así como los habitantes de la Tarraconense se habían hecho bagaudas, los de Braga y sus alrededores se organizaron en partidas de ladrones. En Astorga, los visigodos se mostraron más despiadados todavía. En el momento en que se presentaron delante de las puertas de la ciudad, se encontraba ésta en poder de una banda de partidarios que pretendía combatir por Roma. Habiendo pedido y logrado entrar como amigos, hicieron una horrible matanza, se llevaron en calidad de esclavos a una multitud de mujeres, niños y eclesiásticos, entre los cuales se encontraban dos obispos, demolieron los altares, quemaron las casas y desvastaron los campos de los alrededores. Palencia tuvo la misma suerte. Luego sitiaron a un castillo poco distante de Astorga; pero la desesperación había dado valor y fuerza a los gallegos, y la guarnición de este castillo se defendió tan bien que sostuvieron victoriosamente un largo asedio.” (R.P.Dozy, Historia de los musulmanes en España, tomo II, ediciones Turner)
En lo que respecta a Hidacio, su conclusión era clara: “El reino de los suevos fue destruido y eliminado”. Por su parte, los visigodos se sentían muy unidos al Imperio Romano, pues el nuevo emperador desde el 455, de nombre Avito, provenía de las Galias y había sido aupado al trono imperial por Teodorico II.
Después de conquistar la Gallaecia, los visigodos se dirigieron hacia el sur y tomaron Mérida, capital de la Lusitania, expulsando a los suevos. El obispo de Mérida, un tal Salino, que estaba exiliado en la Galia desde que los suevos tomaron la ciudad, regresó a su sede. Una guarnición visigoda quedó con carácter permanente en Mérida como autoridad civil, como lo demuestra que el ‘dux’ visigodo Salla y el obispo emeritense Zenón decidieran reparar la muralla y reconstruir el puente sobre el Guadiana hacia finales del siglo V. En el 459 Teodorico envió más contingentes de tropas a la Bética, para reforzar su posición en la región.
Se había acabado el momento de mayor esplendor del reino suevo, que había llegado a dominar casi toda la Península Ibérica, y comenzó una fase de decadencia, en la que los suevos quedan arrinconados en el noroeste peninsular, hasta su liquidación un siglo más tarde.
Fuente: www.infoescola.com
Agiulfo 456-457
Al cabo de un año, Agiulfo se proclamó rey (recordemos que mandaba sobre los suevos a título de gobernador impuesto por los visigodos) y se distanció de los visigodos, lo que le llevaría a la derrota militar y a la muerte en el 457. Su reinado fue muy agitado, pues desató la guerra civil y el caos en el noroeste peninsular. El reino se empobreció y mucha gente recurrió al bandidaje, particularmente acusado en el entorno de Braga, la ciudad más importante y rica del reino.
Maldrás 457-460
A continuación, el reino se dividió, eligiendo la zona norte a Frantan con capital en Lugo, y a Maldrás (457-459) la zona sur con capital en Braga. Finalmente, Maldrás (457-459) unificó el reino suevo y lo pacificó a sangre y fuego: saqueó Lusitania en el 457 ajusticiando a varios aristócratas hispanorromanos y luego le tocó el turno a Lisboa; en el año siguiente, muerto ya su rival Frantan, saqueó la parte de la Gallecia que limitaba con el Duero y la ciudad de Porto, ejecutando también a varios elementos de la aristocracia local.
La lucha por el poder continuó. En el 459 Madrás mató a un hermano suyo. El propia Madrás sería asesinado en febrero de 460.
Remismundo 460-469
Su hijo Remismundo (460-469) impuso la paz en 463 derrotando a Frumario (459-463), que había de nuevo dividido el reino, y convirtió a los suevos al arrianismo en el 465, en un intento de congraciarse con los visigodos, aunque ello les distanciaba de la población autóctona hispanorromana, que profesaba el catolicismo. En el 460 había atacado Lugo, ajusticiando a diversos elementos de la aristocracia hispanorromana que le eran contrarios: "una de las sus partidas penetró súbitamente en la sala en que deliberaba el consejo municipal, que se creía exento de todo peligro por ser Semana Santa: los desdichados miembros del consejo fueron degollados todos.” (R.P.Dozy, Historia de los musulmanes en España, tomo II, ediciones Turner). En el 467 saqueó Coninbriga: “Sorprendida en paz Coninbriga fue saqueada. Fueron destruidas las casas y una parte de las murallas, sus habitantes fueron castigados y dispersados; la tiempo que la ciudad fue desolado su territorio” (Hidacio). En el 468 tomó Lisboa, con la colaboración de parte de la aristocracia de la ciudad.
