- La España de Felipe II
Capítulo 20. Economía
LA MESTA. EL NEGOCIO DE LA LANA ESTÁ EN EL ORIGEN DEL ATRASO ECONÓMICO ESPAÑOL
Era obligatorio para todos los ganaderos la pertenencia a la Mesta. Esto fue así hasta el siglo XVIII. La principal función de la Mesta era organizar las cañadas o rutas que seguirían los ganados en la trashumancia de Norte a Sur y viceversa, según la estación del año.
Había 3 cañadas: la leonesa, la segoviana y la manchega. Un ramal de la leonesa confluía con la segoviana en Béjar (Salamanca). Las cañadas tenían 90 varas de ancho y a veces se movían los mojones para lograr una mayor amplitud, lo que provocaba grandes pleitos con los agricultores. La persona encargada de proteger las cañadas era el “alcalde entregador” de la Mesta. Los miembros o “hermanos” de la Mesta eran unos 3,000 ganaderos, que se reunían dos veces al año: una en una población del norte y la otra en una del sur.
La jerarquía de la Mesta estaba formada por un presidente o “entregador principal” (especie de director general); luego venían 4 alcaldes de cuadrilla y luego entregadores, procuradores, recaudadores… El tesorero era el Maestre de Santiago. El cargo de “alcalde entregador principal” del Concejo de la Mesta pasó de ser ejercido por un noble (los condes de Buendía) en los siglos medievales a ocuparlo un miembro del Consejo Real en tiempos ya de los Reyes Católicos.
Los que realmente mandaban en la Mesta eran los grandes ganaderos. Los medianos y pequeños, aunque fueran mayoría, no ocupaban cargos directivos.
Era obligatorio para todos los ganaderos la pertenencia a la Mesta.
EL NEGOCIO DE LA LANA ABORTA EL DESARROLLO CAPITALISTA ESPAÑOL. Las leyes reconocían que en España había pocos maestros tejedores y los que había tenían poca destreza en su oficio. Era necesario traer profesionales de fuera y renovar las técnicas y las herramientas de trabajo. Pero esto no se hizo. El número de manufacturas en Castilla aumentó en el siglo XVI, especialmente las relacionadas con la lana, pero no fue suficiente como para servir de base para el desarrollo económico del país, ya que muchas de ellas tuvieron que cerrar a medida que avanzaba el reinado de Felipe II y la crisis económica se profundizaba.
La política textil española fue la más simple y la más errónea: exportar la lana e importar los productos textiles manufacturados en el extranjero. Un negocio demasiado fácil, una fuente segura de dinero y que enriquecía a unos pocos, que se oponían a cualquier modificación en este proceso: cualquier intento de desarrollo de una industria textil española, chocaba con los intereses de los grandes propietarios ganaderos.
Era un negocio muy sencillo: se necesitaban pocos trabajadores y el proceso productivo muy simple (alimentar y esquilar al ganado). Para el diplomático italiano Guicciardini “la nación en general, es opuesta al trabajo (…) Prefieren enviar a otras naciones las primeras materias que su reino produce, para comprarlas después bajo otras formas, como se observa en la lana y en la seda, que venden a extraños, para comprarles después sus paños y sus telas”.
Castilla tenía la materia prima de mayor calidad del mundo (la lana merina) con la que se podía haber creado la industria textil nacional más avanzada y potente del momento. Gracias a nuestra lana merina progresó la economía en el norte de Italia, Inglaterra y Flandes. España se quedó atrás, anquilosada en estructuras feudales y mentalidades obsoletas. El país ha pagado muy caro esta política económica.
La Mesta fue también un grave perjuicio para la agricultura, pues se priorizaban los terrenos para uso y paso de la ganadería y no para uso agrícola. La Mesta se oponía a que se cerrasen las fincas. En 1552 se anularon los lindes y cerramientos para que así el ganado pudiera moverse con entera libertad. La actividad de la Mesta condenaba a la hambruna prácticamente crónica a territorios enteros de España, ya que ahogaba el desarrollo de la agricultura, como es el caso de Extremadura.
Vicens Vives relata el caso de los paños castellanos: los “entendidos” creían que la causa del aumento de precios era la exportación, ya que con ella el mercado interior quedaba desabastecido y por lo tanto los productos resultaban más caros. La Cortes de Valladolid de 1548 pidieron la entrada de paños extranjeros y prohibir la exportación de los paños propios incluso a las colonias americanas. Esta medida estuvo en vigor 4 años, pero fue devastadora para la industria castellana, ya que los paños extranjeros eran de más calidad y más baratos que los nuestros; en consecuencia, las industrias textiles españolas o habían desaparecido o habían disminuido drásticamente su producción al cabo de ese tiempo.
