- La España de Felipe II
Capítulo 16. Inglaterra. La Armada Invencible, 1588.
Con Isabel I estalla el conflicto
Las relaciones con Inglaterra fueron buenas durante el reinado de Carlos V, pues, de hecho, Castilla e Inglaterra vivían en buena armonía desde la Edad Media. El problema de España era Francia.
Con Felipe II las cosas cambiaron. Sobre todo en la fase final de su reinado, España e Inglaterra eran naciones enemigas. Los ingleses apoyaban a los rebeldes flamencos y hostigaban a nuestras flotas que traían los metales preciosos de América. Los españoles apoyaban a los católicos de la Gran Bretaña. Era la lucha por la hegemonía entre dos potencias europeas.
En el momento álgido del enfrentamiento, el desastre de la Grande y Felicísima Armada o Armada Invencible en 1588 posibilitó la colonización inglesa de América del Norte, el despliegue del comercio inglés y holandés a escala planetaria y varios ataques a puertos españoles. Cádiz fue incendiado por los ingleses en 1596.
Inglaterra despegó como la abanderada de un nuevo tipo de sociedad -el capitalismo- en Europa.
Isabel I de Inglaterra. Los ingleses apoyaban a los rebeldes flamencos y hostigaban a nuestras flotas que traían los metales preciosos de América. |
FELIPE PIERDE SUS DERECHOS EN INGLATERRA, 1588. Con la muerte de María Tudor en 1558, Felipe perdía todos sus derechos en Inglaterra. Es por eso que en un principio planeó casarse con la hermana de María, Isabel, a pesar de que era protestante.
Finalmente, Felipe se casaría con Isabel de Valois, lo que inauguraba una necesaria etapa de buenas relaciones con Francia. Entonces el rey español intentó que su sobrino el archiduque Carlos se casase con Isabel de Inglaterra. Por su parte, los franceses pretendían la boda del delfín Francisco con María Estuardo, con el fin de apartar del trono a Isabel I. Ninguno de los dos planteamientos llegó a llevarse a cabo.
ISABEL I RETORNA A INGLATERRA AL PROTESTANTISMO, 1559. En 1559 se celebró el primer Parlamento de Isabel I. Uno de los acuerdos fue que la Corona era de nuevo la cabeza de la iglesia anglicana, con lo que Inglaterra regresaba oficialmente al protestantismo.
La guerra civil estaba a punto de estallar. En este contexto, España debía dejar de apoyar al gobierno inglés, pues, de lo contrario, los católicos ingleses podían pedir el apoyo de Francia y rechazar el de España. Felipe estaba en una encrucijada: o seguía siendo amigo del gobierno inglés y perdía el apoyo de los católicos de aquel país o apoyaba a los católicos ingleses y se enfrentaba al gobierno de Isabel I. El monarca español no podía elegir más que la segunda de las opciones. El duque de Feria, que por entonces cumplía la misión de representar a la monarquía española en Gran Bretaña, coincidía con Felipe II: “Yo querría que tal obra [el apoyo a los católicos ingleses] se hiciese por manos de V.M., no se nos pase Dios a los enemigos”, escribió a Felipe II.
EN ESPAÑA SE COMIENZA A HABLAR DE INVASIÓN DE INGLATERRA, 1559. Felipe II pidió consejo a Granvela, Alba y Ruy Gómez de Silva. Le dijeron que dispusiese de una escuadra con el pretexto de un viaje del príncipe Carlos a Flandes, pero que, en realidad, tenía que estar preparada para atacar a Inglaterra. “Esta armada, puesta así a punto, podría servir en este medio que S.M. acá estuviese, para pasar a Inglaterra, ofreciéndose la necesidad, toda la gente de pie y de a caballo española que S.M. aún tiene, la que para este efecto habría de entretenerse, aunque para otro no fuese menester más”, fue la respuesta de sus consejeros.
Isabel I se temía una posible invasión española por las costas del sur y ordenó que se instalaran vigías en las playas para prevenir un ataque. El duque de Feria informó que “he entendido que la Reina ha mandado por toda la costa hasta Cornualles, proveer de gente y encomendado que la tengan apercibida en diversas partes como es de su costumbre, para lo que fuese menester”. La excusa que daba la reina era que si Felipe II hacía la travesía en barco hacia Flandes, la gente que estaba vigilando las costas podía ayudarle en caso de un naufragio.
