Ciudades celtíberos-romana de Soria

 

NUMANCIA ANTES DE LA INVASIÓN ROMANA



ORÍGENES EN LA PREHISTORIA. Los primeros restos humanos son del Calcolítico o comienzos de la Edad del Bronce (entre el 1800-1700 a.n.e.). Han llegado hasta nosotros objetos de piedra (láminas retocadas, cuchillos, hachas…) y de cobre (puntas de jabalina, hojas de puñal…). Las gentes vivían en grupos reducidos, en cabañas hechas de vegetales y barro propias de los pueblos nómadas que se movían estacionalmente con sus ganados.

Los primeros restos humanos son del Calcolítico o comienzos de la Edad del Bronce (entre el 1800-1700 a.n.e.). (foto: Wikipedia)


LA CULTURA CASTREÑA SORIANA, ANTERIOR A LA APARICIÓN DE LAS CIUDADES. En el siglo VII a.n.e. la población de lo que sería Numancia se concentraba en un castro que debería estar bien fortificado y con la ganadería como principal actividad económica, como era lo habitual en la cultura castreña soriana.

Conocemos cerámica de la época, hecha a mano y con formas bitroncocónicas. Posteriormente, en el siglo IV a.n.e. la cerámica ya era realizada a peine o con decoración de botones metálicos. A continuación, hacia el 350 a.n.e., con la cultura celtibérica, aparece cerámica a torno decorada con motivos concéntricos y estampados.

El castro podía estar bien fortificado y con la ganadería como principal actividad económica (foto: Wikipedia)


NUMANCIA, CIUDAD DE LOS ARÉVACOS. Numancia creció en habitantes hasta formar lo que podríamos llamar una ciudad de la época. El horno oxidante, el torno alfarero y la pintura para decorar la cerámica vinieron de las tribus celtíberas más al Este, que habían aprendido estas técnicas de los íberos del valle del Ebro.

Numancia sería habitada por los pelendones (según la información de Plinio el Viejo) o los arévacos (según los textos de Estrabón y de Ptolomeo). En realidad, inicialmente era una ciudad pelendona que luego sería dominada por los arévacos en el siglo IV a.n.e. Durante los enfrentamientos con Roma, sus habitantes eran arévacos, pero después de su conquista, los romanos la entregaron a los pelendones.

La excelente cerámica numantina. El horno oxidante, el torno alfarero y la pintura para decorar la cerámica vinieron de las tribus celtíberas más al Este, que habían aprendido estas técnicas de los íberos del valle del Ebro. (Museo de Soria)


UN PROCESO DE DIFERENCIACIÓN SOCIAL. Cartel informativo del Museo de Soria: "La sociedad celtibérica, a lo largo de los siglos,   fue adoptando una estructura más jerarquizada. Inicialmente, se caracterizó por comunidades relacionadas por estrechos lazos de parentesco, con un uso colectivo de la tierra. Pero a partir del siglo V a.C. se observa una marcada tendencia a una mayor complejidad social. Este proceso de jerarquización conllevará el abandono de las estructuras parentales anteriores, estableciéndose nuevas relaciones de dependencia personal, basadas en la propiedad privada de la tierra, sobre todo a partir del siglo IV y III a.C., terminando en el desarrollo de la ciudad.

"La unidad básica eran las “gentilitates”, que se basaban en la propiedad colectiva de la tierra o territorio en que se asentaban, y el conjunto de sus miembros estaban unidos por lazos de parentesco o de sangre establecidos a través de un antepasado común, y se regían por un conjunto de deberes, derechos y prácticas religiosas que obligaban a todos. Esta forma de organización quedaba reflejada asimismo en las “gentes” o tribus, organizaciones superiores, que a su vez podían agruparse o confederarse constituyendo lo que se conoce históricamente por pueblos.

La Península Ibérica a la llegada de los romanos


"En la cúspide de esta sociedad se encontraba una élite guerrera que centralizaba el poder político, proporcionando al resto de la población protección frente a posibles ataques exteriores. El estatus privilegiado de los miembros de este grupo, adscrito que no adquirido en vida, les permitió ejercer relaciones de igualdad a través de instituciones como el “hospitium”, marco de relación a nivel de igualdad, pero que fue evolucionando hacia la “clientela”, que establecía relaciones recíprocas pero asimétricas entre el patrón y sus clientes, o la “devotio”, una versión extrema y con contenido religioso de la clientela en la que el guerrero podía incluso llegar a dar la vida para proteger a su jefe."