- La España de Felipe II
Capítulo 26.
UN REY INDECISO AHOGADO EN PAPELES
Por sus manos pasaban cada día una cantidad inacabable de documentos. Desde los primeros años de su reinado se le conocía como "el rey de los papeles" o "rey papelero". Se ocupaba personalmente de todos los temas, todos sus secretarios tenían que comunicarse con él por escrito, nunca trató temas de gobierno de palabra y requería una montaña de informes ante de tomar una decisión. Felipe II despachaba unos 400 documentos diarios, además de recibir a secretarios, embajadores, etc.
Felipe II despachaba unos 400 documentos diarios, además de recibir a secretarios, embajadores, etc. |
En mayo de 1571 se recibieron 1,252 peticiones y se anotaron unos 25 memoriales diarios. Como no era posible atender a todos, se nombró un secretario para estos fines, Mateo Vázquez de Leca, que llegaría a ser uno de los colaboradores más cercanos al rey y cuyo trabajo sería muy apreciado. Pero era como una gota en un océano y por eso el trabajo burocrático no conocía ni domingos ni fiestas religiosas.
De esta forma, la toma de decisiones era extraordinariamente lenta. Esta forma de trabajar provocaba una lentitud desesperante en la resolución de los temas, lo que explica muchos de los problemas que tuvo la monarquía española. Era algo inconcebible para un imperio que abarcaba todo el mundo y que estaba continuamente enzarzado en conflictos bélicos, todo lo cual requería órdenes claras y rápidas.
Un texto de l'Aubespine, en 1559 nos dibujaba al “rey papelero”: Felipe tarda demasiado en las decisiones y la gente se desespera. “Encuentro a este príncipe muy metido en los asuntos, no pierde una sola hora, todo el día está con los papeles. [En 1560 en Toledo, insistía en manejar todo] estando él mismo y el maestro y el secretario, pero se ve una tardanza y una confusión tan notables que todos los que aquí residen están desesperados”.
El obispo de Limoges, en 1560, decía que Felipe está “enteramente dedicado a sus asuntos y que no pierde una sola hora, pasándose el día entero entre sus papeles”.
En carta a su secretario, 1565, Felipe II explicaba que el día no tenía suficientes horas para atender a todo su trabajo: "(Ando) tan ocupado y tan alcanzado de sueño porque he menester lo más de las noches para ver papeles que otros negocios no me dexan de día, y así comyenço a ver estos vuestros agora, que es pasada media noche, que antes no he podido ver, ni a los de ayer ni a los de oy".
“Aunque estoy con cien mil papeles delante, me ha parecido acordaros lo que aquí diré...”, había escrito a Pedro del Hoyo en 1567.
Texto de Antonio Gracián, secretario privado de Felipe II, en 1572: las cartas van y vienen, todo ha de ser por escrito. “[El 9 de marzo de 1572] llegó un correo con los pliegos del cardenal, Zayas, Antonio Pérez, Escobedo, Juan Vázquez, Eraso, Gassol, que fueron por todos catorce pliegos. Su Magd. respondió a todos y se despachó a la noche con todas las respuestas. [El 2 de mayo] Su Magd. me mandó diese al Prior Don Antonio los despachos que el dia antes abian venido de Genova, Milan, Roma, Venecia, Turin, Sicilia, Francia y Alemania; lo que se hizo. Su Magd. me mandó responder a una consulta del consejo de Ordenes: que guardase hasta Madrid unos papeles; que remitiese al secretario Antonio Pérez un memorial; y respondiese a una carta de Ambrosio de Morales. A la noche partió correo con despachos para Delgado, Zayas [...]. A las 10.30 de la noche llegó un correo con un despacho de Zayas, y con gran presteça se me ordenaba le diese a Su Magd. antes de acostarse. Eran ya cerca de las once, y ya Su Magd. Era acostado, y no se le pudo dar”.
Le decía Felipe II al cardenal Granvela en 1575 que “ayer recibí una carta de vuestra mano a que responderé cuando esté más desocupado que agora, y con otro os avisaré de dónde me parecerá que podréis ir desde ahí en que voy mirando con cuidado”.
