- La España de Felipe II
Capítulo 20. Economía
LUIS ORTIZ Y EL ”MEMORIAL PARA QUE NO SALGA DINERO DEL REINO”
En 1558 Luis Ortiz, dio a conocer en 73 folios su “Memorial para que no salga dinero del reino”. Eran las medidas que permitirían a España cambiar el rumbo errático de su economía y así mantener su papel hegemónico en el mundo: “España es la que falta en el mundo por tener el supremo mando e ymperio, y que desde que començó a reinar la magestad del Emperador Carlos Quinto deste nombre, se començó. Y para que éste no sólo se conserve en estos Reinos, mas dure perpetuamente, he dado principio a ello”, dice en las primeras páginas de su escrito.
La obra contempla tres áreas: la balanza de pagos, la mejora de la economía y la supremacía en el Mediterráneo en tanto que zona con una afectación muy directa sobre nuestro país. Como pago, Luis de Ortiz pedía al monarca el 3% de todo lo que la economía mejorase con las medidas que proponía.
Luis Ortiz sostenía que la población no podía seguir sometida a una carga impositiva inasumible. |
El “Memorial” era una visión mercantilista de la economía española y, por consiguiente, muy correcta en términos generales y aplicada a su tiempo. Lamentablemente, se le haría poco o ningún caso. El mercantilismo planteaba el reforzamiento del Estado para expandir y proteger nuestros mercados e intereses comerciales. Uno de sus temas centrales era el fomento del comercio exterior y la mejora de la balanza de pagos.
Ortiz explicaba cómo la exportación de la lana y otros productos (hierro, seda…) enriquecía a otros países europeos y traía el atraso al nuestro. La lana que se producía en España se vendía al extranjero, que nos la reexportaba en forma de paños y textiles, de manera que se vendía por uno y se compraba por diez, ya que una arroba de lana costaba a los extranjeros 15 reales y con ella hacían productos que nosotros teníamos que comprar por más de 15 ducados [563 euros], “que, cierto, en esto y en otras cosas, nos tratan peor que a indios”. De esta forma, con una balanza de pagos tan desfavorable, gran parte de los tesoros americanos iban a parar a Europa, y de esta forma algunos países financiaban sus guerras con España.
Planteaba que se prohibiera la exportación de materias primas y que se proporcionara a los empresarios los medios necesarios, entre ellos la traída a España de especialistas extranjeros muy cualificados para aprender de ellos. Las gentes en España vivían “sin letras ni oficios mecánicos”. También sugería Ortiz la rocambolesca idea de que la llegada de especialistas extranjeros facilitaría que muchas mozas casaderas encontrasen marido, cosa que ahora era difícil por la emigración a Indias. Muchas mozas “de que hay multitud, y se pierden y son malas, por no tener con qué se casar”.
Se tenía que facilitar la importación de lo que favoreciera a nuestra industria y se tenía que gravar todo lo que importábamos que no tenía una utilidad productiva.
Se tenía que dar prioridad a la obtención en nuestro país de las materias primas para la industria, pues así se cortaría la importación de artículos manufacturados en el extranjero. Un correcto control aduanero era necesario, ya que “el remedio para esto es vedar que no salgan del Reino mercaderías por labrar, ni entren en él mercaderías labradas”.
También se tenía que contener la salida de metales preciosos, así como promover la producción de cera, cáñamo y lino. Recomendaba el fomento del cultivo de la morera y las leguminosas, la repoblación forestal y la puesta al día de los molinos y la canalización para el regadío. La producción de hilados de papel nos ahorraría 2 millones de ducados al año [75 millones euros] en importaciones de este material.
Atención especial merecían las tierras vascas, por su cercanía a Francia. Había que fortificar estos territorios para evitar una invasión francesa. “Lo primero que proveyéndose de bastimentos la dicha tierra e comarca de los señoríos de Castilla o de otros de S.M., y teniendo entendido que no ha de estar aquella comarca a disposición y albedrío de los enemigos, cesarán las malicias dellos, los quales han descubierto que tienen platicado entre ellos que quando su Rey quisiere ser señor de la mayor parte de aquella tierra lo sería, pues está en su mano vedarles o darles el mantenimiento. Y que si lo deja de conquistar es porque la tierra no rendiría cosa ninguna”.
La mentalidad imperante en España despreciaba el trabajo. Luis de Ortiz proponía una formación profesional para todos, incluidos los nobles: “Se ha de mandar que todos los que al presente son nacidos en estos años, de 10 años abajo, y los otros que nacieren de aquí adelante para siempre jamás, aprendan letras, artes o oficios mecánicos, aunque sean hijos de Grandes y de caballeros y de todas suertes y estados de personas”. Así se acabaría con la gente de mal vivir que tanto abundaba en el reino: “no habrá los ladrones, salteadores, vagabundos y perdidos que hay en el Reino”.
Los que a los 18 años no hubieran aprendido un oficio serían desnaturalizados: “sean habidos por extraños destos Reinos y se executen en ellos otras graves penas”.
La población no podía seguir sometida a una carga impositiva inasumible. Los que vivían de su trabajo “sean libres de servicios ordinarios y extraordinarios, y lo mesmo los labradores, pastores, traxineros y carreteros y los demás que vivieren del trabajo de sus manos”, ya que en la actualidad “todo lo vienen a pagar los labradores, que son los más pobres y desventurados, en lo cual se recibe gran escrúpulo de conciencia”.
