- La España de Felipe II


Capítulo 17. Francia, después de Cateau-Cambresis. Las guerras de religión.


PARÍS BIEN VALE UNA MISA


LA DERROTA DE LA ARMADA INVENCIBLE REFUERZA LAS POSICIONES CALVINISTAS EN FRANCIA, 1588. Pero la derrota de la Armada Invencible cambió la situación. El rey de Francia era consciente de la debilidad española y mandó asesinar en 1588 a dos miembros de la familia Guisa, el duque (que había sido nombrado lugarteniente general del reino tan sólo unos meses antes) y su hermano cardenal, por lo que el rey francés fue excomulgado, ya que era inadmisible que un monarca ordenase el asesinato de un alto miembro de la Iglesia. El nuevo dirigente de la familia Guisa y del catolicismo francés fue el duque de Mayenne.

Enrique de Borbón era el dirigente de las tropas protestantes, hasta que se convirtió al catolicismo para poder ser rey de Francia. 

Tras el asesinato del máximo dirigente católico y, al año siguiente, la muerte violenta de Enrique III, para España en el problema francés saltaban todas las alarmas. Ahora se postulaba como candidato al trono Enrique de Bórbón, que encabezaba la facción hugonote del país vecino. Muchos en la corte española eran partidarios de la intervención armada directa, pero Felipe II no tenía dinero para una campaña de esas características, pues los gastos para constituir la Armada Invencible que atacó Inglaterra habían dejado exhaustas a las arcas del reino. Además, la salud del rey español no era nada buena; Felipe II estaba física y emocionalmente agotado. Así lo explicaba en 1589: "Se verá si son tan faciles estas cosas como las imaginan los que las proponen, mas querria yo saver dellas si les parece que se pueden hazer estas cosas con solo quererlas y imaginarlas, porque si esto fuesse en verdad, que a nadie diese ventaja en hazerlas con mas brevedad ni aun a ocupar mas el pensamiento en ellas. Mas, como no dependen desto sino del dinero, es fuerza ir al paso, en que veo lo poco que hazen y la floxedad con que van todos desde el primero hasta el postrero."

Por increíble que parezca, el papa apoyaba al Borbón para oponerse a España. Dos cardenales franceses reconocieron a Enrique como rey, a lo que Felipe comentó: "Buenos cardenales de la Iglesia son estos. En Roma tienen la culpa de hazerlos tales".

Felipe II se apresuró a apoyar a la Liga Católica haciendo un pacto con la familia Guisa por el que España financiaba a los católicos franceses con 50,000 ducados mensuales [1.875.000 euros] (además de otros 50,000 [1.875.000 euros] que se pagaban a personajes individuales) y les anticipó 6 meses de ayuda. Pero para España cada vez era más difícil la financiación de la causa católica francesa; Felipe II no sabía qué rumbo tomar, no quería pensar en ello: "mejor será no quebrarme la cabeça y dexarlo". Los consejeros del rey propusieron enviar a Francia tropas italianas así como un embajador español para que evitara el nombramiento de Enrique de Navarra como rey del país vecino, pero Felipe desconfiaba de los italianos, y lo del embajador le parecía una forma de evitar hablar del tema del dinero: "A lo que decis de Francia y Flandes, no todos los que os hablan en esto deven tener el zelo que vos, sino que deven sembrar quiza por sus fines particulares. No darian remedio a nada ni le sabrian dar. Van sobre fundamentos falsos. Nadie se muebe en Italia salvo a sus fines particulares [...] y embiar [un representante] quiza es por escusarse de embiar dinero teniendolo, y yo que le emplearia de buena gana no le tengo".

Sólo un milagro podía enderezar la situación en Francia: "Si Dios no haze milagros no ay que esperar de Francia y de todo, sino lo peor que se pueda. Y creed que los inconvenientes y peligros un niño los sabria decir, mas los remedios sin dinero muy pocos". No era partidario de intervenir en Francia: "Hasta ver mas como se ponen las cosas, no ay que embiar de aca a nadie". Y desconfiaba de sus consejeros: "En todo mucho temo a la poca conformidad de los ministros, que lo echan a perder siempre todo".


EL TRASLADO DE TROPAS DE LOS PAÍSES BAJOS A FRANCIA. La guerra de Francia debilitaba la posición española en Flandes. Carlos Coloma en 1588 decía que, estando a punto de vencer a los rebeldes holandeses, nuestros ejércitos fueron desplazados a Francia: “Y creese que vieran bien presto su ruina si no se dividieran las fuerzas españolas a otras empresas, yendo a buscar enemigos fuera de casa, cuando se tenían más fuertes y más pertinaces dentro della”.

