- La España de Felipe II


Capítulo 19. Estructura política de la España de Felipe II


EL EJÉRCITO, NUEVAS FORMAS DE HACER LA GUERRA


EL EJÉRCITO DE TIERRA. España no tenía un ejército permanente. Se recurría a mercenarios, sobre todo alemanes, italianos y holandeses. El ejército contaba habitualmente entre 50,000 y 60,000 soldados, de ellos un 25% eran españoles de los tercios, la mayoría castellanos. No era un ejército muy numeroso, dada la intensa actividad bélica de los monarcas españolas. En la guerra contra la Liga de Smalkalda de los nobles protestantes alemanes, de 51,000 infantes sólo 10,000 eran españoles, un 20%; los italianos eran una cifra superior y los alemanes alcanzaban los 30,000 efectivos.

En el siglo XVI se produce un cambio en la forma de hacer la guerra. La caballería medieval, con sus armaduras, cotas de malla, flechas, lanzas y espadas, recibió un golpe de muerte con la aplicación de la pólvora y las armas de fuego. La infantería y la artillería fueron la base de los nuevos ejércitos, que tuvieron que adoptar nuevas tácticas.

En el siglo XVI lo fundamental era la infantería. 


LOS TERCIOS. Los tercios eran una fuerza de choque temida en toda Europa, con prestigio en combate muy superior al de cualquier otra formación de cualquier otro país. Su experiencia militar arrancó con la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492. En el campo de batalla destacaban por su movilidad de maniobra tanto en pequeños grupos como en bloque. Estaban muy bien armados: arcabuces, que con el tiempo serían sustituidos por mosquetes, lo que les daba un potencia de combate impresionante, ya que sus oponentes disponían normalmente de muchas menos armas de fuego. Y, por último, disponían de unos cuadros de mando excepcionales, sin duda alguna los más capaces de Europa. 

Cada tercio constaba de 12 compañías de 250 soldados; en total, pues, 3.000 soldados, al mando de un maestro de campo. Cada compañía estaba al mando de un capitán, con un alférez y un sargento. Dos tercios formaban una coronelia y dos coronelias eran una división de combate. Las divisiones estaban mandadas por un capitán general.

En España, los tercios se reclutaban entre los jóvenes de Castilla (desde Asturias hasta Andalucía), donde eran famosos los pastores trashumantes por su fiereza y dureza en el combate. En el reclutamiento de 1548 los datos fueron los siguientes:

Guadalajara, Madrid y Alcalá: 250

Salamanca y Plasencia: 450

Marquesado de Villena: 450

Ávila, Villacastín y El Espinar: 150

Cuenca y Huete: 250

Grado, Pravia, Salas, Valdés, Tineo, Cangas de Tineo, Somiedo y Miranda “que son del Principado de Asturias”: 300

Los tercios tenían una paga inferior a la de los mercenarios alemanes, que eran los que recibían los salarios más altos. Se dio el caso en la campaña de Nápoles de 1528 que había problemas para hacer efectivo el salario de los ejércitos, y los tercios renunciaron a su paga para que los soldados extranjeros pudieran cobrar sus honorarios, pero la medida se llevó a la práctica sin demasiado éxito. Debido a la mala situación económica, muchas veces los soldados se quedaban son cobrar su paga, especialmente en los Países Bajos. Ello daba lugar a saqueos y actos vandálicos de los militares.

Muchos de los veteranos de guerra, cuando regresaban a España, acababan en la miseria más absoluta. Para paliar el problema, en 1555 se dictó una orden por la que el veterano pobre y viejo que hubiera servido al menos 10 años cobrara la tercera parte de la paga.


LOS EJÉRCITOS ERAN BÁSICAMENTE DE INFANTERÍA. Eran momentos en que lo fundamental era la infantería. La caballería medieval ya había sido dejada de lado y todavía no se había consolidado el predominio de la artillería.

A pesar de todo, la caballería aún jugaba un papel importante en el ejército francés, con una primera acometida en combate que era muy temida. Así se lo explicaba Carlos V a su hijo en 1548 hablando de la guerra en Nápoles: “Y si os quiere mover guerra en la parte de Italia tenéis el dicho Estado de Milán fortificado…, y se podrá defender del primer ímpetu, que es lo que más se debe temer del francés”.


LA INDUSTRIA DE LA GUERRA. En 1567, en la campaña de los Países Bajos, el duque de Alba sustituyó los arcabuces por mosquetes, que tenían un mayor alcance de tiro (los arcabuces sólo llegaban a los 50 metros), pero el mosquete pesaba más, había que llevar una horquilla sobre la que apoyarlo y, además, el mosquetero tenía que ser robusto para manejar con soltura todo aquel peso. 

Todas estas armas se fabricaban en España, lo que era una gran ventaja. También las picas y las espadas se fabricaban en nuestro país. Diferente era la artillería, que había que buscarla fuera. 

