- La España de Felipe II
Capítulo 25. Matrimonios y amantes de Felipe II
CUARTO MATRIMONIO. ANNA DE AUSTRIA, 1570
Su cuarto matrimonio fue con Ana de Austria (1549-1580) en 1570, sobrina suya. Tuvieron 4 hijos y una hija: Fernando (1571-1578); Carlos Lorenzo (1573-1575); Diego Félix (1575-1582); Felipe (1578-1621), futuro Felipe III, y María (1580-1583). En el parto de esta última, murió la madre.
Ana había sido anteriormente la candidata a casarse con el hijo de Felipe II, el príncipe Carlos, lo mismo que Isabel de Valois. El monarca se casó por «la obligación que los príncipes tenemos a nuestros reynos en cuanto a esto [la sucesión]». En realidad, Felipe ya tenía una cierta edad y "me holgara harto de me quedar en el estado en que me hallo", pero, claro ésta, "no cumpliria con la obligacion que tengo a Dios y a mis subditos que la antepongo siempre a mi particular contentamiento".
Anna de Austria |
UNA SERIE DE BODAS PARA TRAER LA PAZ A EUROPA. En principio, se pensó en Margarita de Valois, hermana de la difunta Isabel. Pero a Felipe no le pareció bien: "tengo por tan gran escrupuloso el casar con dos hermanas, que en ninguna manera podria concurrir ni convenir en ello." Era creencia común que las mujeres Valois no engendraban hijos varones, en un momento en que España no tenía heredero. Pero la realidad era que Francia, enfrascada en problemas religiosos entre católicos y protestantes, era una mala aliada en el conflicto de Flandes o en cualquier tema relacionado con Italia, mientras que no sucedía lo mismo con Austria, gobernada por la otra rama de la familia Habsburgo.
Felipe estaba planteando una serie de bodas al unísono, de manera que entralazara las casas reales europeas y de esta forma se garantizase la paz en el continente. Además de su propia boda, la infanta española Isabel se casaría con el rey de Francia y la princesa Margarita de Valois con el rey de Portugal. Así lo explicó a Granvela en 1569: estros matrimonios traerían "la paz y sosiego universal de toda la Christiandad y daño del Turco nuestro comun enemigo, y extirpación de las heregias de todas partes".
En la boda con la de Austria, lo primero fue la dispensa papal, ya que los contrayentes eran tío y sobrina. Parece ser que Felipe, de 43 años, quedó enamorado de Ana, de 21, en cuanto la vio. Fue un matrimonio bien avenido en los 10 años que duró.
La boda tuvo lugar por poderes en Praga en mayo de 1570. En octubre, Anna llegó a España para reunirse con su esposo y, tras la boda, en Madrid se celebraron grandes festejos: fuegos artificiales, música, arcos triunfales… Anna hablaba castellano y alemán, con lo que fue la única esposa con la que mantuvo una relación en la misma lengua que la suya.
MEDIDAS PARA QUE LA REINA NO GASTASE TANTO COMO LA ANTERIOR. Una de las primeras preocupaciones de Felipe, antes de la llegada de Anna a tierras españolas, era asegurarse que no fuera una reina tan gastadora como la anterior, Isabel de Valois. El modelo iba a ser la madre del rey: "No conviene que tenga la orden que en tiempo de la reyna que aya gloria, sino que todo se haga como en el de my madre", explicaba el monarca. De esta forma, cuando le preguntaron a Felipe si Anna debía dar limosna en la iglesia, la respuesta fue que "a my se me acordava que nunca ví ofrecer a my madre. Yo no lo haria". Sobre los regalos en Navidad, manifestó que "si en tiempo de my madre se dava colación, que no sé era sino a los capellanes y cantores, y hazerse mas en el tiempo pasado creo que fue desorden, como otras cosas".
Felipe estaba feliz con su nueva esposa. "Ama tiernisimamente a la reina dejándola poco o nunca sin él", explicaba un diplomático en 1577. A los hermanos de ésta, Alberto y Wenzel, que pasaron a vivir en la Corte de Madrid, los consideró como a sus hijos.
UN REY MUY ENAMORADO. Anna correspondió al amor de Felipe. Cuando éste cayó gravemente enfermo en Badajoz a causa de la gripe durante la campaña portuguesa, la reina mostró su deseo de morir en lugar de él "por lo mucho que amaba a Su Majestad". El padre Flórez nos lo cuenta: «poniéndose la reina en fervorosa oración, ofreció a Dios su vida porque no quitase al reino y a la Iglesia la de su marido tan sumamente necesaria a todos, y oyó Dios su oración, pues, mejorando el rey, cayó mala la reina y el que en aquél fue sólo amago de la Parca en ésta fue irresistible golpe». La reina moriría a causa de la enfermedad contraída.