Parecía que el reino suevo trataba de expandirse de nuevo por la Lusitania, aparte de saquear todo lo que se les ponía por delante, por lo que se produjeron algunos enfrentamientos armados con los visigodos. Pero el intento de expansión no prosperó y entonces los suevos saquearon zonas de la Asturica, por el norte.
También restauró la capital del reino en Braga. Remismundo tenía sus bases en las zonas más occidentales de la Gallecia y era partidario de una política de acercamiento a los visigodos y a Roma, mientras que Frumario, con bases en el sur y el interior de la Gallaecia, no era partidario de acuerdo alguno. La intervención de los visigodos fue decisiva en este conflicto, pues Teodorico II envió un ejército al mando del cual estaban el ‘comes’ visigodo Sunierico y el ‘magister militum’ Mayoriano: después de atacar Lugo, se hicieron con Santarem (actual Portugal) y cuatro años después, tras la muerte de Frumario, quedaba como rey indiscutible Remismundo, con el apoyo de los visigodos. En estos momentos, las relaciones con los visigodos fueron muy estrechas, como lo revela el gran número de embajadas de visigodos que van y vienen a la Gallaecia, según relata Hidacio.
Requimundo
Con Requimundo la aristocracia local adopta una actitud de acercamiento a los suevos, y ello anima al rey a distanciarse de los visigodos. Este cambio de actitud de la aristocracia provincial se debe al debilitamiento del poder de Roma, pues cada vez se sienten menos protegidos por un Imperio que se está desmoronando.
Requimundo consiguió hacerse con Lisboa en 468 pacíficamente, con el consentimiento de la aristocracia de la ciudad, dirigida por un tal Lusidio. No obstante, unos meses antes los suevos habían saqueado la región de Conimbriga.
"Entre los años 469 y 510 los suevos consolidaron una frontera al norte del Tajo, quizá entre este río y el Mondego, mientras que hacia Oriente parecen haber estabilizado su territorio aproximadamente en la línea que marcaba la antigua vía romana que unía Mérida y Astorga, siguiendo al norte del Duero quizá la línea del río Esla hasta la Cordillera Cantábrica." (Díaz P.C., El reino suevo, editorial Akal)
Fuente: trianguloequidlatere.blogspot.com –
El “periodo oscuro” 469-550
Al morir Requimundo se inicia el llamado “periodo oscuro” hasta el 550, pues Hidacio interrumpe su Chrónica en el 469, y tampoco aparecen estos años en las crónicas de San Isidoro. De esta forma, desconocemos casi todo de estos años. Sólo tenemos el nombre de un monarca: Teodemundo.
En el 550 el rey era Charriarico, y el reino suevo aparece pacificado y estructurado socialmente, una situación muy distinta de la de 100 años atrás. "Si el vínculo consanguíneo se perdió con rapidez en la gens, debióse a que sus organismos en la tribu y en el pueblo degeneraron por efecto de la conquista. Sabemos que la dominación de los subyugados es incompatible con el régimen de la gens, y aquí lo vemos en gran escala. Los pueblos germanos, dueños de las provincias romanas, tenían que organizar su conquista. Pero no se podía absorver a las masas romanas en las corporaciones gentilicias, ni dominar a las primeras por medio de las segundas. A la cabeza de los cuerpos locales de la administración romana, conservados al principio en gran parte, era preciso colocar, en sustitución del Estado romano, otro Poder, y éste no podía ser sino otro Estado. Así, pues, los representantes de la gens tenían que transformarse en representantes del Estado, y con suma rapidez, bajo la presión de las circunstancias. Pero el representante más propio del pueblo conquistador era el jefe militar. La seguridad interior y exterior del territorio conquistado requería que se reforzase el mando militar. Había llegado la hora de transformar el mando militar en monarquía, y se transformó." (F.Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, editorial Nuestra América)
Charriarico (ó Karriarico o Carriarico) 550-559
Con este rey lo suevos dejan el arrianismo y se convierten al catolicismo. El gran impulsor de la conversión fue Martín de Braga (c.520-580), que llegó a la Gallaecia enviado por los bizantinos (lo podemos calificar de “agente” bizantino), enfrentados a los visigodos, que profesaban el arrianismo. Los bizantinos buscaban la hegemonía en Occidente para dominar el comercio mediterráneo, combatiendo a los vándalos en el norte de África (zona de gran producción agraria), a los ostrogodos de Italia y a los visigodos en Hispania.
