Románico de la comarca de Liébana y de Saja-Nansa


Potes, iglesia de Santo Toribio


Beato de Liébana y su lucha contra el Adopcionismo


Se conocen muy pocos datos de su vida, que transcurrió en el monasterio de San Martín de Turieno (hoy monasterio de Santo Toribio de Liébana), en la comarca de  la Liébana (Cantabria), de donde Beato toma su nombre.

Beato es un monje con una gran formación cultural, por lo que se cree que provenía de las tierras del sur musulmán. Hay quien lo hace originario de Toledo, y otros de Andalucía. Se debió refugiar en tierras cántabras huyendo de las zonas dominadas por los musulmanes, como otros muchos mozárabes. Durante un tiempo fue preceptor y confesor de la hija de Alfonso I de Asturias, Adonsina, que sería reina al casarse con Silo. 


Beato es un monje con una gran formación cultural, por lo que se cree que provenía de las tierras del sur musulmán (cuadro: aleteia.org)


Beato ha pasado a la Historia por su “Comentario del Apocalipsis”, del año 776 y terminado de redactar en su forma definitiva 10 años después, en medio de su lucha contra la herejía adopcionista y su principal valedor, el arzobispo de Toledo, Elipando.

A lo largo de los siglos los “Comentarios” han dado origen, a modo de copias, a diversos códices durante los siglos IX al XIII, conocidos como  los “Beatos de Liébana”. Hoy en día se contabilizan hasta 24 beatos. Sin embargo, el que escribió Beato en Liébana se ha perdido.

Para Beato, el fin del mundo está muy próximo. Siguiendo la tradición cristiana, llega a la conclusión de que está viviendo el año 5.986 de la creación del mundo. Por lo tanto, sólo quedan 14 años para que el mundo se acabe, pues ya habremos llegado a los 6.000 años, cosa que sucederá en el año 800. De esta forma se habrán cumplido 6 ciclos de 1.000 años cada uno.


Mapa del mundo en un Beato (fuente: wikipedia)


La certeza en el castigo y destrucción del Imperio Romano –que es la intención del apocalipsis de Juan-, se transforma ahora en la certeza en el castigo y destrucción de la dominación musulmana de la Península Ibérica y el triunfo final de la religión cristiana. Estas tesis forman parte del cuerpo ideológico del naciente reino asturiano, justificando su existencia y augurándole un futuro de gloria.

Beato tiene alguna duda de que la fecha del fin del mundo esté tan cercana, y –por si acaso- hace referencia al año 1.000, para el que aún faltan 200 años, pues, según escribió “los hombres desconocemos si se acortarán” los años que quedaban hasta cumplirse la profecía del final de los tiempos. Por lo tanto, es importante remarcar que la obra de Beato no tiene que ver inicialmente con posiciones milenaristas, aunque al milenarismo le vendrán muy bien en su momento las aportaciones de Beato. 




Beato de Liébana y el Adopcionismo


La lucha contra el Adopcionismo es una de los desencadenantes principales de la obra  apocalíptica de Beato de Liébana.

El momento histórico que vive nuestro Beato induce a pensar que estamos ante el fin del mundo: conquista de casi toda la Península por los infieles musulmanes; un reino asturiano que es un caos y que se debate entre grandes conflictos sociales; las tropas cristianas son insuficientes para impedir las expediciones musulmanas, que incendian y destruyen cuanto encuentran a su paso … Beato es testigo de los reinados de Fruela, Aurelio y Silo, cuando se producen grandes levantamiento sociales de campesinos, desde Galicia hasta el País Vasco, que se oponen al  proceso de feudalización que les quieren imponer los nobles; una nobleza dividida en facciones en lucha permanente para colocar a sus candidatos en el trono del naciente reino asturiano … También es testigo de las desvastadoras expediciones de Ab al-Rahman, que conocía y aprovechaba la debilidad del reino cristiano.


El momento histórico que vive nuestro Beato induce a pensar que estamos ante el fin del mundo. Imagen: representación de una lámina de un Beato (fuente: wikipedia)


El Beato responde, pues, a una mentalidad apocalíptica que nace de la presencia de los musulmanes en prácticamente toda la Península Ibérica, con los problemas religiosos que ello ha originado en el seno del cristianismo (el adopcionismo) y las luchas internas del incipiente reino astur. Todo esto era la señal clara de que realmente estábamos a las puertas del fin de los tiempos.

