Románico de la comarca de Liébana y de Saja-Nansa
Lebeña, iglesia de Santa María
Un poco de Historia
El monasterio fue fundado en el año 924 por los condes de Liébana, Alfonso y Justa, seguramente sobre un lugar de culto precristiano anterior. La presencia de un tejo, árbol sagrado para las tribus cántabras, así parece indicarlo.
Don Alfonso pertenecía a la nobleza local, era nieto de Ordoño I de Asturias y sobrino de Alfonso III de Asturias y se había casado con una noble de Sevilla, doña Justa.
La iglesia está rodeada de vegetación y montañas. |
La iglesia de santa María es una de las más antiguas de Cantabria y constituye la muestra más importante de arte mozárabe en esta región. Se da el nombre de “mozárabes” a las gentes cristianas que vivían en territorio musulmán y que se desplazaron a vivir al norte, a territorio cristiano. Los mozárabes aportaron conocimientos y un estilo artístico propio. Santa maría de Lebeña es el ejemplo más destacado de arquitectura mozárabe de Cantabria y quizá de España.
En el Cartulario del monasterio de Santo Toribio de Liébana se recoge un documento del año 925 donde se relata que el conde y los 50 soldados que le acompañaban se quedaron ciegos cuando quiso trasladar por la fuerza los restos de Santo Toribio desde el monasterio de San Martín de Turieno (hoy Santo Toribio). La intención era construir una iglesia donde albergar los restos del santo, de gran renombre en la comarca, lo que le daría un gran prestigio. Pero el santo no pensaba igual: el castigo a los intrusos dejándolos ciegos era la señal de que no quería ser desplazado del lugar donde se encontraba. Los monjes tampoco eran partidarios del traslado de los restos y seguramente son los inventores de esta leyenda. Cuando los condes dieron todas sus posesiones a este monasterio, el conde recuperó la vista. Este es el texto, en castellano actual:
“En nombre de Dios. Sea notorio y manifiesto que yo el conde Alfonso y mi esposa, la condesa Justa, edificamos la iglesia de Santa María de Lebeña para trasladar el cuerpo de Santo Toribio a ella y mis siervos lo tomen y entierren, y como lo hubiesen tomado para enterrar, fui castigado por el juicio divino y quedé ciego hasta el presente, y mis soldados, que eran inocentes, al empezar a cavar con azadas quedaron también ciegos. Entonces ofrecí mi cuerpo y todo cuanto tengo en Liébana a Santo Toribio y a ti, abad Opila, y a los clérigos que allí sirven a Dios…”
La iglesia de santa María es una de las más antiguas de Cantabria y constituye la muestra más importante de arte mozárabe en esta región. (foto: Arteguias) |
La iglesia dependió del monasterio de Santo Toribio, pasando antes por varias manos. En el siglo XVI muchos campesinos de Lebeña se negaron a pagar los diezmos al monasterio. Al cabo de los años, consiguieron romper su dependencia con el cenobio de Santo Toribio y convertir a su iglesia en parroquia local, situación que ha perdurado hasta el presente.
Cartel informativo: "La titularidad de la iglesia pasó por varias manos. En el año 1187, encontramos que el rey Alfonso VIII la donó al abad de Oña, sin saber cómo llegó a su propiedad. En todo caso, ya desde el siglo XIV y hasta el XVI, es el abad de Santo Toribio quien dispone tanto de ella como de las tierras que la circundan. Suponemos que por alguna cesión de San Salvador de Oña pasaron los bienes de esta iglesia a Santo Toribio. Los vecinos del concejo de Lebeña pleiteaban en 1510 por conseguir su independencia."
En la fachada de lo que fue la escuela del pueblo tenemos una lápida romana con la inscripción: "Aurelio Albino, de 75 años, Turaennia a su padre”. Es uno de los pocos testimonios que nos quedan de la presencia romana en estas tierras.
El tejo y el olivo
La iglesia se levanta al lado de un tejo, en torno al cual se celebraba el concejo del pueblo. Se dice que fue plantado por el conde don Alfonso, ya que el tejo era el árbol sagrado de los cántabros. Aunque seguramente el tejo es anterior y, al menos, dataría de época prerromana. Cuando se acabó de construir la iglesia, don Alfonso la consagró al tejo, como una muestra de pervivencia en aquellos momentos de las creencias de sus antepasados.
Lo que queda del tejo, destruido en 2007 en un vendaval (foto: laliebana.com) |
También plantaron un olivo, recuerdo de la tierra originaria de Andalucía de doña Justa, y lo plantaron al otro extremo de la cabecera de la iglesia.
Aún se conserva el olivo, que se conoce como “el olivo de doña Justa”. El tejo quedó destruido por un temporal de viento en 2007. Tenía una circunferencia de 3.30 metros en su base y de más de 25 metros en su copa.
El "olivo de doña Justa", recuerdo de la tierra originaria de Andalucía de la condesa de Liébana (foto:laliebana.com) |
Simbología del tejo
Como es una planta muy longeva, el tejo se asocia al proceso de muerte-resurrección y a la vida eterna. San Andrés de Teixidó, en Galicia, lugar mágico y de peregrinación obligada, contiene en su nombre ("teixidó") la referencia a esta planta. En Roma, en los rituales a la diosa Hécate, se sacrificaban dos toros coronados por ramas de tejo; las almas de los muertos lamerían la sangre derramada. Para los celtas, el tejo conectaba con el Más Allá. A los muertos se les colocaba una ramita de tejo en la boca para hacer el tránsito al otro mundo. El ciprés juega el mismo papel que el tejo en el mundo mediterráneo.