Se acababa de firmar la paz de Cateau-Cambresis. Felipe II pidió la opinión del duque de Alba sobre la invasión de Inglaterra. El duque se mostró contrario, ya que la mayoría de la población inglesa estaría en contra y ello hacía inviable que la invasión se consolidase.
De momento, no había que tomar partido abiertamente por nadie, pues no estaba claro quién sería el vencedor. Enviaron 100,000 ducados [3.750.000 euros] al duque de Feria para financiar al partido que pareciera que podría resultar victorioso en la contienda que se aproximaba. No había que descuidar las buenas relaciones con Isabel I: “Esto a fin que cuando todavía nasciese rompimiento entre católicos y hereges, S.M. se halle confidente a entrambas partes, o a lo menos no sospechoso a la Reina y a los suyos, porque con esto no se les dé ocasión de acudir a los franceses y llamarlos en su ayuda, antes que S.M. se pueda haber apoderado de la tierra”, decían.
LA CONSPIRACIÓN CATÓLICA CON MARÍA ESTUARDO A PARTIR DE 1568. En 1568 María Estuardo, reina de Escocia, fue derrotada por los nobles escoceses y tuvo que refugiarse en Inglaterra, donde su prima Isabel ocupaba el trono. A María Estuardo la precedían una serie de hechos poco claros, como eran los asesinatos de su favorito, David Rizzio, y de su marido, lord Damley. Tampoco ayudaba el que tuviera relaciones extramatrimoniales con el conde Bothwell, que se había refugiado en Dinamarca tras la rebelión de los nobles escoceses.
Previamente, María Estuardo y Bothwell se habían casado en secreto, pero nadie daba validez a esta boda de la que no había pruebas y, por otra parte, Bothwell estaba ya casado.
Una vez en Inglaterra, María Estuardo se convirtió en la líder de la nobleza católica inglesa. Desde el primer momento estuvo en contacto con la embajada española en Londres, buscando el apoyo de España.
Por su parte, el embajador Diego Guzmán de Silva se encargaba de que Isabel I tuviese claro que Felipe II no tenía ningún interés en alterar las buenas relaciones que mantenían con Inglaterra desde hacía siglos, lo cual no era cierto porque cada vez más España estaba involucrada en la conspiración de María Estuardo. La reina inglesa podía tener la garantía, según el embajador, que María Estuardo no suponía peligro alguno. “Yo les respondí que su Reina mostrase gran confianza désta y se gobernase en estos principios de manera que no pudiese tener la Reina causa para dexar de ayudarla o tratarla bien, con algún color”, escribía el embajador.
Diego Guzmán de Silva era un firme defensor de las tradicionales buenas relaciones con los ingleses. Particularmente, mantenía una buena amistad con Isabel I. En cuanto comenzó a ver que las cosas se torcían, solicitó su relevo en la embajada en Londres con la excusa de que, en tierra de herejes, peligraba su fe católica. “La falta de la frecuentación de las iglesias y ordinarias doctrinas y oficios santos resfría la devoción”, fue su argumentación. Para Felipe II, Guzmán de Silva no era el embajador adecuado en Londres en los tiempos que se vivían.
EXPULSIÓN DEL EMBAJADOR INGLÉS, 1568. En este año de 1568 fue expulsado el embajador inglés en Madrid. La excusa que se dio fue que este diplomático había hecho declaraciones insultantes hacia el Papa y ello era motivo suficiente para su expulsión. “Se dexó decir pública y desvergonzadamente [el embajador inglés, John Man] que sólo yo era el que defendía la secta del Papa, pero que, en fin, el Príncipe de Condé y su religión y secuaces prevalecerían, y que el Papa era un frailecillo hipocritilla, y otras palabras tales que por ellas merescería muy dignamente el castigo que le dieran los de la Inquisición, si no se tuviera respeto a ser persona pública y ministro de serenísima Reina, con quien yo tengo buena amistad y vecindad”, escribió Felipe II.