En carta a su secretario, 1575, se muestra extenuado: "Agora me dan otro pieglo vuestro. No tengo tiempo ni cabeza para verle y así no le abro hasta mañana y son dadas las 10 y no he cenado; y quédame la mesa llena de papeles para mañana pues ya no puedo más agora".
Carta a Mateo Vázquez, 1576: “Muy bien será que se responda lo que aquí decís, y así lo haced, y porque firmé ayer mucho retrasado destos días y quedé cansado, no pude responder a esto”.
De nuevo a Mateo Vázquez, 1576: “No he podido ver esto, que vengo y estoy hecho pedazos; mañana lo veremos" (...) "Van firmados éstos que parece que es buena cantidad; si cada día viniese otra tanta, yo los firmaría de buena gana, aunque me tomase tan cansado como ahora de lo que hoy ha pasado por mi, que no lo podría haber, sino quien lo viese." (...) "y tengo tantos papeles que enviaros, que no sé cómo podré ni dónde quepan; todavía irán con éste, si fuere posible, o los que lo fueren." (...) "Ahora me traen ese pliego del Consejo de Indias, que no sé a qué propósito a esta hora, que son casi las diez, sino para hacerme picar, que pensé que era nueva de la armada del Pirú, que se espera ahora. Aquí van otro montón de cartas. Cartas y memoriales que me han dado hoy Embajadores y otras muchas gentes, que todas me han hablado bien largo, y por eso no tengo tiempo ni aún abrirlas. Procurad de remitirlas antes que os vayáis, y como hay algunas que me han dado hoy Embajadores, mirad que las que fueren de Estado, o que no sean de otros negocios particulares, que toquen a otros, que han de ir a Antonio Pérez" (...) “Porque me queda aun que hacer y estoy harto cansado, no creo que os llamaré esta noche, pero diréos aquí algunas cosas, y principalmente que he pensado más en esto del medio general".
Nota del monarca de 1577: "Son ya las 10 y estoy hecho pedazos y muerto de hambre y es día de ayuno. Y así quedará esto para mañana".
Carta a Mateo Vázquez, 1578: “Ahora me dan otro pliego vuestro. No tengo tiempo ni cabeza para verle, y así no le abro hasta mañana, y son dadas las diez y no he cenado, y quédame la mesa llena de papeles para mañana pues ya no puedo más hora”.
Carta a Antonio Mauriño de Pazos, Presidente del Consejo, 1579: “En desembarazándome dos o tres días de muchas cosas que tengo que hacer, le llamaré [se refiere a algún personaje] y negociaré con él como antes, y así espero que todo se hará muy bien... Al papel vuestro que tuve anoche no puedo responder por ser largo y andar ocupado, y así lo dejaré para responderos de palabra en pudiendo llamaros”.
Carta al Presidente del Consejo en 1579: “Mañana espero responderos porque ahora es muy tarde y estoy harto cansado porque es mucho lo que hoy ha venido de papeles y vuelve.”.
Carta al Presidente del Consejo, 1579. Felipe se muestra confundido ante los problemas, no sabe cómo resolverlos y va a meditar unos días. Invoca a la ayuda de Dios para encontrar una solución. “No os he respondido antes, porque habiendo de venir ayer acá el personaje [¿Antonio Pérez?], quise primero entender de él lo que había, y él me dijo lo mismo que aquí decís, y también he querido este tiempo para pensarlo bien; y por cierto cuanto más lo pienso, más confuso me hallo, porque de una parte y de otra hay grandes consideraciones, y no puedo acabar de aquietar bien mi conciencia... quiero tomar estos días de recogimiento para verlo bien todo y pensarlo. También en este tiempo me confesaré y comulgaré y encomendaré a Dios para que me alumbre y encamine, para que tome, en pasando la pascua, la resolución que más convenga a su servicio y al descargo de mi conciencia y bien de los negocios, que es solo lo que he tenido en éste, aunque ya me lleva un poco ver que este negocio anda público... También tratad hoy con el personaje qué se habrá de hacer con Zayas... Y todo lo que en esto pareciere que querría que lo tratásedes hoy con él muy particularmente, me podréis hacer relación mañana después de la consulta...”.
