Trasmoz. El castillo y las brujas 


UN POCO DE HISTORIA. “Trasmoz” se menciona en la Carta Puebla de Vera de Moncayo en 1368. Unos años después aparece en el Libro Chantre como “Trasmoç”. Seguramente el nombre viene de “trasmontes”, pues está rodeado de montañas por el este y el oeste; en el habla aragonesa el grupo “ts” se suele transformar en “z”.

El origen del pueblo estaría en el siglo XII, con la fundación del Señorío de Trasmoz, que perteneció alternativamente a Navarra y a Aragón durante los siglos XII y XIII. Jaime I lo incorporó definitivamente a Aragón en 1232.

En la parte alta, el castillo y la iglesia

HISTORIAS DE BRUJAS, PARA ESCONDER LA FALSIFICACIÓN DE MONEDAS. En el siglo XIII en el castillo se hacía falsificación de monedas. Para disimular el ruido, hicieron correr la voz de que todo ello se debía a la presencia de brujas y hechiceros que, por las noches, preparaban sus calderos y pócimas en medio de grandes estruendos.

Se creó una leyenda por la cual el castillo se había levantado en un noche por el nigromante Mutamín al invocar a los espíritus, pactando con el diablo, y a causa de ello la fortaleza quedaba como territorio de brujas y aquelarres.

Panel en una de las paredes del pueblo


EL ÚNICO PUEBLO EXCOMULGADO POR LA IGLESIA CATÓLICA. Trasmoz estaba habitado por judíos, cristianos y musulmanes, en perfecta convivencia. No pertenecía a la Iglesia (monasterio de Veruela), y era muy codiciado por sus riquezas en minas de hierro y plata y su abundancia de madera y agua. El abad de Veruela aprovechó los rumores que corrían sobre la brujería en el castillo de Trasmoz y consiguió que el arzobispo de Tarazona excomulgase a los vecinos, lo que les impedía confesarse y tomar los sacramentos y los condenaba al fuego eterno. Los habitantes de Trasmoz se mantuvieron firmes y no se arrepintieron de sus “pecados”, que era la única forma de levantar la excomunión; las disputas con Veruela se mantuvieron durante mucho tiempo. 

Fiestas dedicadas a la brujería (foto: epe.es)


Un momento de mucha tensión se produjo cuando el monasterio desvió las aguas de Trasmoz en lugar de pagar por su uso, lo que hizo que el señor de la localidad, Pedro Manuel Ximenez de Urrea, se levantase en armas contra los monjes. El rey Fernando el Católico (1479-1516) pudo impedir a tiempo el enfrentamiento armado y dio la razón a los de Trasmoz.

La venganza del abad de Veruela no tardó en llegar. En 1511 la Iglesia lanzó una maldición sobre el pueblo, con la autorización del papa Julio II. Se hizo poniendo un velo negro sobre un crucifijo y pronunciando el Salmo 108, el más potente en maldiciones eclesiásticas:  “Danos socorro contra el adversario porque vana es la ayuda del hombre. En Dios haremos proezas y él hollará a nuestros enemigos”. Sólo  otro papa podría levantar una maldición que un papa había lanzado, pero a día de hoy, todo sigue igual, por lo que Trasmoz es el único pueblo de España que sigue excomulgado y maldecido por la Iglesia católica. En la actualidad, los vecinos se mantienen en sus trece: por votación popular, se han negado a pedir al Papa el final de su excomunión.

En el siglo XVI se inició un periodo de decadencia. El castillo sufrió un grave incendio y quedó en ruinas durante siglos, hasta que en 1988 pasó a manos de Manuel Jalón, el inventor de la fregona y de la jeringuilla desechable, que creó una fundación para encargarse de la fortaleza que, en 2020, fue adquirida por el  municipio.

LAS TÍA CASCA. La historia de la Tía Casca se refleja hoy en dos esculturas, una en el camino que lleva al castillo y la otra en el lugar en que fue asesinada. Hacia 1850, las cosechas se perdieron y muchos animales murieron. Las gente achacaron estas desgracias a la Tía Casca, acusada de bruja, lo que provocó su asesinato. Esta historia la recogió Gustavo Adolfo Bécquer en su estancia en la zona: “Los sábados, después de que la campana de la iglesia dejaba oír el toque de las ánimas, unas sonando panderos, y otras, añafiles y castañuelas, y todas a caballo sobre escobas, los habitantes de Trasmoz veían pasar una banda de viejas, espesas como las grullas, que iban a celebrar sus endiablados ritos a la sombra de los muros de la ruinosa atalaya que corona la cumbre del monte”.

Dos de las fiestas anuales tienen que ver con las historia del pueblo. En julio, la fiesta mayor celebra la Feria de Magia y Plantas Medicinales y en octubre, la Luz de las Ánimas.

Monumento a la Tía Casca (foto: epe.es)