- La España de Felipe II


Capítulo 26.


UN REY MUY RELIGIOSO


La formación erasmista de Felipe II no dio fruto alguno, pues en la práctica se convirtió en un fanático religioso que se creía elegido por Dios para defender el catolicismo en la Tierra. El rey sólo respondía antes el Creador. Los documentos de las Cortes de Castilla repiten de forma reiterada que Dios "hizo sus vicarios a los reyes en la tierra". Siempre puso por delante la defensa a ultranza del catolicismo al derecho de sus súbditos a la mera existencia. 

Felipe II encajó los vaivenes que tuvo durante su reinado como un designio divino, en los que el monarca nada podía hacer. Era voluntad de Dios y así eludía toda responsabilidad.


Durante su reinado repitió los tópicos sobre los gobernantes que se decían en la época. Pero la realidad era otra. En 1559 decía que "los Reyes y príncipes son principalmente instituidos para que goviernen y administren justicia a sus subditos, y los defiendan de sus enemigos", algo que él mismo estaba muy lejos de su hacer como gobernante. O esta otra cita sobre las leyes: "somos obligados abrogar o reformar las ya instituidas si conocemos ser dañosas a la republica".

Felipe II encajó los vaivenes que tuvo durante su reinado como un designio divino, en los que el monarca nada podía hacer. Era voluntad de Dios y así eludía toda responsabilidad. Se erigió en defensor universal de la fe católica, tal como reconocía el mismo Papa, aunque, no obstante, todo esto no impidió que se enfrentase en algunas ocasiones con el Vaticano (lo mismo que su padre Carlos V) a causa de los intereses de ambos en Italia.

Su extrema religiosidad le hacía rezar durante horas cada día, algo que se acentuó con los años. “Se sabe que gastaba entre días y noches….. casi cinco horas de oración mental y vocal con el tiempo  que oía misa y los oficios divinos….. Se entraba después de comer y después de cenar en el oratorio….. y con estar cerrada la puerta, oían algunas veces los golpes que se daba en el pecho”, según manifiestan sus contemporáneos.

Apoyó con todas sus fuerzas a la Inquisición. Asistió siempre que pudo a los Autos de Fe, aunque se ausentaba cuando se quemaban a los reos en la hoguera. “Ayer fuimos mi sobrino y yo al auto [de Fe] y estuvimos en una ventana donde lo vimos y lo oímos todo muy bien, y diéronnos sendos papeles de los que salían a él y el mío os envío aquí para que veáis los que fueron. Hubo primero sermón, como suele, y estuvimos hasta que se acabaron las sentencias y después nos fuimos porque en la casa donde estábamos [la sede del Sto. Oficio], los había de sentenciar la justicia seglar a quemar a los que relajaron los inquisidores. Fuimos a las ocho y volvimos a comer cerca de la una”. (carta a sus hijas, 1582). En abril de 1586 Felipe mostró su deseo de ir a Toledo a pasar unos días y, también, presenciar un auto de fe "que suele haber allí algunas veces por este tiempo, es cosa de ver para los que no lo han visto".

Una parte importante de su biblioteca eran libros religiosos. Junto a su cama tenía una estantería con 41 libros de religión. Era hombre de misa diaria, escuchaba sermones una vez por semana y se confesaba y comulgaba cuatro veces al año. Mientras rezaba, muchas veces lloraba de emoción.

Siempre hacía un retiro para Semana Santa y también en momentos en que la realidad lo superaba, como en la detención de Antonio Pérez o en la muerte de su esposa Isabel de Valois.

Personajes religiosos de la época subrayan la devoción del monarca. Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, habla de su "olor de bondad y santidad" en 1549. Teresa de Ávila quedó muy impresionada después de la audiencia que mantuvo con el rey. Hay que decir en favor del monarca que siempre protegió a esta santa de las acusaciones de heterodoxia y mantuvo sus libros en la biblioteca de El Escorial cuando Teresa murió, lo que sirvió para que estos textos no se perdieran.

A su hijo, el futuro Felipe III, le recomendó sobre todo ser un buen católico: “Debéis tener cierto, hijo, que no habrá cosa que mal os venga si a nuestra Santa religión obedecéis, seguís y amáis y defendéis con todo vuestro corazón.”

En su correspondencia habla de su fe religiosa: “No pude escribiros el lunes pasado ni ahora podré responderos porque es tarde y no se sufre trasnochar esta noche, porque la pasada me acosté a las tres, porque se acabó poco antes la misa del gallo que oí y los maitines, desde una ventana que tengo por acá dentro sobre la capilla”. (carta a sus hijas, 1581)

“No pude responderos en el correo pasado y aun no fuera mucho ser lo mismo, porque, como han sido estos días ocupados de vísperas, anteayer y ayer de misa de pontifical y hoy de sermón, quedóme mucho que hacer para esta tarde. Oye mi hermana los oficios desde una ventana junto a la que tengo y mi sobrino y yo abajo en la capilla”. (carta a sus hijas, 1582)

“Volviendo ayer a comer, dada la una, de Nuestra Señora de Gracia, que es el monasterio de los agustinos, que es muy bueno, porque voy estos domingos a los monasterios por despedida, hallé vuestras cartas". (carta a sus hijas, 1582)

Tenía una devoción especial por la Virgen de Montserrat y visitó en varias ocasiones el monasterio catalán, una actitud religiosa que le llevó a tener un afecto especial por Catalunya. Otras vírgenes preferidas fueron la Virgen de Guadalupe y la Virgen del Pilar de Zaragoza.