En la primavera de 1590 las tropas de Enrique de Borbón marchaban sobre París y derrotaban a los católicos en Ivry. En abril, los calvinistas estaban a las puertas de la capital de Francia. 

Las condiciones de vida en París empeoraron hasta límites insospechados con el asedio calvinista a punto de tomar la capital y Felipe II no tuvo más remedio que intervenir. Ordenó a Alejandro Farnesio que fuera a defender París, cosa que consiguió al lograr el levantamiento del sitio en agosto.

En junio de 1590 España ayudó militarmente a la Liga Católica en el Languedoc. No obstante, con la crisis de Antonio Pérez en Aragón, Felipe II tuvo de focalizar hacia la zona de los Pirineos, para evitar incursiones francesas desde el Bearn. En septiembre de 1590 se envió desde La Coruña más tropas para la Bretaña, en ayuda del católico duque de Mercoeur. Algunas provincias y ciudades (es el caso de Marsella) se plantearon dejar de pertenecer a Francia.

Marsella fue asediada por los calvinistas hasta que en 1596 Felipe tuvo que enviar una flota para apoyar la defensa de la ciudad. En agosto de 1591 nuevamente las tropas de Alejandro Farnesio entraban en Francia para ayudar a Rouen, que estaba sitiada por los hugonotes y tropas inglesas, lo que se consiguió en abril del año siguiente. Con el traslado de tropas al país galo se debilitaba la posición de los españoles en Flandes, algo que aprovecharon los rebeldes flamencos, que pudieron hacerse con varias ciudades que hasta entonces estaban en poder de España. Alejandro Farnesio consiguió imponerse sobre las tropas de Enrique de Borbón. Por su parte, el monarca español seguía pensado que todo estaba en manos de Dios: "Todo está, en un termino terrible si Dios no lo remedia, pues es suya la causa como lo espero de él".

En noviembre de 1592 Alejandro Farnesio recibió otra vez la orden de invadir Francia, a pesar de que se encontraba en un estado de salud muy deplorable, debido a las heridas sufridas en la campaña del año anterior. La salud de Farnesio era tan mala "que se iva cayendo de cavallo". Murió el 3 de diciembre. No obstante, las tropas españolas llegaron a las puertas de París.


ENRIQUE IV, REY DE FRANCIA, 1594. En 1593, el duque de Mayenne y la Liga Católica convocaron los Estados Generales siguiendo las orientaciones de Felipe II. Los católicos franceses carecían de candidato al trono. Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y de Isabel de Valois, nieta de Enrique II de Francia, fue la propuesta que apoyaba el rey español, pero no tuvo éxito: la Ley Sálica, en Francia, impedía el reinado de una mujer y, de todas formas, los católicos franceses tampoco veían con muy buenos ojos tener como reina a una hija del rey de España. Finalmente, Enrique de Borbón, derrotado en todos los frentes por los tercios españoles, abjuró del protestantismo y se convirtió al catolicismo. Con ello, sería el siguiente rey de Francia como Enrique IV. Suya es la frase famosa para justificar el cambio de religión: “París bien vale una misa”.

El nuevo monarca francés, coronado en febrero de 1594, contaba con el apoyo de católicos y protestantes. Aunque perdió apoyos entre los calvinistas y muchos católicos no acababan de creer en la sinceridad de su conversión, lo cierto es que la influencia de España en la política francesa quedó en mínimos. Pesaba el cansancio y las miserias que habían traído varios años de guerra y había un anhelo general de paz. El desenlace del conflicto francés no había sido, pues, favorable a los intereses españoles, que habían gastado mucho dinero en estas campañas y en las que había muerto el mejor de sus generales del momento, Alejandro Farnesio. En marzo de 1594, las tropas españolas abandonaban París en medio de honores militares. El duque de Feria lo cuenta: "Salí a las dos de la tarde con toda la gente puesta en orden, las vanderas tendidas y sonando las caxas. Los primeros salieron los italianos y yo a cavallo detras dellos con toda la demas gente y los Valones detras de mi. El Principe de Béarn estaba en una ventana sobre la puerta de San Denis por donde salimos, a quien quité el sombrero cuando passé y el hizo lo mismo". En 1595 el Papa aceptó la conversión del francés y le expidió el perdón papal.