- La España de Felipe II


Capítulo 1. La infancia de Felipe. El aprendizaje de un rey


MAL ESTUDIANTE Y MALOS PROFESORES


En un primer momento, Carlos V nombró a Pedro González de Mendoza mayordomo mayor y ayo del príncipe, quien le enseñó el protocolo de la Corte y la formación religiosa, siguiendo las instrucciones que le iba marcando el emperador Carlos. Hay una importante correspondencia entre González de Mendoza y el padre de Felipe.

En 1534 Carlos V nombró preceptor de su hijo al religioso Juan Martínez, conocido como Siliceo. Había sido profesor 9 años de filosofía y matemáticas en París y luego en la Universidad de Salamanca. Silíceo no estuvo a la altura de la tarea encomendada.

Su misión era enseñar a Felipe a leer y escribir y procurarle la primera formación humanista, ayudado de otros profesores. Pero Felipe alcanzó los 7 años y aún no sabía no sabía leer ni escribir.

Frente al interés que Carlos V manifestaba de que su hijo aprendiese francés, pues “ni sería malo también saber algo de la [lengua] francesa”, para Siliceo el único idioma que contaba era el latín. "En lo de leer latín, por romance y rezar, va mucho adelante", informaba al Emperador en 1536, y que "sabe las conjugaciones y algunos otros principios; presto començará a oyr algún autor, y será el primero Catón" (…) "en el hablar latín ha harto aprovechado, porque no se habla otra lengua en todo el tiempo del estudio (...) El escribir en latín se ha començado". Siliceo estaba lejos de las corrientes humanistas que por entonces tenían bastante fuerza en la Corte española y se contaba entre los sectores más reaccionarios del país. Pasados unos años, sería el impulsor del estatuto de limpieza de sangre.

El emperador estaba muy descontento con la educación de su hijo, ya que Felipe mostraba poca afición a los estudios y al conocimiento de otras lenguas. Además, en opinión de Carlos V, Silíceo se mostraba demasiado blando con el príncipe, pues "cierto que no ha sydo ny es el que más os convyene para vuestro estudyo: ha deseado contentaros demasyadamente”, le decía el Emperador en una carta a su heredero. Al monarca le preocupaba que si Siliceo llegaba a ser el confesor de Felipe, fuera igualmente laxo en los temas religiosos, pues “no serya bien que en lo de la conciencia os desease tanto contentar como ha hecho en el estudyo."

Siliceo fue destituido nombrándole arzobispo de Toledo y le sustituyó Juan Ginés de Sepúlveda en 1536. Felipe tuvo nuevos maestros en latín y griego, matemáticas y geografía e historia. Los progresos del príncipe con estos profesores fueron escasos y tampoco lograron el éxito que Carlos V esperaba.

Carlos I de España y V de Alemania. En su niñez, Felipe sufrió la ausencia de su padre, casi siempre ocupado en guerras y asuntos por Europa.

Felipe II recibió una educación erasmistas. Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue uno de los grandes intelectuales del Renacimiento y uno de los pilares de la corriente de pensamiento denominada “humanismo”.


JUAN DE ZUÑIGA, NUEVO AYO. En 1537 el emperador nombró a Juan de Zuñiga como nuevo ayo, sustituyendo a Pedro González de Mendoza. Zúñiga había sido Comendador Mayor de Castilla y gozaba de la entera confianza de Carlos V. Para completar la educación de Felipe, se tradujo al castellano la "Institución del Príncipe cristiano", de Erasmo de Rotterdam. Carlos V le había encargado a Juan de Zuñiga que sobretodo inculcara disciplina a su hijo, algo que a Felipe no le hacía mucha gracia. El nuevo ayo fue mucho más severo en la educación de Felipe que Siliceo. Felipe se quejaba, pero su padre se mantenía inflexible: aunque “él se os figura algo áspero, no se lo debéis de tener a mal” (…) "hace por ventura parecer a Don Joan áspero pero sy el uvyese sydo como los otros todo huyyere ydo a vuestra voluntad".

A veces Felipe se enfadaba y sacaba un muy mal genio. En una carta de Pedro González de Mendoza a Carlos V le decía que "es tan travieso que algunas veces S.M. se enoja de veras; y ha habido azotes de su mano, y no faltan mujeres que lloran de ver tanta crueldad".

Felipe aprendió esgrima, equitación, los protocolos de la corte y también educación musical. Este último apartado era lo normal entre los miembros de la nobleza, que disponían de sus propios músicos y coros y organizaban sus veladas musicales. Por aquel entonces, las pautas musicales las marcaban los compositores italianos, franceses y flamencos. En España, contábamos, además, con nuestra tradición de canciones populares y la música árabe.