Carta a Francisco Andrés de Eraso en 1583: “Y no lo digo aquí [otro comentario] por no detenerme, que es tarde y tengo mucho que hacer... Van firmadas estas cédulas y las de las dos partidas de Antonio de Guevara, y las otras tres de Escobedo. Y estás últimas enviad luego, porque yo envío esta noche lo que a ellas toca firmarlo”.
Otra vez a Francisco Andrés de Eraso en 1583: “Enviadlo a Mateo Vázquez, que a él le ordenaré que escriba apretadamente sobre ello, que esta noche estoy tan ocupado que aún para esto no tengo tiempo... Y cuando convenga, me acordad lo que se hará de ellos [unos galeones] y lo demás que aquí al fin decís... La consulta que enviastes sobre lo de los azogues la tengo acá para ver un día de estos. Si hay alguna cosa particular de que yo sea advertido sobre ella, me lo avisad... En la libranza pasada de hacienda, que creo volvió el sábado a la noche, venía una cédula, cuya relación va aquí de mi mano que saqué entonces, y no he podido enviaros antes, y no me pareció dejar de firmar”.
Carta a Mateo Vázquez en 1583: “Ahora que es ya de noche acabo de recibir carta del marqués de Santa Cruz del Cabo de San Vicente... Rodrigo de Robles Cornejo, que debéis conocer, me dio hoy los dos memoriales que van aquí, y aunque me pidió que los viese y yo holgara de ello, no será posible por las muchas ocupaciones... Pero después que los hayáis visto me diréis lo que se os ofreciere en todo”.
De nuevo a Mateo Vázquez en 1586: “Así es que aunque vi los pliegos vuestros, que os envié anoche, no había visto el otro, porque cuando acabé los dos, era ya tan tarde que no fue posible; hoy le he visto, y si pudiere responderé a él esta noche, y si no, en pudiendo. Y el cuidado que tenéis de los papeles, se yo muy bien, y no dudé yo de la guarda de aquél, sino de que no os le hubiesen dado o cosa así (…). De las audiencias de estos días resultan los papeles que aquí van y otras cosas, que ocupan harto, y no dejan entender en otras, que creo importan más. Vos veréis esos papeles, y a quien irán según lo que fuere cada cosa, que no tengo tiempo de decirlo aquí...”.
Otra vez Mateo Vázquez en 1586: “El conde de Chinchón me ha dado poco ha vuestro pliego y es ya tan tarde que no puedo responder a él, ni podré mañana hasta Vacia-Madrid por haber de caminar de aquí allí, y hasta entonces no os partáis, porque si hubiere algo que decir sobre aquello lo podáis hacer antes de partir de ahí”.
Escrito de 1587, a su secretario reconociendo que los temas se eternizan sin fecha. "Podréis cambiar otro dia memoria de estas cosas para verlo con los demás; aunque según lo que pasa estos días no sé quando".
Los papeles se amontonan. Felipe en 1587: "Ha buen rato que estoy en estos papeles... y harto han procurado estorvármelo porque entretanto que he estado en ellos me han traido diez o doce pliegos, que los más me quedarán para mañana".
Aunque normalmente trabajaba muchos días hasta las 11 de la noche, no era raro que se quedara estudiando informes y documentos hasta más tarde, sin siquiera cenar. “Agora me dan otro pliego vuestro. No tengo tiempo ni cabeza para verle y asi no le abro hasta mañana y son dadas las diez y no he cenado, y quedarme la mesa llena de papeles para mañana, pues ya no puedo mas agora”, escribió en una ocasión.
Incluso en sus viajes iba acompañado de papeles pendientes. Así lo explicaba: “tengo hoy tantos papeles que no puedo ver agora estos, no podré oy. Antes me pienso ir al campo para ir los leyendo en el carro”.
Los papeles eran tantos que muchas veces se perdían y su ordenación era imposible. “Mas no sé si los tengo, ni adonde están ni tengo tiempo de buscarlos”, se lamentaba.
