- La España de Felipe II
Capítulo 17. Francia, después de Cateau-Cambresis. Las guerras de religión.
GUERRAS DE RELIGIÓN EN FRANCIA, 1562. El protestantismo en Francia ganando terreno, aunque la monarquía seguía siendo oficialmente católica. En el invierno de 1561-1562 se produjeron varios enfrentamientos violentos entre católicos y protestantes. Cuando en marzo de 1562 fueron asesinados varios calvinistas en Vassy a manos de los católicos del duque de Guissa estalló la guerra civil.
Felipe estaba muy preocupado por lo que pasaba en el país vecino, pues una Francia calvinista sería una ayuda inestimable por los rebeldes flamencos, además de la influencia que la herejía produciría en la población española. Para el monarca se estaban repitiendo los hechos de los Comuneros en España en 1521, con el daño que ello supuso para la monarquía hispana.
El 24 de agosto de 1572, 3,000 hugonotes fueron masacrados en París y otros 25,000 en el resto del país, en lo que se conoce como “la matanza de San Bartolomé”. |
En enero de 1562, el monarca francés dictó la tolerancia religiosa en su país, pero ello no detuvo la guerra civil, pues la matanza de los hugonotes en Vasy había hundido al país en el caos en una guerra de religión. Felipe envió tropas desde Flandes con la condición de que se anulara el decreto de tolerancia religiosa, ya que era un mal ejemplo para los Países Bajos. La política francesa debía ser intransigente con la herejía.
El apoyo de un sector de la nobleza, sobre todo la familia Borbón, garantizaba que la causa calvinista creciera día a día. Desde la muerte de Enrique II se vivía una crisis de autoridad, dos de sus hijos habían muerto en poco tiempo y el poder lo ejercía realmente Catalina de Medicis, la viuda del monarca fallecido. Distintos sectores de la nobleza estaban en lucha por hacerse con el control de la monarquía, y el calvinismo era un buen pretexto ideológico para justificar la lucha de un sector y obtener apoyo popular. Por otra parte, los corsarios turcos asolaban el Mediterráneo con el apoyo de los franceses y también era creciente el interés de Francia en los temas de América. Felipe II veía como la inestabilidad de Francia estaba afectando muy seriamente a los intereses españoles.
REUNIÓN DE BAYONA, 1565, SIN NINGÚN ACUERDO. Las monarquías española y francesa acordaron reunirse en Bayona en 1565, con el tema de fondo de la expansión del calvinismo en Francia y cómo detenerlo. Se mantenían aparentemente las relaciones cordiales entre los dos países y, además, había fuertes lazos familiares entre los gobernantes: Catalina de Medicis, regente en Francia, era la madre de Isabel de Valois y por lo tanto la suegra de Felipe.
El rey español tenía poca fe en esta reunión y por ello prefirió no asistir. El esfuerzo económico para ayudar a los católicos franceses no estaba al alcance de las arcas españolas y, por otra parte, Catalina de Médicis se hacía eco en demasía a la influencia de los hugonotes, con lo que el éxito del encuentro parecía muy dudoso.
Sería su esposa, Isabel de Valois, la que le representaría. Isabel, siguiendo su estilo, gastó una fortuna en vestidos y joyas antes de acudir a la reunión con su madre. "La Reyna ha gastado gran parte en vestidos que los a hecho de mucha costa", explicaba Manrique de Lara a Felipe II.
La reina española defendió con entusiasmo las posiciones del país, lo que sorprendió a Catalina de Medicis: "¡Muy española venis!", le dijo. Catalina explicó por qué no aceptaba el Concilio de Trento en Francia, porque "este reyno era diferente", manifestó, y añadió que era partidaria de las conversaciones entre las diversas religiones, que "eran muy necesarias para la quietud de las consciencias de muchos en este reyno"
Finalizaron las reuniones sin ningún acuerdo tangible. Todo seguía igual. El monarca español se desesperaba por la falta de energía con que los franceses trataban sus problemas de religión: "Por todas partes cresce el fuego y si essos reyes [los de Francia] no se dan prissa en apagarlo, podria ser que quemassen en él sin remedio".
LA MATANZA DE SAN BARTOLOMÉ, 1572. Al comienzo de los años 70, la monarquía de Carlos IX estaba bajo la influencia del hugonote Gaspard de Colingny, almirante de Francia, quien era decidido partidario de apoyar a los Países Bajos. Francia giraba hacia el protestantismo: se entablaron negociaciones con el rebelde flamenco Luis de Nassau, se concertó el matrimonio entre la hermana del rey, Margarita, y el rey protestante de Navarra, Enrique de Borbón, y se intentó que el hermano menor del rey, Francisco, se casara con Isabel de Inglaterra, lo que no fue posible porque la inglesa no lo veía factible ya que ella tenía 38 años de edad y el francés contaba con sólo 16. No obstante, en Inglaterra, a raíz de la conjura de Ridolfi, la reina Isabel creía conveniente acercarse a Francia, lo que era muy perjudicial para los intereses españoles. Los calvinistas franceses prometieron a la reina inglesa algunas plazas marítimas en el continente, entre ellas El Havre, en compensación por la pérdida de Calais.