La industria de guerra estaba en Guipúzcoa, en las localidades de Éibar, Elgóibar y Placencia. Hacia 1535, cuando estaba a punto de estallar la guerra con Francia, la emperatriz Isabel escribía a Carlos V que el empresario Antón de Urquizu tenía ya fabricados 2,000 arcabuces: “En lo de los arcabuces y picas, scrive Antón de Urguiçu que tiene hechos dos mil arcabuzes, con sus adereços, del asiento de Barcelona; y los otros dos mil medio hechos y las picas acabadas, y que para el tiempo que es obligado, y antes, los porná en Málaga. Y también acabará este ivierno el otro asiento que aquí mandé tomar con él de otros dos mil arcabuzes y seis mil picas” 

Para adquirir piezas de artillería había que ir a Alemania. En España había fundiciones en San Sebastián, Burgos, Sevilla y Barcelona, pero no estaban de la altura de las alemanas. La artillería pesada era capaz de abatir las murallas enemigas, pero la artillería ligera, que se utilizaba en campaña, aún no alcanzaba la eficacia suficiente y por ello fue poco utilizada en el siglo XVI. En la batalla contra la Liga de Smalkalda las tropas españolas consiguieron un impresionante botín de piezas de artillería alemana.

Los artilleros españoles fueron los primeros en utilizar un nuevo proyectil, la bomba, que fue inventada por el fundidor español Simón. También sería la artillería española la primera en utilizar la “bala de iluminación”, una bala envuelta en estopa que iluminaba el campo enemigo cuando se incendiaba y así lo hacía visible, algo muy útil de noche. Las minas y contraminas fueron inventadas por el español Pedro Navarro.


LOS MEJORES GENERALES DE EUROPA. España tuvo los mejores generales de Europa. El duque de Alba, Alejandro Farnesio, Álvaro de Bazán y Juan de Austria. Fueron ellos los promotores de las innovaciones en los armamentos, como los mosquetes y la artillería con cañones, así como en las tácticas militares tales como los ataques por sorpresa nocturnos, las trincheras para los asedios, o el desembarco desde las naves de guerra, una táctica que se mantiene en la actualidad...


LA MARINA. En estos momentos, en Europa la Marina daba su primeros pasos. La guerra en el mar avanzó con las grandes batallas de Lepanto y la Armada Invencible y, sobre todo, con las dimensiones y características que alcanzó la marina inglesa. No había ni punto de comparación entre la marina española y la marina de Inglaterra, un error que saldría muy caro a la monarquía hispana.

El peligro en el Mediterráneo venía dado por la piratería berberisca, que dificultaba el comercio con Italia y asolaba nuestras costas. Algo más de 20 galeras españolas defendían el Mediterráneo occidental a un coste económico muy elevado. La marina genovesa de los Doria ayudaba regularmente a la española, lo que costaba a las arcas de Felipe II unos 129,000 ducados (datos de mediados de siglo) [4.837.500 euros]. Con ello se dejaba de lado la promoción de la marina catalana, que había dominado el Mediterráneo buena parte de la Edad Media, y así se desperdició una ocasión de apoyar el desarrollo económico de Catalunya. Los banqueros genoveses no querían ver de ninguna manera barcos en el Mediterráneo con las cuatro barras y por ello ejercían toda su presión en Madrid para conseguirlo.

En el Atlántico se recurría a veces a las naves de mercaderes, debido a la poca disponibilidad de naves propiedad de la Corona. Había que proteger las rutas comerciales con América y luchar contra la piratería de ingleses y franceses. No se avanzó suficientemente en la velocidad de las naves y en dotarlas de la potencia de fuego adecuado.

España calculaba que para dominar los mares tenían que disponer de 200 galeras. Cada galera tenía 50 remos con 3 galeotes en cada remo; en total, pues, se necesitaban 30,000 galeotes como mínimo, aunque los marinos más expertos creían que el número de galeotes óptimo era de 5 por remo con lo que la cifra en este caso ascendería a 50,000 galeotes. La disponibilidad de estos remeros por parte de la monarquía española siempre estuvo muy debajo de estas cifras. El sistema que se empleaba hacía imposible que el número de galeotes fuera muy elevado, ya que una condena a galeras de 10 años normalmente no se llegaba a cumplir, pues el condenado moría mucho antes.

En 1555 ésta era la marina española:

* 21 galeras de Andrea Doria, coste anual 129,000 ducados [4.837.500 euros]

* 16 galeras de España, coste anual 99,000 ducados [3.712.500 euros]

* 4 galeras de particulares (al servicio de la Monarquía), coste anual 24,000 ducados [900 mil euros]

* 4 galeras de la Orden de Santiago, coste anual 13,000 ducados [487.500 euros]

Total 45 galeras, coste anual 265,000 ducados [9.937.500 euros] Las galeras españoles eran 24, nada que ver con las 200 galeras teóricas que se necesitaban.