La expulsión enfadó sobremanera a Londres. Guzmán de Silva comentó que el ministro Cecil “entró en tanta cólera que me dixo que aquella manera de proceder jamás se había tenido con embaxador de ningún Príncipe amigo, salvo en tiempos que se buscan ocasiones de guerra”. Efectivamente, comenzaba la escalada hacia la guerra.
Una vez en Inglaterra, María Estuardo se convirtió en la líder de la nobleza católica inglesa. |
NUEVO EMBAJADOR EN LONDRES. LA CONSPIRACIÓN SE REAVIVA, 1568. El nuevo embajador en Londres fue Guerau de Spes. Las relaciones con María Estuardo se estrecharon, pero el objetivo en este momento era únicamente restablecerla en el trono de Escocia, aunque Guerau detectó rápidamente que María Estuardo en realidad a lo que aspiraba era a sustituir a su prima Isabel I, con lo que los planes conspirativos cambiaron rápidamente. “No sería difícil hacerla soltar [a María Estuardo] y aun mover alguna gran guerra a esta Reina, y no parescería que por parte de V.M. se entiende en ello”, escribió a Felipe II. El duque de Alba gobernando en los cercanos Países Bajos, con su enorme prestigio militar, era otro elemento más que animaba a los nobles católicos ingleses.
La conspiración comenzaba a tomar cuerpo. “Diréis al embajador [Gerau de Spés] que si su amo me quiere socorrer, antes de 3 meses yo seré reina de Inglaterra y la misa se celebrará por toda ella”, había manifestado María Estuardo en la embajada española.
Guerau confiaba en la victoria: “Está la cosa en tal término que a tener esta Princesa favor, quizás le sería fácil, de prisionera, ser libre y reina deste Reino”.
España no quería enfrentarse a Inglaterra, ya que este país disponía de una marina muy superior a la española. Las esperanzas estaban puestas en que la católica María Estuardo accediera al trono de Inglaterra más que en un enfrentamiento abierto con Isabel I. Inglaterra tampoco quería la guerra con España, pues ello podría movilizar a los católicos ingleses contra la reina, que había regresado el país al protestantismo. Felipe II era consciente de ello, como le explicó al duque de Alba en 1569: Isabel, "ha passado tan adelante que me ha dado que pensar, si bien creo lo mismo que vos, que ella no me osará romper la guerra ni tenerme por enemigo declarado".
Pero a partir de 1570 Felipe II veía con claridad que para derrocar a Isabel I había que invadir las islas británicas, ya que la conspiración de la Estuardo parecía tener poco futuro. El momento político no parecía el más propicio, pues aún no había terminado al rebelión morisca de las Alpujarras, se estaba organizando la Santa Liga para enfrentarse a la amenaza turca y, por estas fechas, la actividad de los rebeldes de los Países Bajos se estaba recrudeciendo. Las ideas de invadir Inglaterra fueron quedando en un cajón, de momento.
LA CONSPIRACIÓN DE LOS NOBLES DEL NORTE, 1569. En 1569 se alzaron los nobles católicos del norte de Inglaterra, capitaneados por Westmoreland y Northumberland, pero Felipe II se negó a apoyarles, con lo que les condenaba a la derrota. El levantamiento se saldó con la ejecución de cientos de católicos. Al año siguiente fue excomulgada Isabel I, con la autorización papal para asesinarla y para que cualquier monarquía la pudiera destronar; hasta entonces el Papa se había contenido por presiones de Felipe II, que no había querido radicalizar la situación.
AL BORDE DE LA GUERRA ABIERTA, 1570. En 1568 los ingleses se hicieron con una flota española que trasladaba oro a los Países Bajos para pagar a las tropas, aprovechando que había estallado una tormenta y los barcos españoles se habían refugiado en un puerto de Inglaterra. En respuesta, Felipe II decretó el decomiso de las propiedades inglesas en los Países Bajos y en España; Isabel I respondió de la misma forma. Al tiempo, ese mismo año, una flota española derrotó a otra inglesa que comerciaba ilegalmente en América, quedando en pie tan sólo un barco, capitaneado por Hawkins y en cuya tripulación se encontraba Francis Drake.
