- La España de Felipe II
Capítulo 12. Antonio Pérez, años 70-90
Gonzalo Pérez, padre de Antonio Pérez, era el secretario de Estado. Cuando murió en 1566 la Secretaría de Estado se dividió en dos: la del Norte, que ocupó Gabriel Zayas, y la de Italia, de la que se hizo cargo Antonio Pérez en 1568, cuando sólo tenía 27 años.
Antonio Pérez tenía fama de llevar una vida relajada y corrupta. Se le conocía como el “pomposo y odorífero portugués”, pues siempre iba muy perfumado y se daba unos exagerados aires de grandeza.
Se rumoreaba que era realmente el hijo bastardo de Ruy Gómez de Silva y que había sido adoptado por Gonzalo Pérez. Estudió en las universidades europeas más prestigiosas: Alcalá y Salamanca (España), Lovaina (Países Bajos) y Venecia y Padua (Italia). Asimismo, Gonzalo Pérez le instruyó en todos los entresijos de la Corte y de la política españolas. Tanto padre como hijo se ubicaban en lo que llamaríamos el “partido” de los Éboli.
Antonio Pérez tenía fama de llevar una vida relajada y corrupta. Se le conocía como el “pomposo y odorífero portugués”, pues siempre iba muy perfumado y se daba unos exagerados aires de grandeza. |
Gonzalo Pérez tenía grandes esperanzas en Antonio. En una carta a Granvela se refiere a su oficialmente hijo como su sobrino, llamado a ser la persona que en el futuro le ajustará las cuentas al duque de Alba: “Téngole prevenido un sobrino que sabrá vengarme de todos los lazos que me arma; criélo con sumo cuidado y le voy instruyendo poco a poco en el manejo de los negocios. Es mozo de grande ingenio y espero que saldrá excelente en este arte.”
En principio Felipe II se opuso al nombramiento de Antonio Pérez como su secretario, pues no era de su agrado alguien del que prácticamente nadie hablaba bien. Ruy Gómez de Silva (del que se rumoreaba que era el verdadero padre del personaje), otro portugués, que llegó a España como paje de la madre de Felipe y que estuvo muy unido al monarca durante toda su vida, intercedió a favor de Pérez y eso inclinó la balanza a su favor. Antonio Pérez se había mostrado como un gestor eficaz en temas políticos y eso hacía muy defendible su candidatura. Por otra parte, si Ruy Gómez era su padre real, este hecho obligaba al monarca a aceptar el nombramiento.
Llevaba un tren de vida fastuoso, mucho más corrupto que cualquier otro miembro de la Corte, lo era de sobras conocido por todos y también por Felipe, que no hizo nada por impedirlo. Así se expresaba el rey unos años más tarde, cuando Antonio Pérez estaba siendo juzgado a raíz del asesinato de Juan de Escobedo: “Que teniendo poca hacienda al tiempo que comenzó a ejercer su oficio de secretario, después acá que lo ha tenido y ejercido, a causa de las muchas dádivas y presentes que ha recibido, se ha podido tratar y se ha tratado espléndida y costosamente, en su casa y fuera de ella, teniendo muchos criados y caballos, acémila y coches, jugando cuantiosa y constantemente mucho dinero, gastando ordinariamente en cada año, según la común estimación, ocho y diez mil ducados [300.000 y 375.000 euros]; y con esto está muy rico y tiene mucha hacienda en casas, juros, alhajas, joyas y preseas y ha podido emplear y ha empleado en censos más de 50.000 ducados [1.875.000 euros], haciendo los contratos y poniendo los dichos censos para más disimulación en cabeza de tercera persona, en todo lo cual ha dado mucha nota, escándalo y murmuración al pueblo, en gran deservicio de S.M[d] y poca reputación de sus ministros”. Una vida de corrupción y derroche con todos los ingredientes: sobornos, gastos, lujos, testaferros…