- La España de Felipe II


Capítulo 24. Religión


LA PUREZA DE SANGRE, 1556


En el siglo XV se habían aplicado normas de pureza de sangre en algunas instituciones castellanas, pero fueron escasas y poco relevantes. A mediados del siglo XVI parecían cosas del pasado. 

Felipe tampoco estaba de acuerdo con estos estatutos. En 1546 Siliceo, que había sido tutor de Felipe II, fue nombrado arzobispo de Toledo. Le disgustaba que algunos de los miembros del cabildo fuesen de origen converso y por ello en 1547, junto con la mayoría de los canónigos de Toledo votaron un estatuto por el que se prohibía que formasen parte del cabildo aquellas personas que no pudieran demostrar la limpieza de su sangre. Acusó falsamente a los conversos de estar en contubernio con los judíos de Constantinopla.

Siliceo, arzobispo de Toledo, acusó falsamente a los conversos de estar en contubernio con los judíos de Constantinopla.


A las quejas de los conversos del bajo nivel cultural de los cabildos cristianos viejos, Siliceo respondía que prefería cristianos incultos pero “viejos” que cristianos ilustres pero “conversos”: “Que se admitan cristianos viejos, aunque no sean ilustres nobles ni letrados es mucho mejor que admitir los que descienden de herejes quemados, reconciliados, penitenciados y abjurados, teniendo la calidad de ilustres nobles, letrados, como los hay en esta santa Iglesia”. Los conversos no eran de fiar “porque de los ilustres cristianos viejos está muy segura esta Santa Iglesia que no será afrentada llevándoles la Inquisición, como se suele hacer de los que no son cristianos viejos”, seguía diciendo Siliceo.

El ayuntamiento de Toledo se opuso a la medida del estatuto de limpieza de sangre aprobado por el arzobispado, pues creían que reavivaría emociones ya olvidadas y que traería momentos de grave conflicto como el de los Comuneros, que aún estaba reciente en las mentes de las gentes. La Universidad de Alcalá de Henares también se pronunció en contra.


FELIPE II NO ESTABA DE ACUERDO CON LA LIMPIEZA DE SANGRE, 1547. Felipe no estaba de acuerdo con la postura de Siliceo y rechazaba el estatuto de limpieza de sangre. El rey pidió consejo a sus allegados y parece ser que la opinión general coincidía con la del monarca. El obispo de Sigüenza manifestó que tal estatuto crearía "ynconvenientes grandes". En el mismo sentido se pronunciaba el Consejo Real, ya que "este estatuto es ynjusto y escandaloso y que de la excución del se podrían seguir muchos ynconvenientes". Mientras tanto, en Toledo las aguas se comenzaban a agitar. Un magistrado informó a Felipe que "en la cibdad ay muchas personas q esto toca". Finalmente, en septiembre de 1547 Felipe firmó la orden de suspensión del estatuto.


FELIPE II SÍ ESTABA DE ACUERDO CON LA LIMPIEZA DE SANGRE, 1556. Pero diez años más tarde la opinión de Felipe era otra. La limpieza de sangre había conseguido el apoyo del Papa Paulo III y, en la Corte, de los Granvela, padre e hijo, así como el inquisidor Valdés, que tenía cierto ascendiente sobre el monarca. 

Eran los años del Concilio de Trento y del rearmamento ideológico de la Iglesia católica. Felipe II confirmó el “estatuto” en 1556 y desde entonces se hizo extensivo a todos los territorios de España y a todos los niveles de la administración, no sólo en la Iglesia. A partir de entonces la política española en este terreno fue decididamente antisemita. "Todas las heregias que ha havido en Alemania, Francia y España, las han sembrado descendientes de judios, como se ha visto y se ve cada dia en España", decía Felipe II para justificar su cambio de opinión.

La Inquisición de Valdés relacionaba a los judíos con la herejía protestante basándose en que algunos de los luteranos de Sevilla y Valladolid eran de origen converso. A Felipe II ya le iba bien creerse estos argumentos. Otro obispo insistía en la misma idea diciendo que "la fuente de donde ha emanado esta maldita doctrina originalmente ha nascido de confesos". En Murcia fueron detenidos varios conversos por practicar la religión judía.

Una muestra de por dónde soplaban ahora los vientos nos la da el caso de los judíos de Nápoles. En 1541 se había obligado a este colectivo a abandonar la ciudad, y se trasladaron a la República de Venecia. En 1558, el jefe de esta comunidad judía, Jacob Abrabanel, ofreció al rey de España una cantidad importante de oro si permitía que los judíos regresasen a Nápoles por espacio de 25 años. A pesar de que la hacienda española estaba en las últimas, Felipe no aceptó la oferta de Abrabanel.

En 1554 fueron aprobados estatutos de limpieza de sangre para cuatro catedrales del Reino de Granada, zona de población mayoritariamente morisca, con lo que la Inquisición tuvo el campo libre a partir de estas fechas en estas tierras. En 1566 se hizo la aprobación para el ayuntamiento de Toledo, aunque los miembros de este consistorio no estuvieron de acuerdo. Únicamente la Universidad de Salamanca se opuso al “estatuto”: “el dicho Claustro, oído y entendido, la dicha Universidad y Claustro se resolvió y concluyó en que por agora el dicho Estatuto no se hiciese”.