El tejo proporciona un veneno que se ha utilizado desde antiguo. Las gentes de las tribus del norte de España utilizaban este veneno para suicidarse antes de caer como esclavos en poder de los romanos. Así está documentado por el escritor Silo Itálico. Asimismo, las puntas de flecha se impregnaban de veneno de tejo para ser más letales en la caza y en la guerra, como nos cuenta Estrabón. Los mejores arcos y flechas prehistóricos se fabricaban con tejo, debido a la flexibilidad y resistencia de la planta. El armamento del Hombre de Otzi es de madera de tejo. En un novela de Agatha Christie, "Un puñado de centeno", uno de sus personajes muere envenenado por la toxina del tejo.
Imagen de un tejo. Como es una planta muy longeva, el tejo se asocia al proceso de muerte-resurreción y a la vida eterna.(foto: waste magazine) |
También se utilizaba este producto como abortivo y, según la dosis, como curativo.
Su carácter sagrado hacía que en muchos lugares se reunía a su alrededor el consejo de la tribu (y, en la Edad Media, los concejos municipales). En tierras del norte de Europa era habitual esta misma costumbre. En el mundo mediterráneo es el roble quien desempeña esta función.
La expresión "tirar los tejos" viene de que las mujeres celtas cuando elegían marido, le lanzaban ramitas de tejo para hacerles saber su elección.
Los cultos a los árboles
El árbol conecta el cielo con la Tierra. En sánscrito, una de las acepciones para definir el árbol es açvattha o "estación del caballo": el sol o caballo ha salido de este árbol y vuelve a él en su devenir diario, ya que el árbol es el “eje del mundo”.
Los germanos condenaban a una muerte terrible a quien descortezase un árbol vivo. La totalidad de un bosque de Upsala, Suecia, era considerado como sagrado. Los lituanos no podían ni cortar una rama de un árbol; quien lo hiciera moriría o se le agarrotaría un miembro. En Grecia e Italia el culto a los árboles formaba parte de sus sistemas de creencias. En el Foro de Roma estaba la higuera de Rómulo, que se consideraba un dios; cuando se secó, en época imperial, se consideró un mal augurio.
Para muchas culturas, el árbol forma parte esencial de sus sistema de creencias: es el caso de los celtas |
En Suecia las mujeres embarazadas se abrazaban a un determinado árbol para tener un parto sin complicaciones. La costumbre de "los mayos" está extendida por toda Europa: en el centro de la plaza, en medio de fiestas y rituales, se coloca un árbol que se ha cortado previamente y que a la vez es un símbolo fálico. Para los maoríes de Tuhou son los árboles los que fertilizan a las mujeres; los cordones umbilicales de los recién nacidos se cuelgan en sus ramas.
Para muchas culturas, el árbol forma parte esencial de sus sistema de creencias: es el caso de los celtas, el árbol de Irminsul entre los germanos y el árbol de Guernica en los vascos. Para los celtas había 21 árboles sagrados; en su religión, los árboles, lugar donde moraban los dioses, ocupaban un lugar central. Posteriormente, esta costumbre celta de hacer rituales en torno a un árbol se transformó en reuniones de los dirigentes de una localidad o una comarca en el mismo sitio, que se consideraba especial y propicio generación tras generación.
Aún hoy, en muchos lugares sagrados vemos que, instintivamente, la gente se abraza a los árboles como una forma de percibir toda la energía positiva de la Madre Tierra. La expresión “tocar madera” como una forma de buscar la suerte también tiene que ver con lo que hablamos. La cristianización del culto a los árboles ha consistido, en épocas recientes, en colocar una Virgen en sus oquedades.
El poema de Gerardo Diego
Gerardo Diego quedó impresionado por la iglesia de Santa María y le dedicó un poema:
Santa María de Lebeña
en su paisaje de milagro
sueña.
Canta el azul agua del Deva.
Sueños del último nevero
lleva.
Qué majestad y qué ternura.
El alma aquí se me destoca,
pura.
Santa María es grande y chica.
Es flor cerrada, es flor abierta,
rica.
¿La llave? Nadie. Es flor cerrada.
Mozarabismo. No sabemos
nada.
Gerardo Diego dedicó un poema a la iglesia de Lebeña |
Ordoño I y Alfonso III de Asturias
Fueron, respectivamente, el abuelo y el tío del fundador de la iglesia de Santa María, el conde Alfonso de Liébana.
Ordoño I (821 - 866) reinó en Asturias entre los años 850 y 866. Fue el primer rey de Asturias por herencia, no por elección de los nobles. Sofocó la rebelión de los vascones, ayudados por los musulmanes de Zaragoza. Apoyó la sublevación de los mozárabes de Toledo. Consolidó su reino entre la zona del Duero y el Cantábrico.
España hacia el siglo IX |
Alfonso III (852-910) reinó entre el 866 y el 910. Fue el último rey asturiano o el primero del Reino de León, ya que esta ciudad ostentaría a partir de entonces la capitalidad. Hizo frente a rebeliones nobiliarias, incluso de su propio hijo. Realizó una gran labor repobladora al norte del Duero, pese a que los musulmanes intentaron varias veces reconquistar la zona. Se autotitulaba como "Hispaniae imperator" o "Hispaniae rex".