El Apocalipsis de Juan se convierte en una herramienta ideológica muy válida para la nobleza feudal de los cristianos del Norte. El clero asturiano llega a declarar que, bajo pena de excomunión, el Apocalipsis de Juan ha de leerse en la misa entre la Pascua y Pentecostés, apoyándose en que así lo había establecido el Concilio de Toledo del 633.

La máxima representación del adopcionismo es Elipando, obispo de Toledo, a quien Beato identifica como el propio Anticristo. Así lo sostiene en su obra “Adversus Elipandum Libri duo”. Y, al contrario, para Elipando el Anticristo es Beato de Liébana, lo que nos revela el ambiente de profunda crispación en que viven los cristianos hispanos en ese momento, divididos en dos zonas con sistemas políticos enfrentados. En la cruzada contra el arzobispo de Toledo, acompaña a nuestro Beato el obispo de Osma, Eterio, con quien escribió “De adoptione Christi Filli Dei” donde ambos defienden sus tesis antiadopcionistas.


El Beato responde, pues, a una mentalidad apocalíptica que nace de la presencia de los musulmanes en prácticamente toda la Península Ibérica, con los problemas religiosos que ello ha originado en el seno del cristianismo (el adopcionismo) y las luchas internas del incipiente reino astur (fuente de la imagen: wikipedia)


El adopcionismo tiene sus raíces en la doctrina de Nestorio, arzobispo de Constantinopla en el siglo V. Nestorio dice que Jesucrísto tenía una forma humana y otra divina, pero que no se unían en una sola persona; tampoco María es Madre de Dios, pues dio a luz a un hombre. Finalmente, Nestorio fue declarado hereje.

También se puede afirmar que el arrianismo era adopcionista, al negar la personalidad divinidad de Jesucristo. Y no hay que olvidar que el arrianismo fue la religión de los visigodos que invadieron España –aunque posteriormente se convertirían al catolicismo- y que los hispanos de la época que estamos tratando se reclaman herederos de los visigodos.

Así, pues, en el siglo VIII tanto Elipado, arzobispo de Toledo, como Félix, obispo de Urgell –ambos personajes, sobre todo el segundo, de reconocidos conocimientos teóricos y erudición-, sostenían que Jesucristo tenía una naturaliza divina, pero no era más que un hombre nacido de Dios, lo que era como decir que Jesucristo era hijo adoptivo de Dios en cuanto a su naturaleza humana. He aquí una cierta nostalgia del arrianismo, como indicábamos más arriba, que había sido la religión oficial de la Península Ibérica tan solo un par de siglos antes. El adopcionismo fue aceptado por todos los obispos mozárabes en el Concilio de Sevilla en el 784, pero en tres Concilios que se celebraron en intervalos de pocos años a nivel europeo, el adopcionismo fue declarado herético por la Iglesia oficial romana.


El adopcionismo tiene sus raíces en la doctrina de Nestorio, arzobispo de Constantinopla en el siglo V (fuente de la imagen del Beato: Wikipedia)

No hay que olvidar que Toledo, la sede episcopal más importante de la Península, se hallaba en territorio musulmán. Por eso, todo indica que el adopcionismo es un intento  de crear una Iglesia “autóctona” sometida de hecho a la autoridad musulmana. Como para el Islam Jesucristo era tan sólo un profeta, la doctrina adopcionista acercaba las doctrinas cristiana y musulmana, y la alejaba de la doctrina romana. Y, en efecto, se sabe que Elipando había sido nombrado arzobispo de Toledo por indicación de los gobernantes musulmanes. Se trataba de neutralizar en lo posible cualquier “enemigo interior”, buscando elementos comunes en ambas religiones, en unos momentos en que los cristianos desde la cornisa cantábrica y Carlomagno desde los Pirineos aparecían como enemigos potenciales de cierta importancia.