Pedía que las exigencias de limpieza de sangre se aplicasen sólo a padres y abuelos. No podía plantear su derogación, ya que nada menos que el cardenal Silíceo había renovado estos estatutos a mediados del siglo, pero “que el estatuto que hixo el Cardenal de Toledo y otro de Alcaraz y otros que hay en el Reino, se moderen con limitación de limpieza de padres y abuelos, sin buscar limpieza de más ascendencia, pues es cosa justa”.
Una apuesta por las nuevas tecnologías del momento: “Que ninguna mujer pueda hilar al pulgar sino en carro de los que vienen de Flandes” (…) “porque se averigua hilar más una mujer en un día en carro y con menos trabajo que las que hilan al pulgar en cuatro”.
También planteaba Luis de Ortiz el apoyo a la industria de la impresión de libros, pues cada año se gastaban más de 200,000 ducados [7 millones y medio euros] en traer libros impresos en el extranjero. Lo mismo pasaba con las velas, que importábamos por valor de 500,000 ducados [18.750.000 euros]. Las velas eran el elementos principales para el alumbramiento de las casas y de las ceremonias religiosas.
Otros medidas eran: el aumento de los molinos de viento, la forestación de nuestros bosques y hacer los ríos navegables para facilitar la comunicación y el tránsito de mercancías. “En Flandes, Italia y otras partes extrañas destos Reinos tienen por grande negocio facer los ríos navegables… para que con poca costa se traigan de unas partes a otras las cosas necesarias a la república”.
En España, se hacía todo lo contrario: “lo cual en España es al contrario, que todo se hace sin ingenio, en bestias y carretas, a poder de dineros y costas”. Europa estaba surcada por ríos navegables que facilitaban la comunicación y el tránsito de mercancías y no era así en España. Nuestro comercio iba hacia el norte o hacia el este, cuando la mayoría de los grandes ríos corría hacia el oeste. Sólo el Guadalquivir, entre Córdoba y Sevilla era una una auténtica vía fluvial de uso comercial.
El patriciado urbano era particularmente dañino para la salud económica del país, pues los cargos de concejal (regidores) eran vitalicios, se beneficiaban de bienes y servicios municipales (carne, pescado, aceite…) y hacían subir de precios para obtener el máximo beneficio: “se tiene entendido que los más de los regidores de los pueblos grandes, por ser perpetuos, son interesados unos en las carnes, otros en las lanas, otros en los aceros, otros en sebo y otros en el pescado y aceite; y, finalmente, en todo lo necesario a la sustentación humana; los cuales, con sus industrias [con sus manejos], encarecen las cosas en los excesivos precios que al presente están”. Los regidores tenían que dejar de ser vitalicios y su acción debería poder ser auditada por magistrados (oidores) honrados.
Alguna de las medidas que propuso no fueron tan acertadas, como su advertencia del peligro que suponía la población norteafricana. La amenaza del poderío otomano, aliado a los musulmanes del norte de África, le llevaba a posturas claramente racistas. Debido a la poligamia, creía que la población en el norte de África estaba creciendo desmesuradamente y “hase de considerar que, a causa de casarse el moro con siete mujeres…, es tan grande su multiplicación que se averigua que hay en Argel algunos moros, y en otros muchos pueblos de África, que tienen a sesenta y a setenta hijos varones y algunos más, sin las hijas, por lo cual fácilmente pueden conquistar el mundo, si Nuestro Señor no lo remedia”. La solución: la guerra, que nuestros barcos pirateasen y arrasasen estas tierras; así se conseguiría su despoblación y también un buen botín: “con estrozarles la tierra cada año se la asolarán y harán despoblar y dejar, y con tiempo Su Magestad será señor de todo”.
Felipe II prometió llevar a la práctica las propuestas de Luis Ortiz: “os doy mi fe y mi palabra real que todo lo susodicho se os cumplirá, sin faltar cosa alguna dello”. Pero nada se hizo.
EL MERCANTILISMO, LA POLÍTICA ECONÓMICA QUE PLANTEABA LUIS DE ORTIZ. Son rasgos del mercantilismo: el papel de las monarquías, la creación de un mercado nacional, el crecimiento de población, el incremento de la economía con la producción propia y la balanza comercial favorable (protección de la competencia extranjera con aranceles, creación de monopolios…), incremento de la oferta monetaria, prohibición de exportar metales preciosos, fomento de la mano de obra barata… La nueva economía tiende hacia el mercado unificado nacional y hacia los Estados-nación.
El mercantilismo sostiene que la riqueza de un país se mide por la cantidad de oro que posee. La necesidad de oro venía dada por los ejércitos mercenarios, que suponían un gasto enorme. Al contrario que España, algunos países pusieron el acento además en otros aspectos, como Francia, que se centró en la industrialización, e Inglaterra, en el comercio internacional.
Al contrario que España, algunos países pusieron el acento además en otros aspectos, como Francia, que se centró en la industrialización, e Inglaterra, en el comercio internacional. |
En Francia en 1539 se prohibió la importación de productos textiles procedentes de España y algunos procedentes de Flandes. En 1540 se restringieron las exportaciones de oro. En los años siguientes, se tomaron más medidas proteccionistas, se suprimieron las tasas aduaneras interiores, se construyeron caminos y canales, se subvencionó a empresas privadas agrarias e industriales... Francia se convirtió en una de las potencias europeas más importantes.
En Inglaterra el mercantilismo se produjo en el siglo XVII, teniendo como pilar el comercio internacional. El Estado apoyabas las exportaciones y dificultaba las importaciones, se prohibieron exportaciones de algunas materias primas. Inglaterra acabó siendo la principal potencia comercial del mundo en los siglos siguientes.