- La España de Felipe II


Capítulo 8. Países Bajos. La guerra de los 80 años.


UNAS EJECUCIONES QUE ROMPEN TODA POSIBILIDAD DE ACUERDO, 1565


EJECUCION DE ANABAPTISTAS, mayo 1565. En la práctica, no sólo no se atendían las peticiones de Egmont sino que, en mayo de 1565 fueron ejecutados varios anabaptistas. Los nobles de los Países Bajos, con Egmont a la cabeza, se sintieron traicionados: el monarca español les había engañado.

Felipe II había enviado un correo a Margarita de Parma en el que se ordenaba la ejecución de 6 anabaptistas. Otra versión de los hechos hace nacer la orden de ejecución de Valladolid, donde nada sabían de lo que se estaba hablando en Madrid con Egmont. El secretario Gonzalo Pérez comentaría más tarde: "Muchos negocios yerra y errará Su magestad, por tractarlos con diversas personas, una vez con una y otra con otra, y encubriendo una cosa a uno y descubriendole otras; y assi no es de maravillar que salgan despachos diferentes, y aun contrarios, y no acaesce en solo Flandes sino en las otras provincias: de lo qual no puede dexar de resultar grave daño a los negocios y muchos inconvenientes. Del despacho del conde d'Egmont no supieron nada Tisnacq ni Courteville, ni el señór Ruy Gomez ni yo del que ellos escrivieeron de Valladolid".


En agosto de 1566 se produjo un levantamiento en Saint-Omer, Ypres, Courtrai, Valenciennes, Tournai y Amberes, con saqueos y destrozos a las iglesias y catedrales.


En un intento de rebajar la tensión, Felipe II respondió a las peticiones que se le hacían concediendo una amnistía y reiterando la propuesta de no implantar la Inquisición. Pero el tema religioso no se tocaba, lo que no complació a la nobleza e hizo que la guerra fuera inevitable. Los Países Bajos eran un polvorín: a la represión religiosa se unía la crisis económica y la demanda de mayor poder político de los nobles.

Felipe II consultó a un junta de teólogos si habría que moderar las leyes contra la herejía en los Países Bajos. "En estos tiempos se ha visto por experiencia que siempre que con los herejes se ha ido con blandura, han pasado a mayores desaguenças. Y assi es mi voluntad que se guarden los placartes [edictos contra la herejía] del Emperador mi señor" fue, en resumen, el resultado de la consulta en palabras del propio rey, que añadió: "Executandose los placartes, es de esperar que se remediará mejor el daño que ay, no dexando por eso de atenderse a un mismo tiempo la reformacion de los eclesiasticos y dotrina de los pueblos".

El calvinismo aún no tenía la extensión que alcanzaría en los años siguientes. Entre los comerciantes, el calvinismo era mayoritario, así como en la baja nobleza y el artesanado, pero el resto de la población, alta nobleza y pueblo en general, seguían siendo católicos. La represión española fue la mejor fábrica de calvinistas con que los rebeldes de los Países Bajos pudieron contar.


LA PRIMERA REVUELTA POPULAR, 1565. Después de las ejecuciones de mayo y de las medidas religiosas del rey español, la rebelión tomó nuevos aires y Egmon y Guillermo de Orange ya dudaban sobre si seguir intentado que el monarca español suavizase su política o pasarse directamente a la oposición armada. 

La subida de precios fue espectacular en los primeros meses del año. En agosto estalló la revuelta en Malinas y Amberes y las gentes asaltaron y arrasaron conventos e iglesias católicas. Era un movimiento espontáneo e incontrolado, aunque se agotó en un pocos días porque carecía de dirección política. Los líderes locales, Guillermo de Orange, Egmon y Horn, ayudaron a controlar la situación de no muy buena gana, ya que eran conscientes de que la protesta se les había ido de las manos. La represión fue brutal.


ORDEN DE CUMPLIR LOS DECRETOS DE TRENTO E INSTAURAR LA INQUISICIÓN, 1565. Margarita de Parma planteó a Felipe II que se hicieran concesiones para amansar los ánimos, pero el rey no hizo caso. En Madrid, algunos de los consejeros, la facción Éboli, eran partidarios de negociar, mientras que otros, la facción del duque de Alba, sólo veían como solución la represión y el terror. Felipe II se alineó con estos últimos. 

En noviembre de 1565 Felipe II envió a Margarita de Parma una orden en que insistía en que había que cumplir los decretos de Trento y también planteaba implantar la Inquisición, desdiciéndose todas su promesas anteriores. Muchos magistrados flamencos se opusieron a aplicar las leyes de defensa del catolicismo o “placards”. Estaba claro que la cuestión de los Países Bajos no se encaminaba precisamente a una solución.

El fantasma de la Inquisición movilizaba casi por igual a católicos y protestantes. Cuando se conoció el contenido de la orden real, Guillermo de Orange, Egmony y Horns se retiraron del Consejo de Estado. En algunos lugares hubo protestas populares y, a finales de 1565, miembros de la nobleza calvinista con Henry de Brederode y Luis de Nassau (hermano de Guillermo de Orange) a la cabeza, se conjuraron en secreto para oponerse a la implantación de los “placards”.