En julio de 1570, los españoles interceptaron una carta del rey francés a Luis de Nassau en la que le prometía apoyo militar para liberar los Países Bajos. El duque de Alba explicaba al secretario del rey que "tengo en mi poder una carta del rey de Francia que os dejaría boquiabierto de asombro si pudieseis verla". Las tropas francesas fueron derrotadas por las españolas al sur de Mons y ahí acabó todo el apoyo militar francés a los rebeldes flamencos.
Afortunadamente para los intereses españoles, la posible alianza franco- inglesa parecía que no llegaría a nada. Inglaterra no era partidaria de la hegemonía francesa en los Países Bajos. Por eso, en junio de 1572, Isabel se echó atrás de su alianza con los franceses, con lo que dejó a Carlos IX en una posición muy débil. A continuación, el rey galo, aconsejado por su madre Catalina de Médicis, dio un giro total y dejó de apoyar a los hugonotes.
El 22 de agosto se produjo un atentado fallido contra el almirante hugonote Coligny, que, no obstante, sería brutalmente asesinado dos días después. Al día siguiente, 24 de agosto de 1572, 3,000 hugonotes fueron masacrados en París y otros 25,000 en el resto del país, en lo que se conoce como “la matanza de San Bartolomé”.
Felipe II escribió a Catalina de Médicis cuando ésta le comunicó el asesinato de Coligny felicitándola por "tan glorioso sucesso". También envió otra carta a Zúñiga en el mismo sentido, manifestando su alegría por "la buena nueva (...). Tuve uno de los mayores contentamientos que he recibido en mi vida, y el mismo recibiré de que me vais escriviendo lo que mas succediere en las otras partes desse Reyno, que si se executa como yo sera echar el sello al negocio".
La situación había cambiado totalmente para España. Felipe II sentía que el peligro francés había desaparecido. Prueba de ello es que hizo a través de territorio francés el traslado de los lingotes de oro que enviaba al duque de Alba, en Flandes, ya que ahora era una ruta mucho más segura que el Canal de la Mancha. Le decía a Carlos IX que "el dinero que assi se llevare, ha de servir para acabar de deshazer a aquellos mis rebeldes que también son sus enemigos". También se podía bajar la guardia en Italia y dio orden de licenciar a los 4,000 mercenarios alemanes que se habían contratado para defender el Ducado de Milán "viendo que las cosas de Francia estan en differente estado por el buen subceso ultimo, paresce que no se puede tener del frances las sospechas que hasta aquí".
La matanza de protestantes franceses alejaba aún más las buenas relaciones entre Francia e Inglaterra. Ahora parecía que el enemigo a batir era Isabel I. "El indignar a ingleses y franceses no es malo antes lo yreis procurando (...) Pero de ninguna manera vos trateis de juntarme con ingleses, que lo que yo deseo es que todos los Principes Christianos nos juntasemos contra la de Inglaterra", escribía a Diego de Zúñiga.
Isabel I no tenía más remedio que iniciar un acercamiento hacia Felipe II. Desde el 1 de mayo de 1573 se firmaron una serie de acuerdos comerciales de importancia, que se ampliarían en 1576, con los que los comerciantes ingleses no serían supervisados por la Inquisición siempre que no ocasionaran “escándalos” religiosos.
Inglaterra continuó con su ayuda a los rebeldes flamencos, pero a un nivel que no suponía un desaire serio para España.
GUERRAS DE RELIGIÓN EN FRANCIA, AÑOS 90. En los años 80-90 en Francia se vivía una situación caótica y de desgobierno, con continuos enfrentamientos violentos. Las causas son varias: crisis económica en Europa, con inflación y el regreso de los soldados tras la guerra que los galos habían sostenido con España; muchos nobles y burgueses pretendían apoderarse de los bienes de la Iglesia, como había sucedido en Alemania, y se hacían calvinistas; la centralización llevada a cabo por Luis XII y Francisco I en las primeras décadas del siglo XVI había creado un frente común entre los nobles y poderes locales, que pretendían mantener sus leyes y estatus jurídico; enfrentamientos entre diversas facciones de la nobleza (Guissa, católicos, contra Borbones, protestantes); enfrentamientos entre sectores populares (católicos) y capas urbanas más poderosas (calvinistas) debido a la crisis; en las zonas rurales, la nobleza mediana y pequeña arrastraba a los campesinos bajo la bandera del calvinismo.
En total, hubo hasta 8 guerras de religión en Francia en el siglo XVI. El país se mantenía en una inestabilidad absoluta, que afectaba a toda Europa occidental.
Felipe II financiaba a la Liga Católica francesa con 500,000 ducados anuales [18.750.000 euros], muy por encima de las posibilidades de las arcas hispanas, y también se pagaba a los principales dirigentes católicos del país vecino. En total, la cifra sería el doble de lo que las Cortes castellanas votaban cada año.
Hacia 1588 la balanza en el país vecino se estaba equilibrando gracias a la ayuda española. El apoyo a la Liga Católica tuvo como consecuencia que Enrique III quedaba bajo la influencia de Felipe II y ahora era imposible que los franceses iniciaran negociaciones con Inglaterra, buscando un aliado que contrapesase al español. El embajador de Felipe II en París lo explica: “Quedan las cosas tan rotas [en Francia] que se podrán mal acomodar, y el Rey imposibilitado para asistir a la de Inglaterra en ninguna manera”. Y ésta situación permitía al monarca español preparar la Armada Invencible sin temor a una alianza franco-inglesa.