- La España de Felipe II


Capítulo 12. Antonio Pérez, años 70-90


ANA DE MENDOZA, PRINCESA DE ÉBOLI, UNA MUJER INTRIGANTE EN LA CORTE ESPAÑOLA.


La princesa de Éboli era de la casa de los Mendoza, uno de lo linajes nobiliarios más importantes del país, bisnieta del cardenal Mendoza, considerado en tiempos de los Reyes Católicos como el tercer rey de España.

Nacida en 1540, cuando tenía 13 años se concertó su boda con Ruy Gómez, que contaba con 24 años más que ella. Felipe estaba de acuerdo en el enlace. Ruy Gómez había acompañado a Felipe en el viaje que acababa de hacer por media Europa, era su amigo desde la infancia y la boda con una persona de la alta nobleza era un premio a su fidelidad. Había otro aliciente más: Ana era heredera única, no tenía hermanos.

En junio de 1554 Felipe tuvo que salir de España para casarse con María Tudor de Inglaterra. Le acompañaba Ruy Gómez y por tuvo que retrasar su boda con la Éboli por cinco años. En 1559 regresaban Felipe y su amigo a España. Ruy Gómez contaba en este momento con 43 años, Ana de Mendoza 19. Tuvieron un total de 10 hijos. En 1573 se quedó viuda y permaneció varios años recluida. Volvió a la vida social y tuvo a Antonio Pérez como amante.

La princesa de Éboli era de la casa de los Mendoza, uno de lo linajes nobiliarios más importantes del país, bisnieta del cardenal Mendoza, considerado en tiempos de los Reyes Católicos como el tercer rey de España.


Ruy Gómez fue un personaje muy influyente en la corte española durante muchos años. Se había educado desde muy joven en la corte con Felipe II y los dos se entendían muy bien. Durante un tiempo ocupó el cargo de “sumiller de corps”, por lo que era el encargado de despertar al rey cada mañana y ayudarle por la noche para acostarse. También fue contador mayor de Hacienda, lo que le dio una gran experiencia en el ámbito contable y financiero.

Junto con su intrigante esposa, estableció toda una maraña de alianzas y relaciones. De hecho, estaba al frente de uno de los “partidos políticos” que en ese momento se disputaban el favor del rey, el que más tarde se etiquetó como “el partido de los Éboli”. 

Muchos funcionarios hacían lo posible por ser admitidos en el círculo de Ruy Gómez, hasta el punto de que el embajador veneciano decía que "el título que todo el mundo le adjudica es el de 'rey' Gómez, en lugar de Ruy Gómez".

El partido de Gómez se distanció y enfrentó al del duque de Alba a partir de 1552. "El duque de Alba anda descontento y no tiene razon, porque el principe [Felipe] la haze harto favor, y le da parte de todo lo que ay, sin faltar nada. Y con todo esto, porque no lo tiene todo, no está contento. Y esto no sé si convenia a su servicio, como algunas veces lo tenemos platicado Vm y yo", indicaba Ruy Gómez, sosteniendo la actitud generosa de Felipe con Alba aunque éste no estaba nunca satisfecho.

En el juicio a Antonio Pérez por el asesinato de Juan de Escobedo, un testigo dijo que Pérez "comunicaba tantas horas y tan continuamente con la princesa, que (sospechaban) que el secretario decía muchas cosas secretas de su oficio"; otro manifestó que "la princesa sabía secretos de Estado". El presidente del Consejo Real le había comentado al rey que "tenemos sospecha de que (la princesa de Éboli) es la levadura de todo esto".

En la correspondencia que el rey mantuvo con Vázquez en estas fechas se nota el deseo expreso del monarca de mantenerse alejado de los manejos de la de Éboli. La tenía por persona intrigante y peligrosa. En carta de julio de 1578 decía: “si de alguna persona se puede creer, es de esa señora, de quien me habreis visto siempre andar bien recatado, porque ha mucho que conozco sus cosas"; y en otra carta: "el recato mucho que yo traygo y he traydo toda mi vida de no meterme en los negocios destas personas".

La Éboli pretendía casar a una de sus hijas con el hijo del duque de Braganza, en un momento en que Felipe se postulaba para gobernar el país vecino. Era una clara injerencia en los asuntos de la Corona española. Antonio Pérez y la princesa de Éboli, conspiraron todo el tiempo contra Felipe II con la intención de atesorar más poder y manejar los hilos de la Corona española. La acusación a Pérez era que había revelado secretos de Estado a la princesa de Éboli y que cuando Juan de Escobedo lo iba a delatar, lo había asesinado.

Los rumores sobre las relaciones entre Felipe y la princesa fueron abundantes, de tal forma que se decía que Ruy Gómez sería su marido, pero Felipe era su amante. La boda sólo encubría unas relaciones entre la noble y el rey. El tercer hijo de la Princesa, nacido en 1563, se le adjudicaba al monarca. No hay ninguna prueba de todo ello, pero en la corte estos hechos se daban como ciertos. La única verdad fue que las relaciones entre Felipe y la Princesa se fueron distanciando a partir de 1573, cuando falleció Ruy Gómez.

La de Éboli tenía mucho poder y sus intrigas en la corte eran bien conocidas. Seguramente Felipe mantuvo una cierta condescendencia con ella en atención a su amistad con Ruy Gómez, mientras éste estaba vivo, una actitud que daría pie a que se pensase que el rey y la esposa de su amigo eran amantes. Cuando Gómez falleció, Felipe tomó distancias de la princesa de Éboli, lo que demuestra que no les unía ninguna relación amorosa.

A partir de 1576, la Princesa trabó amistad con Antonio Pérez, formando un dúo de conspiradores muy peligroso para la Corona. Los rumores estallaron de nuevo: Pérez era el amante de la de Éboli, la Princesa se estaba distanciando del rey, por eso se había convertido en íntima del secretario del monarca... La proximidad de Pérez permitía a la Éboli la proximidad al poder, la manipulación y las intrigas. Años más tarde, ya en el exilio, Antonio Pérez comentaría que “no hay leona más fiera ni fiera más cruel que una linda dama; como de tal se ha de huir”.

Una vez detenida, fue llevada a la torre de Pinto. Las condiciones de la estancia en este lugar no era buenas. A los pocos meses se la trasladó al castillo de Santorcaz, donde la reclusión era más liviana. 

Finalmente, fue a su propiedad del palacio de Pastrana, donde pudo volver a la vida cortesana, con fiestas y libertad de movimientos, en una especie de arresto domiciliario.

Pero en 1582 Felipe II le quitó la tutoría de sus hijos y todos sus bienes. Ahora la Princesa quedaba recluida en el torreón del palacio de Pastrana y tras la huida de Antonio Pérez se colocaron celosías en las ventanas para dificultar la comunicación con el exterior. En todo momento contó con su hija Ana, que la acompañó en los 12 años que duró su reclusión.

La princesa de Éboli escribió a Felipe, enfadada por el trato que recibía, dirigiéndose al rey con acritud y sin el respeto que en esa época había que mostrar hacia la figura del monarca: “Yo digo a V.M. que pensando cuán diferentemente mereció esto mi marido, estoy muchas veces a pique de perder el juicio, sino que la devergüenza de ese perro moro [se refiere al secretario Moura] que V.M. tiene a su servicio me lo hará cobrar (…). Y torno a recordar a V.M. que no vaya a manos de ese hombre, ni ninguno mío. Y si V.M. se quiere hacer tan hidalgo que no entiende por quien se lo digo, digo por”.

A los 51 años, en febrero de 1592, la Princesa de Éboli falleció.