- La España de Felipe II


Capítulo 24. Religión


LAS GUERRAS DE RELIGIÓN EN EUROPA


Las guerras de religión fueron una constante en el siglo XVI, en un escenario que abarcó a Inglaterra, Francia, Países Bajos, Italia, Alemania… El factor religioso en realidad enmascara las verdaderas razones políticas y económicas de los contendientes.

En el occidente europeo, formas económicas precapitalistas adoptaban el protestantismo como bandera en varios casos (Holanda, Inglaterra y parte de Alemania), en otros, como Francia, el protestantismo estuvo a punto de triunfar. Italia se estancó cuando el eje de la economía del continente se trasladó del Mediterráneo al Atlántico.

El factor religioso en realidad enmascara las verdaderas razones políticas y económicas de los contendientes.


En España las clases dominantes se resistieron a cualquier cambio tanto en lo religioso como en lo económico. En sus dominios, Felipe era claro: "El pensar que una pasión tan grande como es ésta de opinión en lo de la religión, se ha de curar con blanduras, era grande engaño", comentaba en 1570. Fuera de sus dominios, las relaciones de Felipe II con los luteranos de Escandinavia o con los príncipes protestantes alemanes fueron muy cordiales. Igualmente, lo mismo pasó con Inglaterra de Isabel I hasta que el enfrentamiento con los ingleses se hizo inevitable.

Carlos V asumió el papel de defensor a ultranza del catolicismo en Europa. Incluso desde su retiro en Yuste en 1558, cuando le quedaba poco tiempo de vida, amenazaba con desenvainar su espada para acabar con los herejes “que, ciertamente, si no fuese por la certidumbre que tengo de que vos y los de los Consejos, que ahí están, remediarán muy a raíz de esta desventura (pues no es sino un principio, sin fundamento y fuerza), castigando a los culpables muy de veras, para atajar que no pase adelante, no sé si toviera sufrimiento para no salir de aquí a remediarlo”.

En carta de Carlos V a su hijo en mayo de 1558 le insistía en que “es menester… que lo proveáis muy de raíz y con mucho rigor y recio castigo”. En su testamento de septiembre de 1558, doce días antes de morir le indicaba que “le ruego y encargo con toda instancia y vehemencia que puedo y debo, y mando como padre que tanto le quiere y ama, por la obediencia que me debe, tenga desto grandísimo y especial cuidado, como de cosa más principal y en que tanto le va, para que los herejes sean pugnidos y castigados con toda demostración y rigor, conforme a sus culpas y esto sin excepción de persona alguna, ni admitir ruego, ni tener respecto a nadie”.