Hacia 1540, su maestro fue el músico granadino Luis Narváez, quien le enseñó a tocar la vihuela, un instrumento parecido a la guitarra, muy popular en la España del siglo XVI.


LA EDUCACIÓN ERASMISTA DE FELIPE SIRVIÓ DE POCO. Al poco de nacer Felipe, un grupo de erasmistas con centro la universidad de Alcalá de Henares, comenzaron a elaborar planes para la educación del futuro monarca. Entre sus libros de niño estaban ‘Querela pacis’, de Erasmo, mientras que Bernabé de Busto, cronista de Carlos V, dedicó a Felipe su traducción al castellano de la obra de Erasmo ‘Institutio principis christiani’. La obra de Antonio de Guevara ‘Relox de principes’ supone la primera vez en España que se escribe un libro para la educación de los príncipes y tomaba como modelo la época a Marco Aurelio. También se escribieron expresamente para Felipe obras sobre gramática latina, historia y política. En estos libros figuraban cosas como éstas: “Hágote saber, Alexandre, que no está la perfeción de los hombres en ver mucho, en oýr mucho, en saber mucho, en procurar mucho, en trabajar mucho, en alcançar mucho, en poseer mucho, en poder mucho, ni en mandar mucho; finalmente digo que aquel hombre es perfecto que no merece lo que tiene a su parecer propio, y merece mucho más de lo que tiene al parecer ageno”.

Poco caso haría Felipe a sus maestros humanistas a lo largo de su reinado. Más bien, siguió los pasos de su padre en una defensa patológicamente obsesiva de la religión católica, que tantos males ha traído a España. Carlos V pedía a su hijo que “que viva en amor y temor de Dios y en observancia de nuestra santa y antigua religión, unión y obediencia a la Iglesia romana y a la Sede Apostólica y sus mandamientos”. En 1543 el consejo era de “tened a Dios delante de vuestros ojos y ofrecedle todas las cosas, sed favorecedor y sustentad la fe, favoreced la Santa Inquisición”.

En las Cortes europeas se utilizaban en la educación de los príncipes textos como ‘Espejos de Príncipes’ y ‘Nortes de Príncipes’, basados en personajes de la antigüedad clásica que se tomaban como modelos. Las ideas de Erasmo de Rotterdamm tenían un gran predicamento en esta época y estaban ampliamente difundidas en la Corte española.


EL ERASMISMO, UN INTENTO DE PUESTA AL DÍA DEL CATOLICISMO. Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue uno de los grandes intelectuales del Renacimiento y uno de los pilares de la corriente de pensamiento denominada “humanismo”, que se desarrolló durante los siglos XV y parte del XVI. Como movimiento cultural, pedagógico e ideológico, el humanismo es una reflexión sobre los sistemas filosóficos y la literatura de la Antigüedad griega y romana, que pone al hombre como centro, frente al teocentrismo de la Edad Media. Partiendo de los clásicos, el hombre del Renacimiento tenía que estudiar gramática, retórica, historia, poesía y filosofía. Era una ideología que reflejaba la crisis del feudalismo y que anunciaba que una nueva sociedad, el capitalismo, comenzaba a dar sus primeros pasos.

Erasmo criticó la corrupción, la mala praxis y la esclerosis ideológica de la iglesia católica. En “El Elogio de la Locura” escribe “Mirad a vuestro alrededor; los papas, los reyes, los jueces, los magistrados, los amigos, los enemigos, los grandes y los pequeños, todos tienen un sólo móvil: la sed de oro.” Su interés estaba en hacer regresar a los protestantes al seno de un catolicismo renovado, manteniéndose equidistante del catolicismo y del protestantismo, buscando la conciliación de ambos.

El erasmismo fue apoyado por Carlos V., con lo que las tesis de Erasmo tuvieron gran predicamento en España. Particularmente, entre los conversos encontró muchos partidarios. Luis Vives, de origen judeoconverso, en una carta a Erasmo sobre la traducción de las obras de éste al castellano le dice que “si los leen muchos, como me dicen que pasa, quitará a los frailes mucho de su antigua tiranía”.

Pero con los nuevos aires de la Contrarreforma y del Concilio de Trento, en la segunda mitad del siglo, la Inquisición española comenzó a interesarse por el erasmismo, que fue perdiendo influencia hasta ser perseguido abiertamente. Personalidades destacadas del erasmismo como Juan de Vergara fueron apresadas, mientras que otros, como Juan Luis Vives y los hermanos Alfonso y Juan Valdés, tuvieron que marchar al exilio.