La conversión al catolicismo también era del agrado de los francos merovingios, que igualmente eran enemigos de los visigodos.
La llegada de Martín de Braga a Gallaecia coincide con la conquista por los bizantinos del sureste de la Península, para formar la provincia de Spania. Por otra parte, Martín había vivido una temporada en Bizancio. Respecto a los merovingios, sus relaciones comerciales con los suevos eran muy frecuentes (la línea marítima Burdeos-Galicia era una vía comercial importante) y entre los hispanorromanos de la Gallaecia existía un culto muy extendido a San Martín de Tours.
Todo ello apunta a una postura enfrentada de los suevos con los visigodos, y en la búsqueda de una mayor base social entre la población autóctona, que era católica y que, como decimos más arriba, estaba deseosa de tener buenas relaciones con los invasores suevos, pues Roma era ya tan sólo un recuerdo lejano. El pretexto fue que, gracias a la invocación de San Martín de Tours, un hijo del rey se había curado de una grave enfermedad. Las reliquias de este santo fueron trasladadas a territorio suevo.
Martín de Braga dirigió su actividad especialmente a los sectores campesinos, muy influidos por el priscilianismo y los cultos paganos en general; escribió por tal motivo el “De correctione rusticorum”. Reorganizó la iglesia y de esta forma los suevos contaron un con “Iglesia nacional”: dividió el reino en 13 diócesis (Britonia; Lucus Augusti; Laniobrense; Iria Flavia; Tudae; Auriensis; Asturica Augusta; Dumiun; Portucale; Lamecum; Viseum;Conimbriga; Egitania), agrupándulas en dos distritos o “provincias eclesiásticas (una en la zona sur con sede en Braga, y otra en la zona norte, con sede en Lugo).
La nueva Iglesia católica sueva celebró dos concilios: uno en mayo del 561 y otros en junio del 572. El primero trató del problema priscilianista y otros problemas de organización interna. El segundo, convocado por el rey Miro, dotó a la Iglesia sueva de un derecho canónico, a imitación de los de la Iglesia griega.
Respecto al priscilianismo, la entrada de los bárbaros por todo el Imperio romano le dio un cierto respiro, pues la Gallaecia consigue una situación de verdadera independencia política respecto a Roma. El papa San León Magno intentó combatir el movimiento, con poco éxito, convocando un sínodo en Caldas de Reyes. En 561 el Concilio de Braga condena las tesis heréticas; el obispo Lucrecio manifiesta que la Gallaecia es un lugar habitado por “hombres ignorantes” y situada “en el mismo fin del mundo”, donde la “pestilencia” de la herejía, había invadido “las últimas regiones de esta provincia” (Francisco Javier Fernández Conde, Prisciliano y el priscilianismo. Historiografía y realidad, Internet). Aún se celebrará un nuevo concilio en Braga en el 567, en el que se resuelve: “si alguien cree que las almas o los ángeles están hechos de sustancia divina, como dijeron Prisciliano y Manes, sea anatema si alguien sostiene, con los gentiles y Prisciliano, que las estrellas mandan a los hombres, sea anatema; si algún clérigo o monje vive acompañado por mujeres que no lleven su misma sangre, como hacen los priscilianistas, sea anatema”. En el siglo VI una prueba de priscilianismo era negarse a comer carne o vestir de forma humilde. En el IV Concilio de Toledo de 683, los visigodos aún hacen referencias al priscilianismo, al condenar la costumbre de no cortarse el pelo por parte de los clérigos gallegos.
Ariamiro (559-561)
Convocó el I Concilio de Braga, en 561.
Teodomiro 561-570
Para San Isidoro fue el primer rey suevo católico, aunque parece que el tema ya viene de su antecesor Ariamiro o de Charriarico. San Martín de Braga construyó varios monasterios, entre ellos el de Dumium, cercano a Braga y del que fue abad; finalmente sería obispo de Braga en el 567.