En 1570 los dos países estaban al borde de la guerra abierta. La actividad de los corsarios ingleses iba en aumento. Felipe escribía al duque de Alba que "tenemos en el efecto rota la guerra". Pero el de Alba temía que un enfrentamiento con Inglaterra provocase una alianza de los ingleses con los franceses y recomendaba moderación. Su máxima era "guerra con el mundo entero, pero paz con Inglaterra". Felipe coincidió finalmente con el duque de Alba y comunicó al embajador español en Francia que le hiciera saber al embajador inglés en este país que "por mi parte, no se romperá la antigua amistad y aliança que entre nosotros ay".
Pero la piratería no cesaba. Los corsarios Hawkins y Drake eran la pesadilla de las flotas españolas. En 1568 fracasaron ante las costas mexicanas de San Juan de Ulúa, pero lo siguientes golpes que dieron los midieron mejor y en 1572 se hicieron con el oro en la zona de Panamá.
La segunda expedición de Drake estuvo financiada por acciones con Isabel I como uno de los socios. Drake saqueó las costas de Sudamérica, abordó barcos españoles cargados de metales preciosos, capturó un cargamento de mulas que transportaban en la zona que hoy es Panamá el oro y la plata del Perú. En 1579 saqueó el puerto de El Callao y se hizo con un barco que transportaba plata… Cuando regresó a Inglaterra en 1580 el capital inicial de 5,000 libras esterlinas se había multiplicado por 120.
Isabel I pudo cancelar sus deudas y con el resto del botín se fundó la “Compañía de las Indias Orientales” en 1600, que monopolizaría el comercio con la India hasta 1813 y con China hasta 1833, los dos países más poblados de la Tierra. Louis M. Hacker afirma que “podría casi decirse sin exageración, que aquel viaje del pirata Drake en su buque “Golden Hind”, estableció la base del poderío imperial de Inglaterra en la India.”
LA CONSPIRACIÓN DE RIDOLFI, 1571. En 1571 una conspiración dirigida por el italiano Ridolfi acabaría con la ejecución del duque de Norfolk, uno de los principales dirigentes católicos, que aspiraba a casarse con María Estuardo. Estaba involucrado el embajador español en Londres, Guerau de Spes. Pero Felipe tampoco mostró en esta ocasión mucho entusiasmo por la empresa. El embajador español fue expulsado de Inglaterra, acusado de participar en un complot para asesinar a la reina. Los ingleses no quisieron ir más lejos, pero a partir de ese momento, su política fue abiertamente antiespañola. Las relaciones diplomáticas entre los dos países quedaron rotas por espacio de 7 años.
OPINA EL DUQUE DE ALBA, 1571. Felipe consultó al duque de Alba lo que había que hacer. El duque se mostró una vez más contrario a la invasión de Inglaterra porque no creía que hubiera base social suficiente para consolidar la conquista de un ejército extranjero, si ésta llegaba a producirse. Ni siquiera lo católicos ingleses eran partidarios de la invasión. El duque le explicaba a Felipe II que “dejo otra duda que tengo que si bien los católicos de Inglaterra piden socorro, yo he entendido que ellos no lo querrían tan grande que se pusiesen en peligro de ser reducidos a sujeción de Príncipe extranjero”
Seguía diciendo el de Alba que, con su conducta, Isabel I había insultado al más grande rey de todos los tiempos, pero había que ser prudente: “¡Cuánto más se debe resentir el ánimo de V.M. siendo quien es, y no habiendo de sufrir de ningún Príncipe del mundo éstas ni otras demasías!”, escribía, y añadió: “Pero, señor, de tal manera han de salir los hombres a vengar sus injurias, que no reciban otras mayores yéndolas a vengar”. En caso de que se planteara una invasión de Inglaterra, las alternativas eran tres, según el duque de Alba: “Y para venir a lo que V.M. me manda en este despacho, digo hay tres maneras para invadir el reino de Inglaterra: la primera, ligándose V.M. con el rey de Francia, y hacer juntos la conquista. La segunda, haciéndolo V.M. a su aventura sólo. La tercera, habiendo en Escocia o en Inglaterra algunos sujetos a quien poder fomentar debajo de mano, y que éstos abriesen el camino.” De las tres vías posibles, aunque personalmente no defendía la invasión para conquistar Inglaterra, Alba era partidario de la tercera: apoyar a los católicos ingleses. La invasión conjunta con Francia ya la habían suscitado los franceses con ocasión de la firma de la paz de Cateau-Cambresis en 1559. En las negociaciones de esta paz, el rey francés había planteado la cuestión al duque de Alba. “Acuérdome que estando yo en Francia en rehenes, el Rey Enrico platicó conmigo en la materia”, decía el de Alba en una carta. Pero el duque en aquel momento veía muchas dificultades para entenderse con los franceses y así se lo comentó al rey español, ya que “fue en sustancia que si bien al principio podría tener alguna buena apariencia, yo no veía por diversos respetos que se pudiese escapar de caer a la fin en grandes disputas y dificultades”.