La salud no le acompañaba, y tanto trabajo no presagiaba nada bueno. "De los muchos papeles que Su Magestad trata no fue sino dolerme de que se quiera gastar la salud e abrevyar la vida", se lamentaba un ministro. Felipe asentía en 1581: "Cierto, no se puede mas. Y quien viere lo que hoy he pasado lo vería, que solos dos hombres me han tenido mas de dos horas y dejadome mas papeles que podré ver en otras muchas. Y así estoy hecho mil pedazos. ¡Dios me de fuerzas y paciencia!" En 1584 se quejaba de que "todo el dia he estado en responder unos papeles, no he podido entender oy en otra cosa, porque a sido larga la obra" y que "nunca he visto que cargue tanto ni tantas (cartas) como agora". El papeleo no tenía fin: "Tengo aqui los papeles destos dias ha y nunca los he podido ver aunque lo he deseado harto, no sé si podré esta noche".
Su inseguridad le llevaba a tomar decisiones muy a destiempo. Dudaba, pedía informes, tardaba demasiado buscando la que creía mejor solución a los problemas… y quería controlarlo todo.
Revisaba todos los documentos, hacía las anotaciones pertinentes de su propia mano. Con algunos personajes, como es el caso de Ruy Gómez de Silva y Antonio Pérez, delegó algo sus funciones, pero no llegó nunca a realizar a lo que podríamos llamar un trabajo en equipo.
La gente se desesperaba cuanto Felipe tenía que tomar alguna decisión importante, pues muchas veces la decisión llegaba cuanto ya era demasiado tarde. Complicaba las cosas hasta extremos indecibles: había que documentarlo todo, analizaba con detalle todos los memoriales que le llegaban, realizaba consultas hasta la extenuación... consultaba a sus ministros y les exigía una respuesta por escrito, no aceptaba ningún dato ni informe verbal. Sólo cuanto lo tenía todo bien documentado, se llegaba lo que se creía era la solución al problema. Se encargaba de todo, hasta en los más mínimos detalles.
Un texto de Chantonnay, en 1565, decía que, en realidad, la intención de Felipe era no tomar decisión alguna. “En cuanto a nuestro maestro todo va de mañana en mañana la principal resolución de todas las cosas es permanecer perpetuamente sin resolver”
Don Juan de Austria, desde los Países Bajos, se lamenta de la lentitud del rey: “No lo deje Vuestra Majestad más a beneficio del tiempo, pues el haberlo hecho nos ha traído el mal estado en que nos hallamos”, y otro texto del papa Pío V [debe ser una confusión por Sixto V] donde critica la demora en adoptar soluciones para los problemas, “porque Vuestra Majestad consume tanto tiempo en consultar sus empresas, que cuando llega la hora de ejecutarlas se ha pasado el tiempo y se ha consumido el dinero”; F. Braudel cita un texto similar del papa recogido en una carta de B. de Mendoza a J. de Idiáquez donde le dice que cuando llegaron a Roma las nuevas del ataque de Drake a Cádiz el papa comentó “que su majestad era una personalidad de poca envergadura, que solo se decidía a actuar cuando la ocasión había pasado”.
Sobre la lentitud del rey, testimonio de un contemporáneo: “Aunque en todas las cosas suele ser mala la dilación, en algunas es irremediable, como ya comienza a ser en la que S.M. me mandó... Yo escribo a S.M. el peligro que corre”.
Otro contemporáneo, sobre su lentitud en el tema de Flandes: “Su Majestad no ha resuelto nada; al menos sigo ignorando sus intenciones. Mi vida se escapa por momentos. Grito mucho, pero de poco me sirve. Los negocios, a fuerza de descuidarlos, llegarán pronto exactamente al punto que desearía el demonio. Está claro que seguiremos penando aquí hasta nuestro último suspiro". El mismo contemporáneo, en 1578: “Quedo perplejo y turbado, deseando aún más que la vida alguna decisión por parte de Vuestra Majestad, por la que he suplicado tantas veces”.
