- La España de Felipe II



Capítulo 3. 

Las “Instrucciones” de Carlos V y el “Felicísimo Viaje” de 1548


LAS “INSTRUCCIONES”, UN TRATADO DE CÓMO GOBERNAR SEGÚN CARLOS V.  Una de las principales preocupaciones de Carlos V era la formación de su hijo como heredero de la Corona y por ello elaboró por escrito una serie de “instrucciones” sobre cómo, en su opinión, debía ser un buen gobernante.

Lo hizo en tres ocasiones. La primera, desde Barcelona en 1543, en un documento público del que se guardó copia en los archivos reales y que trataba de temas administrativos y sobre la monarquía. La segunda, unas semanas más tarde, era un documento privado, ya que tenía que ser entregado a Juan de Zuñiga, el ayo del príncipe, para que se lo leyera a Felipe, y trataba de temas morales. La tercera era secreta y fue dada en Palamós (Girona), cuando Carlos V estaba a punto de abandonar España para realizar una de sus muchas misiones en Europa y tuvo que permanecer unos días en la localidad catalana a causa del mal tiempo. Felipe tenía que guardar estas terceras instrucciones bajo llave y no darlas a conocer a nadie, ni siquiera a su futura esposa “y así la tenéis secreta y debaxo de llave, sin que vuestra mujer ni otra persona la vea.” (…) “Ya veis, hijo cuánto conviene que esta carta sea secreta y no vista de otro que de vos, por lo que va en ella y digo de mis criados por vuestra información. Por eso os encomiendo mucho que en esto vea yo vuestra cordura y secreto, y que de ninguno sea vista ni aun de vuestra mujer.” Incluso Felipe debía tener en cuenta la posibilidad de su propia muerte y evitar que este documento saliera a la luz: “Y porque todos somos mortales, si Dios os llevase para sí, no os descuidéis de ponerla en tal recaudo que ella me sea vuelta cerrada, o quemadla en vuestra presencia.” En la portada insistía en los mismo términos: “Hijo, ésta es una carta y instrucción que os envío para informaros en cosas que tocan a vuestro bien y servicio y de que os podéis aprovechar mucho durante esta mi ausencia, y principalmente si Dios dispusiese de mí en este viaje. Tenedla muy secreta y no la fiéis de otro que de vos sólo”. Felipe sólo contaba con 16 años.

En las “Instrucciones de Palamós”, Carlos V le decía a su hijo que le había nombrado regente "durante my ausencia en mi lugar, para que goberneys estos reynos", teniendo en cuenta dos principios: "tener siempre a Dyos delante de vuestros ojos" y "ser sujeto a todo buen consejo". La defensa del catolicismo y la Inquisición era la bandera de la monarquía española: "nunca permytays que heregías entren en vuestros reynos; favoreced la Santa Inquisición ... y por cosa del mundo no hagays cosa que sea en su ofensa". Debía mostrar siempre un carácter tranquilo, "en todo muy tenplado y moderado. Guardaos de ser furyoso, y con furya nunca executeys nada".

Una de las principales preocupaciones de Carlos V era la formación de su hijo como heredero de la Corona y por ello elaboró por escrito una serie de “instrucciones”.


MUCHO CUIDADO CON LOS CONSEJEROS. La opinión de sus consejeros había de ser tenida en cuenta y "guardar mucho la libertad entre todos para que sus botos sean libres", pero debía procurar que ninguno de ellos sobresaliese demasiado sobre los demás, pues la ambición humana no tiene límites. Entre sus consejeros y ministros, destacaba a dos figuras: el cardenal Tavera, presidente del Consejo Real, y Francisco de los Cobos, secretario de Estado. Pero había que evitar la dependencia estrecha de alguno de los dos en concreto, "aunque ellos son las cabeças del vando, todavya los quise juntar porque no quedassedes solo en manos de uno de ellos". Nunca tenía que apoyarse en un solo consejero y "antes tratad los negocios con muchos y no os ateys a uno solo". Le insistía en que esta era una norma de conducta que le tenía que acompañar toda su vida: no fiarse de nadie, no mostrar sus emociones y ser buen cristiano, además de un rey popular y cercano a su pueblo: "y tanbyen aveys de tener horas para ser entre la jente visto y platicado".