Después del intento de asesinato a Isabel I en 1571 la política inglesa fue abiertamente antiespañola. Las relaciones diplomáticas entre los dos países quedaron rotas por espacio de 7 años. |
A este planteamiento militar, político y estratégico del duque de Alba, Felipe II respondía que Dios estaba de su lado y que, por consiguiente, no habría ningún problema: "Deseo tan de veras el effecto deste negocio, y estoy assi tocado en el alma dél, y he entrado en una confianza tal que Dios nuestro Señor lo ha de guiar como causa suya, que no puedo disuadir ni satisfacer ni aquietar de lo contrario. Y de aquí procede entenderlo yo differentemente, y hazerseme muy menores las difficultades y inconvenientes que se ponen delante y que todo aquello que me podría desviar o impedir en la prosecución deste negocio, me haga menos embarazo del que paresce que pudiera hazer, y porque también entiendo que en tal manera se deve hazer esta confiança en Dios, que por ella no devemos ser llevados a emprender cosas cuyos sucessos sea o desesperados o impossibles y cuyos medios (según la humana prudencia) sea de poco fundamento y flacos (pues esto sería tentar a Dios que esperar en el) nos ha parescido dezir aquí lo que nos ocurre".
OPINA EL DUQUE DE FERIA, 1571. El duque de Feria era de la opinión que había que mantener buenas relaciones Inglaterra, aunque ello era difícil a causa del problema religioso. En 1571 escribía que “yo entiendo que lo que pretendemos es tener amistad con Inglaterra, porque ser señores della y de Irlanda por ahora no es de emprender, y ya lo fuimos y lo dejamos.” Pero esa amistad, ya que el gobernante no era católico, era muy difícil y ello ponía en peligro la presencia española en los Países Bajos: “Esta amistad, si el Príncipe [de Inglaterra] no es católico, yo creo que será muy dificultoso de conservar, y por el consiguiente, los Estados del País Bajo”.
EL PAPA PIDE LA INVASIÓN DE INGLATERRA, 1576. En 1576 el Papa presionaba para que España atacara a Inglaterra. Quiroga comentó a Felipe II que "oy el nuncio me dixo que el papa estava determinado de hazer la empresa de Inglaterra". El rey español le respondió que “lo mismo me dixo a mi el nuncio, y yo voy myrando en todo ello", pero la verdad era que Felipe II tenía otras preocupaciones. Respondió al nuncio que "nadie desea mas que yo que aquel negocio se efectue, pero el quando y como se ha de emprender depende del camyno que toman las cosas de Flandes, y de otras muchas consideraciones".
Isabel I apoyaba abiertamente a los rebeldes de los Países Bajos, a los calvinistas franceses, al prior Crato de Portugal y financiaba a los corsarios ingleses en América. El embajador Guerau manifestaba que “yo tengo por cierto que esta Serenísima Reina ha ayudado a Oranges con dinero, y ahora ayudará al de Condé, y le toma ordinariamente en Amberes.”
LA IDEA DE LA INVASIÓN TOMA CUERPO DESPUÉS DE LA ANEXIÓN DE PORTUGAL, 1580. En 1580, después de la anexión de Portugal, Felipe II estaba de buen ánimo para emprender la batalla de Inglaterra. Su entusiasmo le llevaba a pensar que la conquista de las islas británicas sería tan fácil como la portuguesa.