Anna era "la gran alegria y contentamiento que me queda, de me haber dado Dios todo el bien que yo en la tierra podia desear" y hablaba de "el grande amor que entre nosotros hay" (Felipe al conde de Monteagudo, noviembre 1570). Como decía un diplomático, "el rey la ama profundamente". El embajador veneciano Alberi escribía en 1577 que Felipe II "visita a la reina tres veces cada día: por la mañana antes de la misa; durante el día antes de comenzar su trabajo; y por la noche en el momento de acostarse. Tienen dos lechos bajos con un palmo de separación entre ellos, pero a causa de la cortina que los cubre parecen uno solo. El rey manifiesta una gran ternura por la reina, y no deja jamás de visitarla."
En 1571, con Anna embarazada, Felipe mostraba su preocupación y desvelos. "No ay duda sino que el aposento de la Reyna (en el Alcázar de Madrid) esta caluroso, a lo menos de noche, y asi será bien que se pase a dormir solamente a my camara, porque esté fresca de noche". Más adelante, "si la Reyna quiere ir fuera recordadle que vaya en silla”. Cuando ya estaba a punto de dar a luz, "avisadme si se suelen sentir dolores algun dia antes, porque no querria faltar al parto".
En los períodos en que no estaban juntos, Felipe escribía a su mujer dos veces por semana. El rey disfrutaba con su entorno familiar como nunca. Pidió a su hermana María, casada con el emperador Maximiliano II, que enviara a España a sus dos hijos, Rodolfo y Ernesto, en 1564. Los mantuvo y educó como si fueran sus propios hijos durante los 8 años que permanecieron en España.
En esta nueva armonía familiar que se hizo patente a raíz de su enlace con Anna de Austria, las infantas Isabel y Catalina ocupaban un lugar de privilegio. Junto con la reina, aparecen los cuatro en un retrato de 1573 en El Escorial, en el despacho del rey, todos trajinando los papeles de la gobernación del reino.
ANA MUERE DE PARTO. En 1571, nació Fernando, que en el otoño del año siguiente cayó enfermo, lo que preocupó mucho a Felipe, ya que su hijo era el heredero de la corona en ese momento. "Estos dias que yo estaré fuera, hazedme despachar cada noche un correo, y vos me escribireis cada noche, de manera que yo lo sepa a la mañana como avia estado el principe aquel dia", le dijo al mayordomo mayor de la reina. No dormía por las noches.
Un vez que recibió un informe que le hablaba de que la salud del príncipe mejoraba, comentó: "creo que se cobrara esta noche el sueño que se perdio la otra noche". Fernando murió en 1578.
Otro alumbramiento tuvo lugar en agosto de 1573. Al niño se le bautizaría como Carlos Lorenzo. Murió dos años después. En 1575 nació Diego, que murió en 1582. Pocos días antes había fallecido Carlos Lorenzo.
En 1578 nació Felipe, que sucedería al rey como Felipe III. Fernando falleció en este año. María nació en 1580 y murió tres años después.
La guerra con Portugal fue corta y rápida, un paseo militar. Pero los problemas surgieron cuando Felipe contrajo la gripe, en medio de una epidemia que estaba provocando estragos entre la población.
Felipe hizo testamento, pues se pensaba que podía morir. Pero en el testamento, extrañamente, no dejaba como regente a la reina en caso de su fallecimiento, como había sido lo normal hasta entonces.
Don Antonio de Padilla, letrado de la Corte, delató a Ana el contenido del testamento, lo que la enfadó y se enfrentó a su marido. A continuación, Felipe llamó a Antonio de Padilla para reprenderle por su actitud; Padilla falleció de pena a los pocos días.
La epidemia también alcanzó a Anna, lo que hizo que no pudiera aguantar el parto de su última hija. Murió en octubre de 1580 a 6 días de cumplir los 31 años.
A continuación, la muerte de su hijo Diego en 1582 hizo pensar en una boda con Margarita, hermana de Anna de Austria, que contaba entonces con 13 años. Pero la boda no llegó a celebrarse; Margarita ingresó en un convento donde permanecería el resto de su vida.