- La España de Felipe II


Capítulo 17. Francia, después de Cateau-Cambresis. Las guerras de religión.


NUEVA GUERRA CON FRANCIA. LA PAZ DE VERVINS SUENA A DERROTA.


FRANCIA DECLARA LA GUERRA A ESPAÑA, 1595. Enrique IV declaró la guerra a España, en un conflicto que duraría 3 años, de 1595 a 1598. Los aliados del francés eran los ingleses y los flamencos. 

El gobernador de Milán atacó Francia, invadiendo la Borgoña, hasta que fue derrotado en junio y tuvo que regresar a Italia, mientras en Bretaña las tropas españolas se enfrentaban a un ejército formado por realistas franceses, ingleses y campesinos. 

"En Bretaña no ay un hombre solo queste a devocion de V.Md. y que no de la sangre suya y de sus hijos por ver fuera a los españoles. Quien dijere a V.Md. otra cosa le engaña", se decía en un informe a Felipe II. En febrero de 1596, las fuerzas de Enrique IV entraban en Marsella, que entonces declaró: "¡Sólo ahora soy rey de Francia!". Nada estaba saliendo bien para la corona española. El ejército de Felipe II lanzó tres ofensivas por el norte de Francia (toma de Cambrai, 1595; toma de Calais, 1596; toma de Amiens, 1597) y, por su parte, los franceses saquearon Cádiz en 1596 y recuperaron Amiens en 1597. El riesgo de no poder seguir financiando la guerra después de la suspensión de pagos de 1596 y la seria derrota que infligieron los rebeldes holandeses en Tournont, destrozando una parte del Ejército de Flandes, enfriaron las expectativas españolas.

Las tropas hispanas sufrían continuos motines, debido al impago de sus salarios


Debido a que parte del ejército español destacado en los Países Bajos se encontraba en Francia, los flamencos avanzaron incontenibles hacia el sur. Dirigía a los holandeses el segundo hijo de Guillermo de Orange, Mauricio de Nassau. Las tropas hispanas sufrían continuos motines, debido al impago de sus salarios, lo que ponía la situación aún más difícil para los de Felipe II. Además, los territorios flamencos adictos a la corona española no estaban conformes con el conde de Fuentes, que había reemplazado como gobernador al duque de Parma, Alejandro Farnesio. Se nombró gobernador al archiduque Ernesto en 1594, que murió al poco de llegar a su nuevo destino.


LA PAZ DE VERVINS, UNA PAZ HUMILLANTE, 1598. La balanza en la guerra franco-española no se inclinaba de la parte de ninguno de los contendientes y las dificultades económicas en ambos bandos llevó a la paz de Vervins en 1598, tras las gestiones del papa Clemente VIII. Era un resultado de tablas por agotamiento: no había un claro vencedor. Por parte española Felipe II era consciente de su próxima muerte (falleció este mismo año) y quería dejar el futuro lo más despejado posible a su hijo, sabedor de la escasa capacidad de gobierno del que sería Felipe III. Además, la guerra había contado en España con una fuerte oposición en las Cortes y en gran parte del clero, ya que el esfuerzo económico que tenía que realizar el país no parece que justificara los resultados que se podían esperar del conflicto. A los impuestos asfixiantes se unía la inflación, las malas cosechas y la epidemia que comenzó en 1596, conocida como peste atlántica, que alcanzaría al norte de Francia y los Países Bajos.

El Tratado de Vervins ponía punto final a las hostilidades entre los dos países. Se restablecía el tratado de Cateau-Cambresis firmado casi 40 años atrás. España, agotada y con un rey moribundo, renunciaba a todas sus conquistas a cambio de una paz humillante que sonaba a derrota. Francia salía reforzada y los Borbones podían dedicarse ahora a asentar tranquilamente su dinastía. Esta guerra marca el final de los sueños españoles de lograr su hegemonía en Europa, era "la más ventajosa paz que Francia haya asegurado en quinientos años" según manifestaba un ministro de Enrique IV. El embajador veneciano Soranzo explicaba: "Aquí no hay signos de regocijo ni la paz se ha publicado ni lo será. Los ministros afirmaron que no hay necesidad de ello, porque nunca se declaró la guerra. 

Como la pregunté al conde de Fuentes si se publicaría la paz, respondió: "No se publicará en modo alguno, porque nos avergonzamos de ella""; no obstante, la paz se publicó en septiembre. El enfado en las tropas españolas fue mayúsculo. 

Tenían la sensación de que habían luchado para nada, como expresaba el capitán Diego de Villalobos: “Y aunque a los españoles, deseosos de retener en sí las tierras y plazas que habían ganado en Francia, les pareció fuerte el volverlas, para la duración de la paz”. Para el pueblo español, la firma de la paz era un respiro.