En 1583 se producía la victoria naval española en Terceira contra el pretendiente portugués Crato y sus aliados franceses. Para Felipe II, era la muestra de que también se podía vencer a la armada inglesa. Como la victoria tuvo lugar el día de Santa Ana, 26 de julio, Felipe II creyó que su difunta esposa Anna "deve tener mucha parte destos buenos sucesos. Siempre he creydo que la Reyna no dexa de tener su parte en ellos".
El marqués de Santa Cruz, máxima autoridad naval de España, estaba exultante tras de la victoria y compartía las ideas visionarias de su monarca. Urgió al rey a que se hiciesen los preparativos para un invasión de Inglaterra, pues “las victorias tan cumplidas como ha sido Dios servido dar a V.M. en estas islas, suelen animar a los Príncipes a otras empresas. Y puesto que Nuestro Señor hizo a V.M. tan gran Rey, justo es que siga ahora esta victoria, mandando lo necesario para que el año que viene se haga la de Inglaterra”, y añadía que “pues se halla tan armado y con ejército tan victorioso, no pierda V.M. esta ocasión y crea que tengo ánimo para hacerle Rey de aquel Reino y aun de otros”.
Felipe II ordenó que se comenzaran a hacer los preparativos: “Mas por sí o por no, mando hacer la provisión de bizcocho que venga de Italia y dar la prisa que se puede a la fábrica de galeones y al asiento de las naos de Vizcaya”. No obstante, en el gobierno España había división de opiniones. Una parte de los consejeros, con Granvela a la cabeza, aún creía que el enemigo a batir era Francia y no Inglaterra, pues la guerra contra los franceses era "el más saludable y pronto remedio a los asuntos de Flandes".
LA CONJURA DE THROCKMORTON, 1584. A principios de los ochenta, se restablecieron las relaciones diplomáticas con Inglaterra. El embajador español fue Bernardino de Mendoza. Como en el caso del anterior diplomático, se dedicó a apoyar todas las conspiraciones que encabezaba María Estuardo. Los jesuitas ingleses también participaban en la conjura contra Isabel I. Habían sido educados en colegios católicos en los Países Bajos y en Valladolid.
La opción era asesinar a Isabel I. Eran de esta opinión tanto Felipe II como el papa Gregorio XIII. Pero la conspiración de Throckmorton fracasó y Bernardino de Mendoza fue expulsado del país en 1584, acusado de un intento de derrocar a Isabel I en connivencia con María Estuardo y varios miembros de la nobleza.
Entretanto, María Estuardo declaraba heredero de sus derechos al trono inglés a Felipe II.
LA EXPEDICIÓN DE DRAKE, 1585. Hacia 1585 la actividad de los corsarios en América y en el Canal de la Mancha preocupaba seriamente a Felipe II. El marqués de Santa Cruz señalaba que los ataques de Drake equivalían a más de 4 veces todo el presupuesto de guerra.
Inglaterra preparaba una gran flota al mando de Francis Drake, al que Isabel I había nombrado caballero por sus acciones de piratería contra España. Su objetivo era hacerse con el cargamento de plata americano antes de que saliese rumbo a España.
Felipe II intentó proteger este cargamento reforzando la flota española. No había suficientes barcos, por lo que confiscó los barcos grandes extranjeros -alemanes, ingleses y holandeses- que estuviesen en ese momento atracados en puertos españoles; los barcos franceses eran demasiado pequeños y no fueron confiscados. Los comerciantes afectados mostraron su enfado y, para aplacarlos, Felipe II distribuyó cartas de represalia, con las que podían decomisar barcos españoles y así aminorar las pérdidas.
Estas medidas supusieron un cambio de orientación en los comerciantes ingleses. Hasta entonces habían sido partidarios de la paz con los españoles y su peso en la política inglesa había sido muy relevante. Pero ahora se sentían agraviados y adoptaron a partir de entonces una postura de beligerancia hacia España. No obstante, los comerciantes ingleses siguieron manteniendo relaciones comerciales con España con toda la normalidad con que era posible en cada momento. En 1587, cuando la Armada Invencible se dirigía contra Inglaterra, la presencia de comerciantes ingleses en el puerto de Bilbao era la habitual, ya que "los ingleses vienen y van como si estuviéramos en paz con ellos". Los negocios eran los negocios.