EL PROCESO DE PRODUCCIÓN Y VENTA DE LA LANA. La contratación lanera seguía un proceso con varias fases: Primero estaba el “señalo” de lanas, también conocido como “emplea” o “hacer emplea de lanas”. Era el contrato entre el mercader y el dueño del ganado. El mercader adelantaba el dinero que servirá para que pasten las ovejas.
La segunda fase es el esquileo y el recibo, cuando los rebaños volvían de los lugares donde habían pasado el invierno. En el esquileo solía estar presente el mercader o alguien de su confianza.
El “recibo” de la lana se hacía en presencia de un experto de la confianza del mercader, para asegurarse que la operación se realizaba conforme al contrato firmado.
En tercer lugar, la lana se llevaba a un lavadero para ser limpiada, normalmente cerca de los ríos. Se utilizaban redes que contenían la lana y los que lavaban se conocían como apartadores, estibadores, marcadores o “gentes de río”. El lavado se hacía en los meses de verano y podía durar toda la estación. Cuando la lana se lavaba perdía hasta el 75% de su peso.
Los mercaderes burgaleses llevaban un “Libro de Sierra” en el que anotaban todas las operaciones de compra de lana y los gastos correspondientes a la limpieza del producto. Estos mercaderes realizaban sus operaciones con los pastores de Soria, Segovia, Ávila, Guadarrama, de la Tierra de Campos, serranías riojanas y serranías de Burgos. Se compraba sobre todo lana merina, la de mejor calidad de Europa, propia de las ovejas que hacían la trashumancia; también había lana semi-merina, que correspondía a ovejas merinas que no trashúmaban, y la lana churra, de baja calidad. También exportaban sacas de pieles de cordero de un año o “sacas de aniños” que se utilizaba para forros de vestidos, cubiertas de lana, etc.
Los otros mercaderes eran los sevillanos y realizaban sus operaciones con pastores de Cuenca, Toledo y Andalucía. Este mercado estaba prácticamente dominado por los italianos.
LA EXPORTACIÓN DE LA LANA. La lana merina producida en España no tenía competencia ni en calidad ni en cantidad con cualquier lana europea. Se exportaba a Italia y a Flandes. Era la base del peso internacional que tuvieron las ferias de Medina del Campo y Medina de Rioseco al final de la Edad Media. El comercio de la lana se organizaba principalmente desde el Consulado de Burgos.
La exportación estaba sometida a los altibajos de la política. En 1575. debido a la guerra con los Países Bajos, la actividad quedó interrumpida, la economía castellana entró en recesión, y hubo que declarar una segunda suspensión de pagos ese año.
Cuando había problemas para la exportación de la lana, el número de cabezas de ganado disminuía. Entre 1512 y 1521 se contaban unas 2,838,351 ovejas, mientras que entre 1557 y 1561 la cifra era de 1,998,845. En 1563 la cifra se recuperó, con unas 2,5 millones de ovejas merinas trashumantes y quizá otros tantos de ovejas estantes (que no hacían la trashumancia).
El comercio internacional de la lana se hacía por el eje Burgos (sede del Consulado de la lana)-Bilbao (puerto desde donde se exportaba hacia los Países Bajos, especialmente). También eran puertos de salida Santander y Deva (Guipúzcoa). Fuera de esta ruta, los puertos más importantes eran los de Cartagena y Sevilla. Llevaban la lana a Italia, en especial a Florencia.
LA INSEGURIDAD DE LOS TRAYECTOS. En 1552 el Consulado de Burgos solicitó que los barcos que iban hacia el Norte fueran escoltados por una flota de guerra. Las flotas pagarían un 3% sobre las exportaciones y un 2% sobre las importaciones, pero la medida sólo duró un año, ya que la Corona carecía de medios y dinero para mantenerla. No obstante, los peligros sobre nuestro comercio con el Norte eran cada vez más reales debido a la inestabilidad política en los Países Bajos y a la acción de la piratería inglesa y holandesa en el Canal de la Mancha.
Felipe II impuso un nuevo impuesto a la lana en 1558 “porque habemos de tener y sustentar gruesas armadas en la mar así de levante como de poniente para resistir al Turco e a los otros infieles y a los corsarios con las cuales armadas se asegura la mar y los mercaderes y tratantes”. A este impuesto se sumaban otros: almojarifazgo, diezmos de la mar y algunos más. Para los Paises Bajos se cobraba un ducado [37,5 euros] por saca (8,5 arrobas de a 25 libras) para los españoles y dos ducados [75 euros] para los extranjeros; para Francia e Italia, dos ducados [75 euros] por saca (10 arrobas) para los españoles y 4 para los extranjeros. La finalidad de todos estas cargas fiscales era básicamente recaudatoria, pues España nunca estuvo en condiciones de garantizar la seguridad de los barcos que realizaban este comercio.