El cardenal Tavera era un buen colaborador pero resultaba peligroso darle demasiado protagonismo, pues parecería entonces que quien gobierna era él y no Felipe. La recomendación consistía en que “no os pongáis en sus manos solas ni agora ni en ningún tiempo, ni de ningún otro, antes tratad los negocios con muchos y no os atéis ni obliguéis a uno solo, porque aunque es más descansado, no os conviene, principalmente a estos vuestros principios” (…) “porque luego dirían que sois gobernado y por ventura, que sería verdad, y que el a quien tal crédito cayese en las manos se ensoberbecería y se levantaría de arte que después haría mil hierros. Y, en fin, todos los otros quedarían quexosos.”

Con el duque de Alba y los Grandes de España había que mantener las distancias. El duque de Alba era un personaje muy ambicioso: “El duque de Alba quisiera entrar con ellos, y creo no fuera de bando sino del que le conviniera. Y por ser cosa del gobierno del Reino, donde no es bien que entren Grandes, no lo quise admitir, de que quedó no poco agraviado. Yo he conocido en él, después que le he allegado a mí, que él pretende grandes cosas y crecer todo lo que él pudiere, aunque entró santiguándose muy humilde y recogido”. E insiste: “De ponerle a él ni a otros Grandes muy adentro en la gobernación os habéis de guardar porque por todas vías que él y ellos pudieren, os ganarán la voluntad, que después os costará caro”. El cometido de Alba debían ser exclusivamente los temas militares “pues es el mejor que agora tenemos en estos reynos".

“Sois más mozo”, con una inexperiencia que puede llevar a errores tales como “poner [...] a otros grandes muy adentro en la gobernación os habéis de guardar, porque por todas vías que él y ellos susurren os ganarán la voluntad”. Hacer caso a don Juan de Zuñiga, pues se ha dedicado a “criaros y enderezaos, que hasta aquí, de que doy gracias a Dios, no se ve cosa en vos que notar notablemente”.

La opinión de Carlos V sobre el secretario Cobos era buena. No lo era tanto de su mujer. Cobos tenía fama de corrupto y de dejarse sobornar, pero el emperador lo achacaba todo a la esposa. “Bien creo que la mujer le fatiga y es causa de meterle en las pasiones, y aun no dexa de darle mala fama quanto al tomar, aunque creo que no toma él cosa de importancia; baste que unos presentes pequeños que hacen a su mujer, le infamen”. Carlos confiaba en que Cobos acabase con estas prácticas: “Yo le he avisado dello. Creo se remediará.” La verdad es que Cobos era un personaje muy corrupto. Lo cuenta Gómar: “Era codicioso y escaso y tomaba presentes con ambas manos que lo enriquecieron demasiadamente.” Para Santa Cruz, Cobos “fue muy absoluto en ejercer su autoridad y muy disoluto en robar.” Pero el emperador toleraba esta corrupción; así lo dice el embajador veneciano Navagero: “El Emperador sabe esto y lo tolera.”

Destaca al consejero Granvela en política exterior: “Para los negocios de Estado y información de los tocantes a los reinos de la Corona, Italia, Flandes, Alemania, para Francia y Inglaterra y otros reyes y potentados y gobiernos dellos yo estoy cierto que no hay persona que mejor los entiende ni más generalmente y particularmente los haya tratado que Granvela, y él me ha muy bien servido y sirve en ellos”.

Los clérigos Siliceo y Valdés eran personajes mediocres. Diferente era el caso de cardenal de Sevilla, Loaysa, pero por su edad ya no era un elemento relevante. “No hablo en lo del Cardenal de Sevilla, por que él está ya tal, que estaría mejor en su iglesia que en la Corte; él solía ser muy excelente para cosas de Estado”.