Isabel I tomó represalias por las medidas de Felipe II haciendo que la expedición de Drake fuera la mayor de las organizadas hasta el momento. La flota la formaban 20 navíos financiados por el gobierno inglés, lo que en realidad no constituía ya una acción de piratería sino una acción de guerra.
En su camino a América, Drake recaló en el puerto de Bayona, en Galicia, para reabastecerse. Permaneció allí dos semanas, sin causar problema alguno, aunque, no obstante, tal era su fama que corrieron falsos rumores de saqueos y tropelías llevados a cabo por sus hombres. Era territorio español, pero las autoridades no no hicieron nada porque no podían enfrentarse al corsario inglés. "Drake es el amo de los mares [...] Aquí no se han tomado medidas, no porque no se quiera, sino por la gran deficiencia de todo", era la opinión del embajador de Venecia. A continuación, Drake se dirigió a Cabo Verde y atacó las islas.
En enero de 1586 Santo Domingo había sido tomada y saqueada por la expedición inglesa. Santo Domingo era la principal ciudad española en América. Luego, siguió su ruta contra Cartagena y Florida.
En este año de 1586 se puso en marcha el plan de construcción de lo que seria la Armada Invencible que atacaría Inglaterra.
Francis Drake fue nombrado caballero por sus acciones de piratería contra España. |
EL PROYECTO DE INVASIÓN DEL MARQUÉS DE SANTA CRUZ, 1586. En 1585 un cuerpo de ejército inglés desembarcó en los Países Bajos en apoyo a los rebeldes. En este mismo año, Drake saqueaba las ciudades americanas de Santo Domingo, Cartagena de Indias y otras. Pero las tropas españolas reaccionaron y tomaron Amberes, consiguiendo otra victoria que parecía indicar a Felipe II que la hora había llegado: la idea de invadir Inglaterra tomó cuerpo de nuevo.
Felipe II encargó al marqués de Santa Cruz que elaborara los planes de invasión. Fue un proyecto de 50 folios terminado en 1586 para ser ejecutado al año siguiente. Pero, al poco, parece ser que el rey cambió una vez más de opinión. Ordenó a Santa Cruz que se dedicara a combatir a los corsarios de América y que olvidara el ataque a Inglaterra.
EJECUCIÓN DE MARÍA ESTUARDO, 1587. La ejecución de la Estuardo en 1587 sólo dejaba un camino: la invasión de las islas británicas, aduciendo los derechos de la hija del rey español, Isabel Clara Eugenia.
El año anterior, el embajador Bernardino de Mendoza, desde París, había organizado lo que se llamó “conjura de Babington”, una conspiración de nobles católicos ingleses parar asesinar a Isabel I.
Felipe II estaba al tanto y esta vez apoyaba la operación. Pero a los pocos meses la conjura fue descubierta y María Estuardo ejecutada. Felipe II escribió a Bernardino de Mendoza: "No se puede pensar la lastima que me haze la Reyna de Escocia. Falta de recato fue guardar copias de aquellos papeles peligrosos" (se refiere a los documentos de la conspiración, que llegaron a manos del reina inglesa).
Como represalia por esta conspiración, Drake atacó Cádiz en ese año con 23 barcos, donde se estaba construyendo parte de la flota de la Armada Invencible. Los ingleses destruyeron unos 20 naves españolas pero no pudieron desembarcar, pues las defensas de tierra se lo impidieron. Estaba claro que la marina inglesa era más veloz y estaba mejor armada que la española, lo que era un mal dato para la invasión que se preparaba. “Los bateles o lanchas del enemigo corrían por toda aquella parte de la bahía, franca y libremente”, manifestaba un testigo del ataque de Drake. Los ingleses continuaron su ruta y tomaron Sagres, en Portugal. Drake actuaba en nuestros puertos con total impunidad, con repercusiones muy serias en la vida comercial. Era un descrédito total para la monarquía de España.
El ataque al puerto de Cádiz retrasó la construcción de la flota de la Armada Invencible y así Inglaterra ganó unos meses preciosos para organizar la respuesta a la agresión que se le venía encima.