EL DIOS-SOL DE TORRE DEL COMPTE (TERUEL)


- Algunos datos sobre las sociedad patriarcales



En el Neolítico, a un cierto grado de desarrollo económico corresponde el fortalecimiento del papel del hombre frente al de la mujer y la aparición de la propiedad privada. Conforme crecen los ganados, es el hombre quien los cuida y no la mujer. La práctica de la agricultura y la ganadería produce unos excedentes económicos que, finalmente, una minoría se los apropia: surge la propiedad privada, la familia como garantía de la continuidad de esa propiedad y las primeras formas embrionarias de Estado. Al desarrollo económico neolítico le es inherente la guerra entre tribus vecinas: para garantizar los pastos a ganados cada vez mayores; para aumentar las zonas de cultivo con que alimentar a una población en crecimiento; en una fase más avanzada, para tomar prisioneros de la tribu vecina y hacerles trabajar (origen del esclavismo) ante la falta de mano de obra ... Y las guerras las hacen normalmente los hombres y no las mujeres (hay excepciones, no obstante). La parte más valiosa del botín de las guerras es lo primero que se apropian el jefe militar y sus ayudantes; el paso siguiente, basándose en la fuerza, es privatizar ganados y tierras de la propia tribu. El propio Aristóteles, en pleno desarrollo del Estado ateniense, dice que la guerra es una actividad económica más, junto a la agricultura o la ganadería.

El trabajo del hombre llega a ser, pues, mucho más productivo que el de la mujer. Se consolida así una aristocracia guerrera que llega a tener mucha más riqueza que el resto de la sociedad y detenta el poder político. La aristocracia guerrera va de la mano de la casta sacerdotal (a veces pueden ser la misma cosa), que justifica lo que está pasando con un sistema de creencias apropiado. Pasamos de jefes militares elegidos para hechos de guerra puntuales y asambleas populares, a jefes militares consolidados que liquidan a esas asambleas populares.

Cuando ésto sucede, el derecho matriarcal y el papel relevante de la mujer en la sociedad están heridos de muerte. Es la gran derrota, con mayúsculas, de la mujer en la Historia de la Humanidad. 

Consolidar una aristocracia por encima del resto de la sociedad exige que la herencia se haga por vía paterna. La mujer se "privatiza" y va a ser una servidora más del hombre. Ha pasado de tener un papel social e igualitario a tener un papel privado y subordinado. Se trata de garantizar la reproducción de esa aristocracia masculina. Las familias son comunidades donde, bajo el mismo techo, viven varias generaciones con el padre como jefe dominante.

Lo que conocemos como "Edad del Bronce" no es más que el momento de desarrollo de las sociedades de Europa Occidental y Oriente Medio en el que se afirma el dominio del hombre sobre la mujer, la propiedad privada y el dominio político de aristocracias que dan lugar a formas más o menos evolucionadas de Estados.



TEXTOS SOBRE EL PATRIARCADO

"Con arreglo al derecho materno, es decir, mientras la descendencia sólo se contaba por línea femenina, y según la primitiva ley de herencia imperante en la gens, los miembros de ésta heredaban al principio de su pariente gentil fenecido. Sus bienes debían quedar, pues, en la gens. Por efecto de su poca importancia, estos bienes pasaban en la práctica, desde los tiempos más remotos, a los parientes más próximos, es decir, a los consanguíneos por línea materna. Pero los hijos del difunto no pertenecían a su gens, sino a la de la madre; al principio heredaban de la madre, con los demás consanguíneos de ésta; luego, probablemente fueran sus primeros herederos, pero no podían serlo de su padre, porque no pertenecían a su gens, en la cual debían quedar sus bienes. Así, a la muerte del propietario de rebaños, estos pasaban en primer término a sus hermanos y hermanas y a los hijos de estos últimos o a los descendientes de las hermanas de su madre; en cuanto a sus propios hijos, se veían desheredados.
"Así, pues, las riquezas, a medida que iban en aumento, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue. Ello no resultó tan difícil como hoy nos parece. Aquella revolución -una de las más profundas que la humanidad ha conocido- no tuvo necesidad de tocar ni a uno solo de los miembros vivos de la gens. Todos los miembros de ésta pudieron seguir siendo lo que hasta entonces habían sido. Bastó decidir sencillamente que en lo venidero los descendientes de un miembro masculino permanecerían en la gens, pero los de un miembro femenino saldrían de ella, pasando a la gens de su padre. Así quedaron abolidos al filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno" (Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado)


"Una vez admitida oficialmente la relación entre el coito y el parto -un relato de este momento decisivo aparece en el mito hitita del cándido Appu - la posición religiosa mejoró poco a poco y se dejó de atribuir a los vientos o a los ríos la preñez de las mujeres. Parece ser que la ninfa o reina tribal elegía un amante anual entre los hombres jóvenes que la rodeaban, un rey que debía ser sacrificado cuando terminaba el año, haciendo de él un símbolo de la fertilidad más bien que el objeto de su placer erótico. Su sangre se rociaba para que fructificasen los árboles, las cosechas y los rebaños, y su carne era, según parece, comida cruda por las ninfas compañeras de la reina -sacerdotisas que llevaban máscaras de perras, yeguas y cerdas. Luego, como una modificación de esta práctica, el rey moría tan pronto como el poder del sol, con el que se identificaba, comenzaba a declinar en el verano, y otro joven, mellizo suyo, o supuesto mellizo -un antigua término irlandés muy apropiado es "tanist"- se convertía en el amante de la reina, para ser debidamente sacrificado en pleno invierno, y, como recompensa, reencarnarse en la serpiente oracular. Así comenzó la monarquía sagrada y, aunque el sol se convirtió en un símbolo de la fertilidad masculina una vez identificada la vida del rey con el curso de sus estaciones, siguió estando bajo la tutela de la Luna, así como el rey siguió bajo la tutela de la reina, al menos en teoría, hasta mucho tiempo después de haber sido superada la fase matriarcal." (Robert Graves, Los Mitos griegos, Alianza Editorial)