Insiste en que ha de tener mucho cuidado con los colaboradores, ya que a Felipe es aún un “mozo”: “¡Mirad, hijo, qué hará cabe vos, que sois más mozo!” Debido a su juventud, había de tener cuidado con dejarse seducir por mujeres que actuaran como cebo: “porque por todas vías que él y ellos pudieren os ganarán la voluntad, que después os costará caro; y aunque sea por vía de mujeres creo que no lo dejará de tentar, de lo cual os ruego guardaros mucho”.

Se tenía que rodear de las personas adecuadas: “Vuestro acompañamiento principal ha de ser de hombres viejos y de otros de edad razonable, que tengan virtudes y buenas pláticas y exemplos, y los placeres que tomaréis sean con los tales y moderados (…) pues más os ha hecho Dios para gobernar que para holgar.”

Que tenga cuidado, pues “las pasiones, parcialidades y casi bandos que se hacían o están hechos entre mis criados, lo cual es mucho desasosiego para ellos y mucho deservicio nuestro”, para lo cual “he nombrado al cardenal de Toledo, Presidente y Cobos para que os aconsejéis de ellos en las cosas del gobierno”.

Le recomendaba mucho tiento en los temas de la Corona de Aragón, que era más difícil de gobernar que Castilla, y "mas presto podryades herrar en esa gobernación que en la de Castilla".

Sabedor de la afición de Felipe por los bufones, le manifestaba que no eran una compañía aconsejable: “no haréis tanto caso de locos como mostráis tener condición a ello, ni permitiréis que vayan a vos tantos como iban”.


LOS TÓPICOS DEL BUEN GOBERNANTE. Carlos V añadía una serie de tópicos sobre el buen gobernante. Tópicos que se dicen pero que luego ni él ni su hijo practicaron, como el que el rey debe ser justo y evitar y castigar la corrupción. o que la Justicia se ha de combinar con la misericordia: “Hijo, habéis de ser muy justiciero y mandad siempre a todos los oficiales della que la hagan recta y que no se muevan ni por afición ni por pasión, ni sean corruptibles por dádivas ni por ninguna otra cosa, ni permitáis que en ninguna manera del mundo ellos tomen nada, y al que otra cosa hiciese mandadle castigar” (…) “Y nunca conozcan los ministros della que por amor, afición, enojo o pasión os movéis, ni mandáis cosa que sea contra ellos. Y si sentís algún enojo o afición en vos, nunca con ése mandéis executar justicia, principalmente que fuese criminal” (…) “Y aunque esta virtud de Justicia es la que nos sostiene a todos, imitando a Nuestro Señor, que de tanta misericordia usa con nosotros, usad della y mezclad estas dos virtudes, de suerte que la una no borre la otra, pues de cualquiera dellas de que se usase demasiadamente, sería hacerla vicio y no virtud.”

Otro tópico era el cuidado a los más pobres: “Y señaladamente le encomiendo la protección y amparo de las viudas, huérfanos, pobres y miserables personas, para que no permitan que sean vexados o presos, ni en manera alguna maltratados de las personas ricas y poderosas, a lo cual los reyes tienen grande obligación.”

Le aconsejaba ser cuidadoso en la elección de ministros y colaboradores: “Habéis de tener muy gran cuidado en mirar que se nombren muy buenos corregidores”.


UN PAÍS “EN TAN EXTREMA NECESIDAD”. Carlos V era consciente de la herencia que dejaba, con un país “en tan extrema necesidad”, pero que las circunstancias le habían obligado: “Lo primero que en ella os diré será, hijo, el pesar que tengo de haber puesto los Reinos y señoríos que os tengo de dejar en tan extrema necesidad”, pero no lo ha hecho por capricho, pues “por no dejaros menos de la herencia que heredé, me fuera a hacer este viaje; y aunque no ha sido por mi voluntad, mas bien forzosamente y contra ella”.

Felipe debía colaborar con su padre en la financiación de sus empresas militares. Era necesario “juntar Cortes, o por otra manera que mejor pareciese, para haber lo que conviniese (…). Ayudar a vuestro padre como por lo que os conviene para sacarnos de necesidad; y sobre esto podríades poner pies en pared y hablar, así en particular como en general, a todos, amonestándoles que sirvan”.