MARGARITA DE PARMA LLAMA “MENDIGOS” A LOS REBELDES, 1566. Doce representantes del compromiso de Breda se presentaron en abril de 1566 ante Margarita de Parma, acompañados de un séquito de 3.000 hombres armados. Los dirigía Luis de Nassau. Rechazaban la amnistía porque ellos luchaban por su tierra y no eran culpables de nada, pedían dar poderes suficientes al triunvirato de Orange, Egmont y Horn para encarrilar el país hacia la paz y amenazaban con contactar con las fuerzas protestantes del extranjero, alemanas y francesas.

Durante la entrevista, Margarita de Parma llamó despectivamente mendigos o “gueux” a los compromisarios, pues juzgaba que sus vestidos eran de muy mala calidad. A partir de entonces, el nombre de “gueux” fue adoptado como seña de identidad de los rebeldes. 

Al poco, Margarita decretó una orden que suavizaba las leyes contra la herejía. Fue bien recibida aunque era insuficiente, pues el pensar general estaba ya instalado en la defensa de la tolerancia religiosa, rechazando cualquier clase de represión. Por eso mismo, en abril 1566 Orange, Egmont y Horns dimitirían definitivamente del Consejo de Estado si no se le atribuía a este organismo de mayores competencias y si la tolerancia religiosa no era una realidad. Era la muestra clara de que los líderes de los Países Bajos se estaban desplazando hacia posturas de oposición y rechazo a la corona española.


CRISIS ECONÓMICA Y REVOLUCIÓN, 1566. La guerra entre Dinamarca y Suecia cerró el comercio del Báltico. Ya no se podía importar trigo y tampoco se podían exportar productos manufacturados a esos dos países. Las repercusiones económicas en los Países Bajos fueron muy fuertes: caída de salarios, aumento de los precios, dificultades económicas en general. Los predicadores calvinistas encontraron el terreno abonado para culpar a los españoles de todo lo que pasaba.

En agosto de 1566 se produjo un levantamiento en Saint-Omer, Ypres, Courtrai, Valenciennes, Tournai y Amberes, con saqueos y destrozos a las iglesias y catedrales. La catedral de Amberes fue la primera en ser arrasada, viendo como desaparecían muchos de sus tesoros artísticos.

En septiembre de 1566 las cartas de Margarita informaban de importantes disturbios en varias ciudades, con ataques a centros religiosos católicos y destrucción de imágenes. La situación "ha estado mucho peor de lo que cualquiera puede imaginar". En Flandes occidental fueron quemadas 4.000 iglesias y la catedral de Ypres fue saqueada. Felipe II se puso enfermo antes tales noticias, tuvo un acceso de fiebre y tuvieron que sangrarlo.

Los nobles calvinistas estaban formando un ejército, mientras que predicadores protestantes provinentes de Francia y Ginebra recorrían todo el país llamando a la rebelión armada.

Felipe II convocó en octubre de 1566 al Consejo de Estado de España. Asistieron Éboli, Alba, Feria, el cardenal Espinosa, don Juan Manrique, el conde de Chinchón, y los secretarios de Estado Antonio Pérez y Gabriel Zayas. Se acordó responder con la fuerza. En España se hablaba ya de una intervención armada en los Países Bajos. 

Los sucesos de México aferraron más a Felipe II en su idea de atajar la rebelión ‘manu militari’. Se había producido un levantamiento encabezado por el hijo de Hernán Cortés, Martín Cortés, con el fin de hacer un México independiente. Los conspiradores fueron derrotados y ejecutados en julio de 1566, aunque se respetó la vida de Cortés.


HACIA UNA GUERRA QUE DURARÍA 80 AÑOS, 1566. Se iniciaba una guerra que duraría 80 años. Los Países Bajos estaban divididos en dos grandes zonas: las provincias del norte, protestantes y partidarias de la independencia, y las provincias del sur, católicas y, en los primeros tiempos, más proclives al dominio español, aunque finalmente acabarían cambiando de bando. 

Felipe II ordenó a Margarita que reclutara tropas mercenarias en Alemania. Si viajaba a los Países Bajos, seria acompañado de un ejército, ya que "no sería del efecto que se representa ni el remedio que se pretende, no siendo (...) con poder". En carta al nuncio del Vaticano en Madrid, decía que "podreis certificar a Su Santidad que antes de sufrir la menor quiebra del mundo en lo de la religion y del servicio de Dios, perderé todos mis estados y cien vidas que tuviese; porque no pienso ser señor de hereges". Y añadía que "si ser pudiere, yo procuraré acomodar lo de la religion en aquellos estados sin venir a las armas, porque veo que será la total destruccion tomarlas. Pero que si no se puede remediar todo como yo lo deseo, sin venir a ellas, estoy determinado de tomarlas".

Parece ser que en 1566 el rey estaba dispuesto a hacer el viaje a los Países Bajos en la primavera siguiente, pero la muerte de su secretario Gonzalo Pérez lo canceló. Meses después, un nuevo intento de viaje hubo de ser pospuesto porque su estado de salud no se lo permitió.

En estos meses, las tropas de Margarita y varios nobles católicos, fueron liquidando diversos levantamientos calvinistas. Brederode huyó al exilio en abril de 1567. Margarita intentó detener la intervención armada diciéndole a Felipe que ya no era necesaria. Pero la decisión ya estaba tomada.