Su confesor, fray Diego de Chaves, en 1591: “V.M. ni puede ni despacha estando sano, cuanto más enfermo, y la república, sano y enfermo le acude, como vuestra Majestad ve, y no se duele de la justicia ni la remedia con brevedad... Lo que en este caso hay, he dicho a V.M. otras veces, es cosa tan cierta que V.M., so pena de su condenación, es obligado a sus vasallos a haverles justicia y con brevedad; si no puede por si (como ni puede ni lo hace) es obligado por la misma obligación a hacello por terceros. Menos inconveniente es que algunos negocios se yerren, que no que haga tan gran mortandad en ellos”.
Cuando el tema era importante, las dudas bloqueaban a Felipe sobre la decisión a tomar. Muchas veces se resolvía algo porque los acontecimientos así le obligaban. El embajador francés comentaba que "se gobierna según se presentan los asuntos".
Siempre pedía la opinión de su entorno. En 1567 un diplomático extranjero decía que el rey "jamás decide por sí mismo ningún asunto, sino que lo remite todo a su Consejo; es absolutamente inútil volver de nuevo a él para obtener más de lo que el Consejo haya acordado".
El embajador veneciano Tomás Contarini, en 1593. Felipe ya era un anciano, cumplía con su papel de rey con mucha dificultad, aunque se empeñaba en seguir al frente del gobierno, con problemas de salud serios y demasiado lento en tomar decisiones. “S.M. ha pasado sus sesenta y tres años, tan peligrosos para los ancianos.
Puede esperarse, dado el buen régimen que sigue hace mucho tiempo, que vivirá todavía largos años. Es cierto que los múltiples trabajos que trae consigo el gobierno de tantos reinos representan para él una carga insoportable... Estos trabajos tan importantes que ocupan el rey perjudican su salud, por ser de complexión delicada, a causa de sus indisposiciones ordinarias y de la gota, que cada día se le manifiesta más grave y peligrosa... Emplea gran diligencia con el gobierno de sus Estados, y quiere que todos los negocios de consideración pasen por sus manos. Todas las deliberaciones importantes le son enviadas por los consejeros, escritas sobre un folio de papel, dejando la mitad como margen en blanco para que Su Majestad escriba su parecer, con las adiciones, supresiones y correcciones que estime oportunas. Y cuando le queda tiempo, lo emplea en revisar y apostillar las súplicas y peticiones de sus súbditos y otras escrituras de menos importancia, en lo cual emplea a veces tres y cuatro horas seguidas. Jamás abandona alguna de estas ocupaciones; incluso cuando va a El Escorial, durante el viaje trabaja con sus ministros y revisa con cuidado los papeles que se le han entregado... Guarda en todos sus asuntos el más riguroso secreto, hasta el punto de que ciertas cosas que podrían divulgarse sin el menor inconveniente quedan sepultadas en el más profundo silencio... A causa de su naturaleza flemática, y porque en muchas cosas se confía demasiado a la acción del tiempo, el rey es muy lento en sus decisiones sobre los asuntos importantes, y con frecuencia difiere sus resoluciones más de lo que convendría, pensando que el tiempo vendrá en su ayuda, cuando en muchos negocios el tiempo no puede nada…”
El nuncio Camino Caetano, en 1598, al día siguiente de la muerte de Felipe, hace un elogio a la persona que acaba de fallecer aunque, no obstante, insiste en su lentitud en la toma de decisiones (“no se llegaba jamás a finalizar ningún asunto.”). “Este príncipe ha tenido tres preocupaciones durante su largo reinado: la religión, la justicia y la paz, y sobre estas tres bases ha fundamentado su gobierno... Ha sido más bien moderado que generoso... Se ha aplicado al gobierno político de sus reinos con preferencia a las guerras y a los problemas universales de la cristiandad... Ha solicitado el parecer de sus consejeros aun en las cosas más insignificantes y en las negociaciones no ha perdonado ningún gasto para conseguir sus propósitos; en las cosas adversas ha mostrado mayor ánimo que en las prósperas... [la] irresolución, defecto natural en él... No ha olvidado fácilmente las injurias y en imponer el rigor de la justicia no se ha plegado jamás, ni por beneficios recibidos ni por ningún otro respeto humano; ha sido tenaz en sus opiniones y en derechos de jurisdicción... y por la tardanza en las resoluciones no se llegaba jamás a finalizar ningún asunto... Ha dejado fama de príncipe memorable por su desmesurada e inaudita potencia y riqueza; por haber tenido siempre una santa y recta intención en sus actos; por haber conservado la religión, la justicia y la paz en sus reinos...”