El viaje que Carlos V estaba a punto de emprender hacia Europa estaba lleno de riesgos, “es el más peligroso para mi honra y reputación, para mi vida y para mi hacienda que puede ser [...] El peligro que en él pasó por la honra y reputación es que voy a cosa tan incierta que no sé qué fruto se seguirá de él, porque el tiempo está muy adelante y el dinero poco y el enemigo avisado y apercibido”.

Sobre el futuro, Felipe tendrá que ver lo que ha de hacer en cada momento: “No os doy, hijo consejo de lo que deveríades de hacer en la sucesión que os tengo de dejar [...] así en lo de las tierras de Flandes como en la investidura que tengo hecha en vos del estado de Milán; el tiempo, los negocios, vuestro ánimo y condición serán los que os han de aconsejar. Por mi testamento, y por unos codicilos y consejos que tengo hechos y os doy y podría hacer y daros durante este viaje, entenderéis lo que sobre ello yo alcanzo. Yo os dejo mi heredero, vos dispondréis en ello a vuestra voluntad”.

Carlos V era consciente de la herencia que dejaba, con un país “en tan extrema necesidad”, pero que, según él, las circunstancias le habían obligado.


CASARSE PERO CON CUIDADO: EL SEXO “SUELE SER DAÑOSO”. Felipe se estaba haciendo un hombre. Había de ir pensando que pronto estaría en edad de casarse y tendría que abandonar sus hábitos y compañías de niño. Carlos reflexionaba sobre la corta edad de su hijo: “habéis ya de pensar que os hacéis hombre y con casaros tan pronto y dexaros yo en el gobierno que os dexo, anticipáis mucho el tiempo de serlo, antes que por ventura vuestra corpulencia y edad lo requieren.” Ser rey significa un cambio de vida: “También, hijo, habéis de mudar de vida y la comunicación de las personas.” (…) “Hasta agora, todo vuestro acompañamiento han sido niños y vuestros placeres los que entre tales se toman. De aquí adelante no habéis de allegarlos a vos, sino para mandarles en lo que han de servir.”

En otra carta le aconsejaba que se casase pronto y que no llevase una vida licenciosa después de casado. Le daba el consejo de usar el matrimonio con continencia y siguiendo los consejos de Juan de Zuñiga, su preceptor o ayo. Ya que "presto os casareys", le recomendaba moderación en sus relaciones sexuales "porque demas que eso suele ser dañoso, asy para el crecer del cuerpo como para darle fuerças, muchas vezes pone tanta flaqueza que estorva ha hazer hijos y quita la vida". Por consiguiente, debía tener poco contacto con su esposa y "apartaros della lo mas que fuere posible" y que sus encuentros "sea por poco tiempo". Finalmente le insta a ser fiel y no ir con otras mujeres.


SEGUIR ESTUDIANDO, SOBRETODO IDIOMAS. También le animaba a seguir estudiando, especialmente el latín y el francés, ya que el estudio no era cosa exclusiva de los niños: "Como os dixe en Madrid, no aveys de pensar que el estudyo os hará alargar la niñez". El latín era muy importante, pero no tenía que descuidar el estudio del francés “porque veis quantas tierras habéis de señorear, en cuántas partes y cuán distantes están las unas de las otras y cuán diferentes de lenguas; por lo cual, si las habéis y queréis gozar, es forzoso ser dellos entendido y entenderlos, y para esto no hay cosa más necesaria ni general que la lengua latina. Por lo cual, yo os ruego mucho que trabajéis de tomarla, de suerte que después, de corrido, no os atreváis a hablarla. Ni sería malo también saber algo de la francesa, mas no querría que, por tomar la una, las dexárades entrambas”.

Zuñiga explicaba a Carlos V la buena acogida de las “Instrucciones” que había mostrado Felipe : "Su Alteza recibió las Instrucciones, con los poderes q V. Mgd. le invia para la governacion destos reynos y de Aragon. Y despues de leydo todo, invió las instruciones particulares a los tribunales y consejos, y a començado a entender con mucho quydado en lo q se le manda, y hasta aqui con buena voluntad."