En el noreste peninsular –la futura Catalunya- también se vivía una situación particular. Aquí era la pretensión de los francos de dominar la zona para crear una “marca” que hiciera de frontera con la España musulmana. Y, en consecuencia, una parte de la nobleza es partidaria de los francos y otra no. Esta última adoptará la herejía adopcionista como señal de identidad para oponerse el dominio franco.

Carlomagno convocó en 792 el Concilio de Ratisbona, en el que obligó a retractarse a Félix, el obispo de Urgell. En principio, la reacción de los obispos mozárabes presentes en el Concilio fue la de defender a Félix y sus tesis adopcionistas, haciéndolo saber a los obispos de la Galia, Aquitania, Austrasia y al propio Carlomagno; además, protestaron porque Félix había tenido que huir para refugiarse en tierras musulmanas. Carlomagno no cejó en su empeño de borrar el adopcionismo de su reino: en 794 convocó un nuevo Concilio condenatorio en Francfurt y en 799 Félix era detenido y condenado a permanecer en Lyon hasta su muerte. A continuación, monjes y obispos francos evangelizaron la zona de Urgell, lo que facilitaba su anexión al reino carolingio.


Todo indica que el adopcionismo es un intento  de crear una Iglesia “autóctona” sometida de hecho a la autoridad musulmana (fuente de la imagen del beato: Wikipedia)


Desde la conquista de la Septimania por Pipino el Breve en 759, los obispos de la zona ya no dependían de Toledo (en manos de los musulmanes), sino de la sede de Narbona. Carlomagno siguió con esta tendencia, para asegurar se hegemonía a ambos lados de los Pirineos. Vencida la herejía adopcionista, en los comienzos del siglo IX, la monarquía franca favorecerá la implantación en nuestras tierras de la Regla de San Benito, especialmente desde la época de Luis el Piadoso.

En lo que se refiere a los monarcas asturianos, la lucha contra el adopcionismo fue un arma ideológica que reforzó a este reino con la obra de Beato de Liébana y la reimplantación unos años más tarde del Camino de Santiago. Aunque en un principio el monarca asturiano Maragato (783-788) contemporaneizó con el adopcionismo, pues quería mantener una relación tranquila con los musulmanes, la viuda del rey Silo y el siguiente monarca, Alfonso II, tomaron la postura contraria, con el respaldo de Carlomagno.

En lo que se refiere a los monarcas asturianos, la lucha contra el adopcionismo fue un arma ideológica que reforzó a este reino con la obra de Beato de Liébana y la reimplantación unos años más tarde del Camino de Santiago (fuente de la foto del Beato: Wikipedia)




El Camino de Santiago


En la versión final de los “Comentarios al Apocalipsis” del 786 crea el mito de la predicación del  apóstol Santiago en tierras españolas, para lo que toma como base de argumentación el Breviario de los Apóstoles. El autor compuso el himno “O Dei verbum” para la festividad de Santiago, dentro de la liturgia mozárabe. 

Llega a decir que Santiago es la “aúrea cabeza refulgente de España”. Unos años más tarde, se “descubre” (¡oh casualidad!) la tumba de Santiago en la actual Galicia y se abre la ruta de peregrinación que conocemos como Camino de Santiago. La aportación de Beato ha servido, pues, para que Santiago sea declarado como patrón de España, y así lo vemos participando en varias batallas contra los musulmanes, facilitando la victoria de los cristianos.


Caminos de Santiago en España (fuente: Wikipedia)


Y es que cuando el reino asturiano comienza a tener una cierta estabilidad con Alfonso II el Casto (788-843), se hace necesario buscar un punto de referencia religioso distinto del Toledo gobernado por los musulmanes y sostén de la herejía adopcionista. Es entonces cuando se “descubre” la tumba del apóstol Santiago, que se convierte rápidamente en lugar de peregrinación bajo el patrocinio de los reyes asturianos. Santiago de Compostela sustituye a Toledo como centro religioso de los cristianos hispanos. El Camino de Santiago ya era una ruta de peregrinación desde tiempos prehistóricos: se trataba de, siguiendo la trayectoria el Sol hacia el Oeste, llegar a lo que se dio en llamar Finisterre –el final de la Tierra-, donde acababa el mundo y se podía contemplar cómo desaparecía el Sol cada día, hasta que volvía a nacer al día siguiente.