Los defensores de Felipe II le dieron el calificativo de "el rey prudente", para ocultar su lentitud e inseguridad en la toma de decisiones.
LAS CARTAS A SUS HIJAS. En las cartas a sus hijas se queja del poco tiempo que tiene para sus asuntos personales: “Lo hacéis tan bien en el cuidado que tenéis de escribirme que no puedo dejar de pagároslo en lo mismo y así lo he querido hacer ahora, aunque no me sobra mucho tiempo” (carta a sus hijas 1581).
Carta de 1581: “No pude escribiros el lunes pasado y porque no sea hoy lo mismo lo comienzo antes que las otras cosas, que quizás me costará acabarlas muy tarde”.
Carta de 1582: “No pensé que fuera esta carta tan larga, sino que la he podido escribir más temprano que otras veces por haber también acabado antes los otros despachos y no ser pocos”; y, en otra carta del mismo año: “Por ser tarde no tengo tiempo de deciros más”.
Carta de 1582: “Y porque es muy tarde y estoy muy cansado, no digo sino que os guarde Dios como deseo”
Carta de 1583: “El juramento de vuestro hermano creo que será presto, aunque es tanto lo que tengo por hacer que no sé qué me haga, y por no trabajar harto no queda”.
Carta de 1583: “Tampoco puedo responder a las postreras cartas que tuve vuestras porque las metí en un escritorio y sería revolver mucho sacarlas y tampoco tengo tiempo... Y por cenar a las ocho para madrugar mañana no digo más, sino que os guarde Dios”
Carta de 1583: “Con vuestras cartas holgué mucho ayer y también con la de mi hermana y bien quisiera responder a todo ahora, mas trajo tanto el correo de ayer y han sido tan largos los oficios de ayer a la tarde y esta mañana, que hubo sermón, y los de esta tarde, que me ha quedado poco tiempo para papeles, y también vengo de este camino un poco más reformado en lo de cenar tarde y no querría perder ahora la buena costumbre, y son las nueve y así dejaré el responder para cuando pueda”.
Carta de 1585: “Y bien creo que también os habrá parecido que acá tardamos en escribiros, más ya sabéis que mis ocupaciones no me dan siempre lugar para todo lo que yo querría y estos días no han faltado hartas ni aun ahora faltan, mas con todo esto no he querido alargar más el despachar este correo”.
Carta de 1586 a su hija la duquesa de Saboya: “Y por las muchas ocupaciones que hay aquí, que es ahora más que nunca, no os puedo responder en particular como quisiera... En lo que decís en la carta de 24 pasado del embajador del Duque que viene, al Barón escribo sobre ello y creed que por ahora es aquello lo que conviene para ahí y para aquí, y porque no tengo más tiempo, acabo”.
Otra carta de 1586 a la misma hija: “En las cosas que me encomendáis veré lo que se podrá hacer cuando pueda entender en ellas, que cargan tanto desde que llegué a Madrid que no me dejan tiempo para nada, que cierto es mucho más que antes que partiésemos de allí”. Y en el mismo año también a la duquesa de Saboya: “Mis muchas ocupaciones no me dejan escribiros tantas veces como yo querría y no es poco poder escribir ahora ésta”.
Carta de 1586 a su hija la duquesa de Saboya: “Espero que habréis ya recibido aquellas cartas y visto que no nos descuidamos como pensabais, y Dios sabe si yo pudiese y no tuviese tantos embarazos como sabéis si holgaría de escribiros cada día sin tenerlo por trabajo sino gustando mucho de ello. Aquí no han faltado hartos negocios y también haber ido muchos monasterios y jardines, que los hay muy buenos, como os debe escribir vuestra hermana, y la fiesta de damas que hubo el jueves, y con esto, aunque ha diez o doce días que ando por escribiros, no he podido hasta ahora que lo he querido hacer, aunque sea a costa de cenar tarde, porque pensamos partirnos mañana, aunque iremos despacio; y antes de un mes pensamos llegar a Aranjuez”.