Fuente: bibliotecas1978.wordpress.com -
La colonia bretona
Entre finales del siglo V y comienzos del siglo VI, gentes celtas provinentes de Gran Bretaña huyendo de los invasores pictos, escotos y, muy especialmente, de los germanos, se instalaron en las zonas costeras de la actual Galicia, entre el río Eo y la ría de El Ferrol. Este colectivo tuvo una diócesis propia en Britonia (la actual parroquia de Santa María de Bretoña, en Pastoriza, Lugo), y su obispo Malloc participó en los Concilios de Braga del 561 y 562. Podemos ver la huella de los bretones en el folclore del territorio que ocuparon.
Miro 570-583
Su reinado se inicia con un ataque de los visigodos de Leovigildo en 572-575, intentando hacerse con la totalidad del territorio peninsular. Era la respuesta de Leovigildo a varias incursiones de saqueo del rey suevo entre astures y a cántabros en territorios de la antigua Cartaginense. Primero expulsó a los suevos al norte del Duero y fundó Toro (Villa Gothorum) como fortaleza de frontera; luego atacó a los cántabros, seguramente tributarios de los suevos, con lo que pudo entrar en territorio suevo sin peligro de que le atacaran por la espalda. En la zona de León y Orense existían una serie de señoríos independientes; Leovigildo logró hacer prisionero a un señor local, de nombre Aspidius, que gobernada un pueblo conocido como araucones o aregenses. En 575 Leovigildo tomó la zona de Orense y el sureste del reino suevo; en el 576 toma Oporto y Braga y la zona del valle del Duero.
Miro se vio en la obligación de solicitar la paz a Leovigildo, que se firmó en el 577, como un vasallaje del reino suevo al reino visigodo. Pero la insurrección de los campesinos de Sierra Morena probablemente detuvo el avance de Leovigildo por las tierras del noroeste.
Cuando Hermegildo se rebela contra su padre Leovigildo en el 580, con la tema de la religión católica de por medio, Miro vio la ocasión de la revancha y avanzó con su ejército hacia el sur a socorrer al hijo rebelde. Hermenegildo buscaba la alianza de los bizantinos, pero Leovigildo logró sobornar al comandante del ejército bizantino en el sureste peninsular. Sólo le quedaba a Hermenegildo el posible apoyo de los suevos.
Finalmente Miró fue derrotado, tuvo que jurar fidelidad a Leovigildo y murió en Sevilla o una vez retirado a Galicia en el 583.
Fin del reino suevo
A Miro le sucedió su hijo Eborico. En el 583 firmó un tratado de paz con Leovigildo. Esta supeditación a los visigodos no era muy del agrado de la aristocracia sueva, por lo que al año siguiente fue destronado por su cuñado Andeca u Odiacca y recluido en un monasterio. Para fortalecer su posición Andeca se casó con la viuda de Miro, de nombre Siseguntia, quien a su vez era hija del rey franco de Borgoña, con lo que parece que quería reforzar su alianza con este pueblo franco, consciente del inminente peligro que suponían los visigodos.
Leovigildo invadió el reino suevo en el 585, una vez que había terminado con la rebelión de Hermenegildo. Después de la usurpación de Andeca, los tratados de amistad firmados con Miró y con Eborico eran papel mojado. Los suevos recibieron ayuda de los francos, en forma de un conjunto de naves con tropas, armas y dinero. Finalmente, Leovigildo tomó prisionero a Andeca, le hizo tonsurar (eso le invalidaba para reinar y su única salida era ingresar en un monasterio). Leovigildo saqueó el territorio suevo, se quedó con el tesoro real, hizo quemar las naves que hacían el camino comercial con el reino de Borgoña (con quien los visigodos estaban en guerra en este momento), y obligó a que los suevos volvieran al arrianismo.
Aquí se acaba el reino suevo sobre territorio de la Península Ibérica, que pasó a ser una provincia más del reino visigodo de Toledo. Tan sólo hubo un conato de rebelión unos años después, dirigida por Malarico, fácilmente controlada. Se restablecieron los obispos arrianos en Viseu, Lugo, Tuy y Oporto, aunque estuvo permitida la actividad normal de la Iglesia católica, sin represión alguna.